La Universidad de la excelencia requiere más inversión, no menos. Los estudiantes no deben soportar solos la carga financiera. ¿Y Bolonia?
Mal momento para aplicar los fundamentos de Bolonia, aunque hemos iniciado ese experimento a trompicones, sin que los recursos materiales se hayan completado ni se cuente con suficientes docentes, sino con menos profesores de cara a los recortes que se le viene encima a la educación superior. Es encomiable premiar la excelencia, el esfuerzo, la constancia, el entusiasmo por formarse que todo discente debe tener. Gravar al vago y compensar al trabajador parece razonable, sin olvidar que el sistema de becas debe ser fortalecido para garantizar el acceso a quienes menos recursos económicos posean. Cualquier reforma del sistema de educación superior español, inmerso en el europeo, debe apuntar a mejorarlo sin menoscabo de los avances conseguidos.
Con 76 universidades, casi todas públicas, una a la puerta de casa, prácticamente, es imposible sostener económicamente una educación superior de calidad. Tal vez sería incluso difícil aun teniendo dinero de sobra. Sin fondos es imposible. De los rankings mundiales, ninguna universidad española está entre las cien primeras. El aumento de las tasas por matrícula en una escala que pechará a los suspensos consuetudinarios e incrementará el pago general, no supone que las penurias administrativas se resuelvan. Casi la mitad de estas casas de educación superior están en tres CCAA: Madrid (14), Cataluña (11) y Andalucía (10). En todo el país hay 1.300.000 estudiantes aproximadamente. ¿Necesitamos tantos? El mercado de trabajo no tiene capacidad para absorber a miles de graduados. Tampoco se les puede negar el acceso a los jóvenes que quieren estudiar, aunque no están los campus para servir de contenedores de holgazanerías.
Los rumores corren por los académicos pasillos de los despachos de los profesores. De 240 horas lectivas se pasará a 300 para los docentes fijos; se reducirá al mínimo a los educadores eventuales o asociados. Ya se ha bajado en un 30 por ciento la reducción máxima de 96 horas a los profesores con más de 60 años para el próximo curso, 2012-2013. El sueldo, ya rebajado en junio de 2010, seguirá igual, se espera, aunque tocado desde febrero por el impuesto contributivo. Ante este panorama de mayor carga horaria, ¿cómo se puede aplicar con propiedad los preceptos de Bolonia? La evaluación continua, el seguimiento tutorial de los alumnos, la revisión de ejercicios, casos, trabajos colectivos e individuales no se podrá hacer a cabalidad si hay que estar impartiendo más y más horas de clase.
El problema es complejo de resolver. Pagar más, rebajar los sueldos de los docentes –los de Andalucía son los más bajos de España– incrementar las horas en las aulas y laboratorios no solucionará la ecuación de un sistema universitario anquilosado en lo esencial, como es la transmisión autorizada y actualizada del conocimiento y de una investigación sostenida. Sin contar o contando con un territorio laboral paralizado, que empuja a miles de licenciados a emigrar con su diploma recién obtenido en la maleta. Las relaciones universidad-empresa tienen que ser replanteadas. Si se quiere profesionales debidamente preparados en relación a las necesidades laborales, ¿por qué no pedir a las empresas privadas y públicas que colaboren aún más decididamente con las universidades? Ante grandes retos hay que sacudir la imaginación y buscar alternativas aunque parezcan difíciles e inéditas en España. Subir las matrículas es la inmediatez y no va a resolver las graves y grandes dificultades de tantas universidades en tan poco espacio.
El caso andaluz es paradigmático. 10 casas superiores de estudios, todas públicas, un ejemplo del ‘café para todos’ que parece ahora insostenible. La idea era y es encomiable, una universidad a tiro de piedra para cada provincia, en Sevilla dos; pero Jauja pasó de largo y nos viene liquidando los bolsillos, mientras el Estado fagocita todo lo que toca, incluso a la distancia de la descentralización. La Alma Mater está en horas bajas. Que la Comisión de sabios sea iluminada para que den con las claves de la puesta al día de tanta universidad para tan poco prestigio.