Cambiar el rumbo de Andalucía, que es la elección que ya tenemos encima, es de alta prioridad. La materia prima está formada por ocho y medio millones de andaluces
Hoy no es un martes cualquiera. El cambio proclamado por el PP comienza su andadura en España. Les queda Andalucía, donde ocho y medio millones de personas forman una comunidad plagada de paro y esperanzas. El futuro siempre puede ser mejor, pero hay que labrárselo. Los andaluces no son los vagos del Sur, como dice el señor de los caballos, ese prototipo añejo del señorito, que aún cree que los hombres y mujeres de esta tierra están sembrados para su único y propio beneficio. Todavía hay cosas que cambiar en la mentalidad de ese tipo de aristócratas, enraizados en la idea de pertenecer a una clase rectora, nacidos para mandar y llevarse la plusvalía.
Así que el cambio es más complejo y complicado de alcanzar de lo que puede parecer. No sólo es cambiar un partido gobernante por otro. Es transitar de ese subdesarrollo instalado en muchas, demasiadas mentes, hacia un profundo concepto de desarrollo. Esta tierra tiene ganas y puede, tal vez la profunda crisis económica sea un acicate, pero los gobernantes deben ser valientes si de verdad quieren cumplir lo que prometen. Cambiar no debe ser sólo un lema publicitario, que vale para la campaña electoral y después se archiva y olvida. Todo cambio requiere la valentía, de asumir riesgos y esforzarse en cumplir metas, que se han ido dejando aparcadas en treinta años de hegemonía absoluta del socialismo andaluz.
No es que Andalucía sea lo que fue, pero la madre que la parió aún la recuerda. Aquella proclamada carrera hacia la segunda modernización, quedó en el camino del olvido, que fue un querer y no poder, otro eslogan más. Ahora es la hora de esta tierra, que nos recuerda en las ofensivas palabras del conde del caballo, que hay mucho por hacer aún y que nadie lo hará por nosotros. Si rechazamos la adjetivación del distinguido noble, no es menos cierto que ha llegado la hora de trabajar más, aunque para ello se necesiten las bases para el empleo, que tienen que poner los dirigentes empresariales y políticos. Abrir esas mentes es el primer paso. Ante un reto como al que nos enfrentamos, nunca antes planteado, se necesitan soluciones audaces, un verdadero cambio de mentalidad. No es suficiente con prometer un cambio, que en boca de José Griñán suena a canto de sirenas.
La campaña electoral andaluza ya ha comenzado. Los candidatos principales se calzan los guantes para la pelea por el voto. Va a ser demasiado larga, porque lo único que ya no se puede perder es tiempo, el trabajo hace rato que se perdió y nadie consigue uno nuevo. Cada día, la cola del INEM no deja de alargarse. La primavera está más lejos que nunca, cuando el invierno del desempleo aprieta a una población que crece sin descanso.
Mientras llegamos a esas nuevas urnas de votación, el cambio arranca en España, según el PP. Van a ser meses donde los cien días de gracia van a parecer un suspiro, un leve aliento, pero de máxima gravedad. Los ajustes van a poner firmes a los que cobran, mientras los indicadores prevén que los parados seguirán engrosando esas filas del bochorno europeo. El capital de los mercados globales y los bancos locales, que nunca pierden, que tienen colapsado al mercado inmobiliario y el crédito personal y empresarial, seguirán siendo una carga más que una ayuda para el gobierno. Va a ser una de las principales variables para medir ese cambio español. Si el capital permite crear empleo y el nuevo gobierno puede cambiar las reglas del juego, comenzará a bajar ese porcentaje de desempleados, que dobla a la media europea. Los ganadores saben y lo ha dicho con claridad, que tal cosa no sucederá de inmediato. La tragedia no ha llegado al último acto aún.
Pero no nos aburrimos. Personajes como ese conde aparecen en escena para alegrarnos el día, con sus ancestrales teorías acerca de nuestra capacidad de trabajo, desparramando tópicos en el escenario andaluz. Un actor al que el público premia tirándole tomates podridos o yendo en masa a pedirle trabajo en sus dilatadas tierras andaluzas, que viven de subsidios millonarios de la UE, mientras él acaricia el lomo de sus caballos de pura sangre azul, como la de él. Pero el cambio va.
Los oportunistas de siempre han sacado de contexto lo dicho por Calletano,un ejemplo,mientras había-y hay -cientos de miles de parados,otros cobrando el paro y otros cobrando el PER,¿Cuantas/os Rumanas y Marroquies tenían que venir a la recolección de la fresa?.
Por cierto algunos no se enteran que estamos en la segunda decada del Siglo XXl,¿para protestar por algo hay que asaltar propiedades ajenas?,¿para protestar por algo hay que ir cargado de banderas entre ellas la republicana,por favor en que pais vivimos.