Los casos que se eternizan sin llegar a resolverse es causa común en la investigación policial y en los tribunales al uso. Ejemplos hay en los periódicos. ¿Por qué son tan lentos?
Dos niños perdidos en Córdoba y sin hallar a algo más de dos meses de su desaparición. Un padre que dice que los extravió en un parque, pero cuyo testimonio deja lagunas, que a la investigación le hace sospechar de su implicación directa. Un padre, que no ceja en su versión y que insiste en que sus hijos le fueron sustraídos. Mientras pasan los días, las tareas de búsqueda resultan infructuosas. Los expertos policiales han rastreado hasta el último recoveco posible. Los niños, vivos o muertos, no aparecen. Los investigadores y el fiscal sospechan y le dan vuelta a la hipótesis primera: el padre es el culpable, pero no hay pruebas firmes ni concluyentes. El caso se enreda en un pasar de días, que para la otra protagonista de esta macabra historia, callada y ausente de las cámaras, la madre, debe ser un lento pasar por el infierno.
El otro caso, extendido en los tribunales por tres años es el del asesinato y desaparición del cuerpo del delito, conocido como ‘Marta del Castillo’, una adolescente que tuvo la mala fortuna de enamorarse del tipo equivocado. En una confusa cita en la casa del convicto asesino, Marta fue asesinada, según el autor directo del crimen por un golpe con un cenicero. A confesión de parte, las puertas de su celda se abren para alojarle, pero ¿dónde está el cadáver? En una orquestada sucesión de testimonios, los aparentemente implicados, ayudantes del encausado principal, dan pistas falsas, ubicaciones lógicas, pero inexactas, que hace fracasar a la policía en sus varios intentos por encontrar el cadáver, pero sin éxito. Esto supone que no se le puede practicar la autopsia y, lo que es más relevante, el reo no podrá recibir una condena con todo el peso de la ley. Él mismo ha declarado en la vista última, hasta el momento, ante el juez que no sabe dónde puede estar el cuerpo sin vida de Marta del Castillo.
Un padre, que puede que no sea culpable aunque todos los indicios lo hacen suponer, como aquel protagonista de la película de Alfred Hichtcock, ‘The wrong man’ –‘El hombre equivocado’– o ‘Falso culpable’ en su versión en español. Basada en una historia real, que el mago del suspense tomó de una noticia publicada en un periódico, pero que parecía inverosímil. Un tipo común y corriente, como este padre, se veía implicado en un atraco y asesinato, y la investigación le condenaba porque todos los testigos y coartadas le señalaban como el verdadero culpable, pero no lo era. Puede que con este hombre que perdió a sus dos niños en un parque, una tarde aciaga, le ocurra lo mismo, pero los investigadores se enredan en un laberinto de conjeturas, mientras a dos meses, los cuerpos de los menores siguen perdidos.
Una pandilla, liderada por el asesino confeso, formada por amiguetes de botellón, su hermano y su novia; otra chica por la que, al parecer, había dejado a Marta, son los personajes de esta tragedia que ha destrozado a una familia de clase media sevillana, que aún no ha podido enterrar a su hija. Un grupete de semianalfabetos funcionales ha puesto en jaque mate a la policía y al entramado judicial andaluz. ¿Es posible? Pues sí, así es. Los dos casos tienen evidentes puntos similares. ¿Qué falla en las investigaciones profesionales y la instrucción judicial? Algo hay que revisar y poner al día, y no sólo la lentitud con la que se mueven los legajos en los tribunales.
Este es otro perfil de un país que tiene algunas cosas que cambiar y poner al día si quiere salir del atolladero en el que se encuentra. El asunto no es sólo económico. Medios materiales no han faltado para realizar ambas investigaciones, pero aún así la cuestión no se ha resuelto judicialmente. El escamoteo de la verdad de los hechos, ha hecho que los tribunales no hayan podido establecer con claridad y hasta el final qué sucedió realmente con el cadáver de Marta del Castillo y dónde están los dos niños. Hasta hoy, son dos ejemplos de cómo la justicia es burlada. Hay otros casos y, seguramente, habrá más. Ya hemos reseñado aquí el audaz asalto al depósito oficial de la cocaína en Málaga, aún sin resolver. ¿No es hora ya de ponerse serios y cambiar lo que haya que cambiar para que la justicia adquiera eficacia y celeridad?