Mientras la vieja Europa se desangra y la cuna de la democracia se vende al mejor postor, China puede ser un buen comprador, nuestra verja sigue en pie
En una espiral de despropósitos, la opinión técnica del arquitecto Jerónimo Junquera ha triunfado, obligando a la ciudad a mantenerse separada de su puerto marítimo por una verja absurda y vieja, no una antigüedad. Las administraciones involucradas tampoco han estado finas. Si la Junta de Andalucía se comprometió a eliminarla, finalmente se conformó con la provisionalidad de retranquearla, para decidir más adelante. Desde marzo, fecha de la inauguración del palmeral y del remozado muelle, han pasado noventa días sin noticias sobre el asunto. Tras el silencio electoral, la verja sigue allí imponiendo su división, más dura de tirar que el muro de Berlín.
Una vez más, como en tanto otros asuntos de la ciudad, la Junta y el Ayuntamiento de Málaga se miran pero no se perciben. El desacuerdo está en la propuesta del Consistorio de construir un tercer carril en el paseo de los Curas en dirección Este, para aprovechar el espacio ocupado ahora por la verja; la Junta no quiere aprobar eso, el arquitecto de las palmeras tampoco. Su argumento es el incremento en la inseguridad para los peatones al tener que cruzar una vía de tres carriles en pos del palmeral. Sin duda, es discutible ya que se han inventado los controles de velocidad e incluso los semáforos peatonales. La frontera de hierro y piedra sigue allí, como siempre ha sido.
Hay que recordar que la idea original de todo este embrollo palmeral, es que el paseo fuera soterrado, sin peligro alguno para los sufridos peatones. Eso, con la crisis en la que está instalada España, no es posible. Pero que haya dos carriles como ahora o tres, ¿en qué medida aumenta la peligrosidad? Es que hay otro detalle: el desnivel entre la zona nueva del puerto-palmeral y la calle. Junquera se niega a poner rampas de acceso para salvarlo. Cosas de la estética de los arquitectos. La verja ríe en silencio.
La delegada del gobierno andaluz, Remedios Martell apuesta por tirar la verja, siempre y cuando se olviden del tercer carril. Todo tiene que ver con reducir la intensidad del tráfico automotriz por la ciudad. El tema estará en la agenda de los políticos (Martell-de la Torre) en su anunciada reunión del próximo 12 de julio. El Ayuntamiento piensa en el desvío, al que tendrá que obligar las obras del Metro, que pronto llegarán a la Alameda y a la plaza de la Marina, y plantea ese tercer carril como aliviadero. La verja en pie resuelve el problema: ni más ni menos tráfico y que los peatones entren y salgan por la única puerta accesible, frente a la Marina.
Rara vez las condiciones técnicas coinciden con el sentir popular, que en este caso sería ver, por fin, integrados puerto y ciudad. Mucho más difícil es que las administraciones piensen en eso como punto prioritario. Primero se anteponen las razones políticas para fastidiar al contrincante que el sentido común, que en este caso sí es el más común de los sentidos. Cada instancia de la ciudad para mejorar su entorno físico es una batalla interminable, una cruzada de siglos. Todavía colea el PGOU, tal como anunciamos el pasado martes. Un aburrimiento permanente, que nubla el entendimiento y afloja las voluntades. Dejen la verja en pie, total forma parte del paisaje urbano degradado de ese parque tan preciado y difícil de mantener verde. La verja es un símbolo de la separación que nos desune. Por tanto, juega un papel fundamental en la mentalidad subdesarrollada y estéril de algunos dirigentes, no sólo de los políticos. Ahora que Pendón puede recalar en el puerto, nos atrevemos a sugerirle que componga unos verdiales a la verja, para que quede en la memoria colectiva tan señera imagen del acervo popular. ¡Que viva la verja! Símbolo máximo de la incongruencia de una ciudad a la que no dejan madurar.