La precariedad laboral del oficio periodístico, siempre cercado por los enemigos de la libertad de expresión, tiene un presente oscuro y un futuro incierto
Bajo el lema, ‘dignidad, libertad y futuro’ los periodistas andaluces se han reunido para reclamar su Colegio profesional. En Jerez de la Frontera, han puesto sobre la mesa la larga aspiración de constituir su Colegio, tal como ya tienen otras Comunidades Autónomas. Los consejeros de la Junta de Andalucía, Luis Pizarro y Mar Moreno, han anunciado allí que el asunto está muy cerca de ser una realidad. Aunque un Colegio de periodistas no será la panacea a todos los problemas de la profesión, sí proporcionará un marco jurídico más sólido para la profesionalización de este oficio tan cercado por el intrusismo y los ataques a la libre expresión.
Parece insólito, a estas alturas, que desde el poder local se tomen represalias contra periódicos por hacer su trabajo, que incluye la vigilancia sobre el poder público. Cuando a ciertos políticos se les atraviesa un titular adverso, una fotografía comprometedora, un comentario sobre su errada gestión, una crítica en fin, para que se corrija, la venganza puede ser fulminante y directa: se les suprime la publicidad, único alimento tangible de los diarios de papel o digitales.
En estos tiempos, de recortes de plantillas, de periodistas adocenados haciendo ocho informaciones por día, de baja generalizada de la calidad informativa por la escasez de recursos, un corte en la publicidad, por pequeño que sea, perjudica seria y directamente a los redactores de los periódicos afectados. Este tipo de decisiones revanchistas han sido tomadas por altos representantes públicos electos o designados a dedo contra, al menos, dos diarios de esta ciudad en los últimos meses.
El que juega a la democracia tiene que saber que el cuarto poder, aunque ya muy disminuido, sigue siendo la prensa. Tienen que convivir con esa espada de Damocles sobre sus cabezas. No es grato, pero son las reglas del juego. Es cierto también que los periodistas y los medios no tienen una patente de corso, para atacar a mansalva a los políticos. El código deontológico de los informadores existe y se cumple. Que exista un Colegio será aún mayor garantía para sus integrantes y para la sociedad civil y sus representantes políticos. Pero, mientras tanto, hay que desconfiar y denunciar a quienes se escudan en su poder pasajero, para sancionar a la prensa que no le ríe sus gracias.
Un indicativo importante para clasificar el estado de desarrollo de una sociedad democrática es la fortaleza de su prensa. La nuestra está débil porque atraviesa una fuerte crisis económica y de redefinición de sus formas, como en todo el mundo occidental. En EEUU han cerrado sus ediciones de papel periódicos decanos, para refugiarse en la digital, como único recurso de sobrevivencia. Una prensa disminuida, corre el riesgo de atrincherarse en la autocensura para sobrevivir, de volverse tímida. Y así las democracias se retrotraen a una caricatura siniestra de la libertad.
La prensa está en la encrucijada en que la ha colocado las nuevas tecnologías. Son momentos de redefinición de los mensajes, de sus formas y sus contenidos. El diario digital está por inventarse. Los públicos ya no son los de antes. Los jóvenes no leen esos aburridos periódicos, y perder lectores, significa perder circulación y, de inmediato, publicidad. Estamos en la generación de las imágenes, pero la información visual ni abarca todo, ni suelen ser tan precisa, como la letra impresa. Si a este panorama, ya complejo y complicado, le sumamos los ataques de estos talibanes de la política que tiran piedras sobre sus propios tejados mediáticos, la situación puede convertirse en insostenible.
Quizá, que en su artículo de hoy, señor Ariza, no aparezcan los nombres y apellidos de esos talibanes de la política, le haga a uno pensar que muchos -y demasiados- periódicos tienen lo que se merecen, para desgracia de los ciudadanos, y de la democracia.
Un saludo
Quizá, que en su artículo de hoy, señor Pérez, no aparezcan los nombres y apellidos de esos talibanes de la política, le haga a uno pensar que muchos -y demasiados- periódicos tienen lo que se merecen, para desgracia de los ciudadanos, y de la democracia.
Un saludo
«La precariedad laboral del oficio periodístico, siempre cercado por los enemigos de la libertad de expresión, tiene un presente oscuro y un futuro incierto»..que razón. Conozco a una amiga que es periodista y el futuro lo ve demasiado negro, unas condiciones laborales que dejan mucho que desear, contratos en práctica más contratos en prácticas, poco dinero, muchas horas….y pod´ria decir muchas cosas más, pero encima, el periodismo está perdiendo ya la visión romántica que tenía, y la libertda de expresión ya no existe para ellos, ni trabajan ni escriben de lo que quieren..se ven sometidos a unas cuerdas de las que dificilmente pueden escapar
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