Las policías están desbordadas. Persiguen, captura y extraditan a los malos. Pero éstos son escurridizos, profesionales de la huida, que han encontrado en el sol malagueño un refugio casi seguro. Adif nos perdona la vida. La verja sigue en pie
Todos tienen apellidos extranjeros: Tranter, Baxendale, Pitman, Tzolov, Kalashov, entre otros. Sus delitos son variados y parecen protagonistas de una novela negra europea aún por escribir. Violadores de menores, homicidas, narcotraficantes, estafadores, mafiosos de Georgia. Tras muchos, demasiados meses de pesquisas, los investigadores del mal, han dado con algunos y le han colocado las esposas a un centenar de ellos. El sol malagueño delató su sombra de delincuentes internacionales. La operación la firma la Udyco-Costa del Sol.
Esta redada selectiva tiene el valor, no sólo de limpiar la costa de un nido de peligrosos antisociales, sino la calidad delictiva de las piezas cobradas. Son individuos expertos en el escape, desde poder huir de sus países de origen hasta camuflarse en pequeñas localidades de la Costa del Sol, donde la afluencia de extranjeros es cosa cotidiana. Capaces de cambiar su apariencia mediante el bisturí de la cirugía plástica; de obtener pasaportes falsos, con apariencia de verdad. De pasar desapercibidos como un guiri más de los miles que pululan por playas, piscinas, bares, restaurantes, centros comerciales y hasta colegios para sus hijos. Un paraíso para la jet set de la delincuencia profesional.
Esto es ‘caza mayor’ dicen los orgullosos polis, y no es para menos, porque la carta que juegan estos ‘malos’ es creer que las fuerzas policiales españolas no hacen bien su trabajo; otros colegas del mal les han contado que son funcionarios vagos y que esta Costa es segura por tanto para ellos. Parece que está dejando de serlo. Con sentido del humor negro, le pusieron ‘Cardhú’ a una operación que peinó los bares, donde había indicios de que los buscados eran habituales de la noche de copas; cogieron a cinco de ellos con el escocés en los labios. Estos policías cuentan con unos valiosos aliados o colaboradores, los ciudadanos de a pie, que han dado la alerta en algunos casos, con la consiguiente detención de los sospechosos.
El grueso de los capturados son franceses y británicos, aunque los del Este de Europa y los rusos de diferentes localizaciones completan esta legión, que, en muchos casos, se enfrentan a cadenas perpetuas en sus países de origen. Una condena que en España sería mucho más benigna. No en vano, éstos suplican por ser juzgados aquí, sobre todos los rusos, ya que saben que de sus cárceles no saldrán nunca.
ADIF más es menos. No se puede dejar de preguntar, qué mosca le ha picado al presidente de la Administración de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), el malagueño Antonio González para ceder los terrenos para el bulevar por encima del soterramiento de las vías del tren AVE, que empecinadamente se negaba a entregar, cosas de la aritmética electoral. Nos cede anticipadamente el suelo -muchas gracias, señor González-, a la espera de que el tribunal dirima la cuestión de la titularidad del suelo. Cualquiera que sea esa decisión judicial, ADIF espera una ‘compensación urbanística’, lo cual significa en lenguaje llano unos terrenos para su aprovechamiento por Renfe. No les basta con todo lo cedido ya por la ciudad: la nueva estación ‘María Zambrano’, centro comercial incluido, núcleo de viviendas y un hotel, que ADIF explota, sino que por ‘ceder’ los terrenos del bulevar, también hay que pagarles más plusvalías. Málaga siempre contra las cuerdas.
Con esos flecos por anudar, parece que el Ayuntamiento de Málaga se pondrá manos a la obra del bulevar. Eso es lo importante, que se construya, mientras el litigio camina por los lentos senderos de la justicia. Y como casi estamos en Navidad y las elecciones municipales vendrán de la mano de los Reyes Magos, los representantes de las administraciones se sientan a platicar con calma sobre el Parque Benítez, son los milagros electorales que sorprenden, porque cuando se presentan no se sabe bien si son espejismos y, como cándidos espectadores, queremos creer en ellos.