Erráticos

11 Dic
El que ahora marca el rumbo de España no parece manejar con tino la brújula de la concordia

 

Un reino en tiempos revueltos. El hilo y la aguja están extraviados. De coser heridas, nada; que se desangren de nuevo. 40 años de democracia no parecen suficientes

Carlos Pérez Ariza

España en democracia, con una Constitución de 40 años, no ha madurado aún. Parece como los adolescentes de ahora, que siguen siéndolos hasta avanzada edad. Recuerdo en estos días a Sir Winston Churchill, que ganó una guerra y perdió las elecciones. Nadie salió a la calle a protestar. El viejo zorro de la Gran Bretaña, aguantó y ganó las siguientes con 77 años. Aquí, aún desconocemos ese talante de equilibrio político. Somos una nación de extremos. Empeñados en autodestruirnos, cada tanto, sin conseguirlo, y vuelta a empezar. Si vemos peligro en el otro lado de la acera, la asaltamos y armamos una guerra civil enarbolando banderas diferentes. Si las urnas electorales dan la sorpresa, nunca esperada, de que ganen los contrarios a los de siempre, salimos a la calle con las enseñas propias de los indignados e irredentos de una fracción de la historia española sangrienta. El equilibrio democrático marca su madurez soportando al que no piensa como tú. Aquí se ha dado ejemplo con Podemos, con sus 71 diputados en Cortes. Pero 12 diputados territoriales andaluces de VOX no se puede aguantar. Se mira a sus casi 400.000 votos como apestados de una derecha casposa. Unos ciudadanos, que en el caso de estar equivocados, tienen el mismo valor al votar que los de la extrema izquierda, la moderada o el centro derecha. Hay que tirar menos piedras en las calles y dialogar más a diario.

El rey/jefe del Estado dice que la Carta Magna (CE/78) es la base de la concordia. Los más moderados dicen que de revisarla en este momento, ni hablar. Otros ven posible su adecuación a los nuevos tiempos, que corren más que sus señorías. Y otros más, claman por derogarla directamente y convocar una asamblea constituyente, que dicte otra diferente sin monsergas monárquicas en su letra. Sobre estos últimos planea la idea de la III República con otra bandera y escudo sin corona. La agitación cunde por las calles y en las universidades se vota en simulacro de monarquía vs república y gana esta última. El patio se viene calentando en una calculada práctica bolchevique: agitpro a la española. Los votos andaluces de VOX les han venido bien. La historia se repite, casi calcada, ahora con RRSS, y cadenas de TV prodemitas. Desde fuera nos ven como un país en agitación perenne, aunque al final la sangre no llega al río. Una vez llegó. La historia está en la memoria.

Aquí se denigra de la Transición. Se pudo hacer más. Los que estuvieron allí dicen que se hizo lo posible para ese momento. Salir del sistema franquista de 40 años, para inaugurar urnas de votación masiva, estuvo basado en la reconciliación. Un ejercicio demasiado cristiano para los que ahora miran a aquel período como una traición a los valores revolucionarios. Creen que fue una ocasión perdida para haber proclamado la República. Ahora pretenden borrar aquel ‘error’ y corregir el rumbo perdido. El espíritu del 78 ha quedado en el desván del olvido, para quienes quieren imponer a los españoles su forma de libertad, cuyo riesgo reside en perderla. La convivencia peligra. Sobran políticos del instante y faltan un par de estadistas del momento.

El Congreso escenificó la España que tenemos. Los separatistas, como acostumbran, no asistieron. Su ausencia en sus sillones, que el ejercicio democrático les ha otorgado, estuvo vacía de contenido. Los podemitas sí que acudieron para dar fe de su absoluto repudio a la monarquía, especialmente al rey emérito, que no necesitó del aplauso de Pablo Iglesias y sus adláteres. En los años recientes, la crítica frontal a la Casa Real, la Iglesia católica y el estamento militar ha asomado por la prensa. Es una pista de cómo va avanzando el sentido democrático de España. Que va lento, pues sí, al ritmo que este país ha podido, según su lento siglo XX plagado de baches. 40 años de dictadura militar, donde mandaba uno; más otros 40 de democracia y libertad, como nunca ha tenido este país, donde han mandado los votantes. Ahora lo que se necesita aquí es más democracia y más libertad, dentro de un ordenamiento legal claro y preciso. Esa Constitución aún es una guía. Lo que hay que hacer es cumplirla más y mejor.

Por ahora, España sigue gustando a los turistas, que se la pasan muy bien bajo este sol mediterráneo. De eso vivimos principalmente. Ajenos al embrollo catalanista, se pasean en camiseta bajo el calor primaveral de este otoño, que no llega a invierno y no quiere abandonar el verano. Ni miran los titulares que salen del gobierno y oposición, cuyas pedradas rompen el silencio crepuscular de la Navidad. Solo a los españoles de a pie, crispa los nervios el gobierno errático de Pedro Sánchez, que parece agradado por la pérdida socialista de Andalucía. Ha dicho que ese escenario a la derecha favorece a su izquierda. Mientras las urnas generales duermen y esperan. Tras los fastos del aniversario constitucional –cuarenta años no es nada–, el país sigue la senda de una democracia aún bisoña, acostumbrada a la bronca de taberna y a los fuegos de artificio.

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