Andalucía marca el paso electoral de España. Tan plural como este país de países, son las tendencias ideológicas. Derechas desunidas van de la mano a la hora de gobernar
Carlos Pérez Ariza
A Susana Díaz le ha arrebatado Andalucía la agria política de su secretario general, ahora presidente parlamentario del gobierno. Le ganó en aquel pulso por controlar el partido y ahora la ha derrotado por segunda vez. El PSOE andaluz, último reducto de la socialdemocracia española, ha perdido el envite. Para Díaz ha sido la noche más larga, amarga y triste de su vida política. La inhibición fue una losa, tal como ella se temía. Entre los socialistas que no se movieron el pasado domingo y el trasvase de votos hacia otros partidos (Ciudadanos y Vox) le dieron la puntilla. El ciclo duró 36 años. Los errores acumulados han sido muchos. Gobiernos sucesivos sin prosperidad aparente, corrupción desde dentro, sostener el poder más que avanzar en el mismo. Y el desliz de desconocer al votante, que está en el centro del espectro electoral y es mudable; porque ve, mira y vota; ya no es tan analfabeto. Un abstención del 41% (la mayor en casi tres décadas) es el ganador silencioso. El aliado mortal del socialismo andaluz. El enemigo principal no era Vox, como la presidenta clamaba, sino sus propios votantes. Muchos han votado por otros partidos. En Andalucía no ha perdido Susana Díaz, sino su PSOE.
Estas elecciones han sido el preámbulo de las próximas (municipales y generales). Una ducha de agua helada para Pedro Sánchez y sus socios. Estos resultados van a precipitar su decisión de convocarlas. Cada mes que pasa en el gobierno de España le debilita. Estos malos votos le dan el horizonte de un alzamiento nacional de la derecha. Pero resistirá hasta que se le aclare el panorama. Su aviso a navegante está apuntado en su bitácora de vuelo. El voto andaluz ha sido también un clamor sobre la unidad de España. Cataluña empapa a todo el discurso político del país.
La política electoral da sorpresas, como la misma vida. Al ganar, pierdes. Al perder, ganas. Una aritmética inexplicada aún por la inteligencia artificial. Andalucía marca hoy un antes y un después del PSOE. La democracia, el menos imperfecto de los sistemas conocidos, (descontando la manera china de gobernar o la peculiar ‘democracia a la rusa’ del coronel de la KGB, Vladimir Putin) se asoma a un sistema asimétrico a la española. Un partido de toda la vida andaluza, gana en escaños (33), pero sin músculo suficiente. Un PP, vapuleado, mantiene el tipo (26). Los Ciudadanos, nacidos en Cataluña, doblan (21). Los anticapitalistas agrupados, bajan algo (17). Los debutantes (12). La sumatoria de las izquierdas (33+17) no alcanza a los sillones mágicos (55). La de las derechas sí (26+21+12=59), siempre y cuando se atengan a sumarse. El PSOE que gana aquí, pero no gobernará; puede ser un traje a medida para Sánchez en sus elecciones.
La gobernabilidad está por construirse. No es esta columna sostén de visiones futuristas. Lo lógico, aunque en político nunca gobierna esa mirada, es que el PP encabece un gobierno en comandita con Ciudadanos y el apoyo de Vox. El líder de Cs pretende ser quien presida la Junta. Posiblemente quede de vicepresidente y con cuatro o cinco consejerías. Con Elías Bendodo en el equipo de Juanma Moreno Bonilla, pueden despedirse de Turismo. Vox podría no participar directamente en ese posible cogobierno, sino mirar la corrida desde la barrera. La tentación de Ciudadanos de plegarse a un cogobierno con el PSOE, sería difícil de tragar por sus votantes. Las izquierdas harán oposición feroz. Es su papel y así funciona esto. Que no esperen misericordia.
Los analistas subrayan que un primer gobierno de las derechas andaluzas tendrá una ingente tarea. Desmontar el tinglado socialista, con casi cuarenta años funcionando, va a ser un rompecabezas de mil demonios. Al mismo tiempo está gobernar a la CA más habitada de España. Con problemas endémicos de siempre: desempleo crónico. Con números desorbitados entre mujeres y jóvenes; alta incidencia en provincias como Cádiz. Con una profunda necesidad de revisión del servicio sanitario y de la educación, desde la base a la superior. Con soluciones urgentes a la dependencia excesiva de la economía del turismo y la agricultura. Con el invitado siniestro de la corrupción instalado en los recovecos del poder. Una región que tiene que salir del final de la cola indicadora de España y Europa. Un gobierno de las derechas tiene ese reto, sino no lo asume y lo gana, no durarán otros cuarenta años. Otro terremoto electoral los derrocará.
Lo sucedido el pasado domingo da las claves del nuevo panorama de la política en España. Los resultados andaluces, sin poder extrapolarlos punto por punto, van a marcar las votaciones venideras en 2019. La siguiente prueba será en el 26 de mayo con las municipales en unas 800 localidades. Que el PSOE pierda el gobierno provisional de España, que les dio la moción de censura, es una posibilidad más que cierta. ¿Qué gobierno podrá formarse? No son estas letras del vaticinio, sino de las probabilidades. Miren el espejo andaluz. Andalucía ha marcado la tendencia. No se sabe si serán mejores que lo que hemos tenido. Lo que sí está claro es que votando se puede cambiar el presente. El futuro es cosa de sabios.