Los de ‘La Manada’ han sido condenados suavemente, pero ajustados a Derecho. Violar o matar a una mujer aún sale barato en este país. Los vengadores se han cargado a Cristina Cifuentes
La venganza es un plato que se sirve frío, dicen. A la ya ex presidenta de la Comunidad de Madrid, se lo guardaron en el congelador desde 2011 hasta la semana pasada. El pozo de rencor que habita en el PP madrileño tiene un fondo oscuro y siniestro. Resultó que no tuvo que dimitir por el fraudulento título Máster, sino por haberse metido en su bolso un par de tarros de crema sin pasar por caja, aunque pillada infraganti canceló los 40 euros. Con el video de la cámara de seguridad de aquel entuerto, la han enviado al ostracismo para siempre. Cuando la señora Cifuentes tenga que ir a un supermercado o a El Corte Inglés, sonarán las alarmas, desde su cara de sospechosa cleptómana. En un país como el nuestro, donde mentir sale gratis, a esta política le ha costado su carrera. Está bien que alguna vez suceda, pero las formas han sido deplorables. El otro suceso, que tiene a España y el mundo en pie de guerra, es la sentencia blanda a los cinco de la pandilla autodenominada ‘La Manada’. La verdad de los hechos se puede torcer en un tribunal, depende de las pruebas, que siempre sufren interpretaciones. Si la Justicia parece injusta, la gente se inclina a actuar como en Fuenteovejuna. La sociedad española cree que cinco salvajes, acorralando y violando a una chica de 18 años, es un acto de agresión directa y punible al máximo. Los tres jueces, apegados al Código Penal, no han opinado lo mismo.
Esos cinco amigos que salen por el mundo a cazar mujeres, que viven montados en sus penes de hombría dudable y siniestra, estarán contentos de su ‘hazaña’. Les han dado nueve años tras las rejas. Como llevan ya dos, les quedan tan solo siete, pero lo más probable es que salgan en tres con una condicional. Para ellos el jolgorio les salió barato. Puede que al recurrir la Fiscalía y las defensas de la víctima, el fallo se revise y aumente. Se verá. Mientras tanto, la calle clama. No sólo las mujeres, pero mayoritariamente ellas, expresan su frustración ante una justicia medida hacia el menor daño a los violadores y que deja a la chica en minusvalía jurídica. Los delitos se ejecutan a la sombra de leyes frágiles. Es tiempo de revisar y poner las leyes en consonancia con los tiempos. El territorio de las RRSS es un buen ejemplo, donde a ‘La Manada’ les faltó tiempo para difundir su fechoría. Ufanos de haberla realizado en grupo. Pobrecitos, han sido condenados por abuso sexual, pero no por violación. La gente de la calle no entiende esa sutil diferencia judicial.
Mientras estos infrahombres sexuales esperan nuevos juicios, ¿cómo se rehabilita el daño hecho a la joven violada? ¿Cómo entenderá ella que el peso de la Ley fue tan liviano, cuando recuerde aquella fatídica noche en aquel portal? Lo que se plantea es que si hay que modificar el Código Penal, sobre estos casos, ha llegado el momento de ponerse en ello. Hoy parece evidente que, en este terreno, la Ley está por detrás de los acontecimientos. Una sociedad que permite que un juez aplique el reglamento vigente a rajatabla, sin considerar los agravantes de este caso en particular, está en peligro de extinción prematura. Si el espíritu de la Ley es proteger al más débil, en este caso no se ha observado. Se le exige a la víctima probar su inocencia. El daño inferido a la joven violada, no ha tenido para la sociedad española el merecido castigo.
El caso Cifuentes hunde al PP. Está cercado y el incendio se propaga como en un bosque de verano. Tienen un caballo de Troya dentro de su sede. Con lo que le cae desde esa Cataluña irredenta y antiespañola, los casos de corrupción que revolotean sin descanso y ahora el Máster untado en cremas. La prensa voraz, sin piedad, les hunde con cada titular. Lo que suceda en Madrid es un peso muerto para el PP en las próximas elecciones generales. Es paradójico que si, según el Gobierno, España va bien, estén acorralados electoralmente, según todos los sondeos preliminares a un año largo aún.
Los Ciudadanos suben como la espuma a expensas del PP, que se hunde en Madrid. PSOE, baja un tanto, aunque mantiene el tipo, sobre todo apoyados en la figura del parlamentario, Ángel Gabilondo. Igual le sucede a Podemos, que baja, pero no tanto, pese a estar cada día en los periódicos desde su jungla interna de improperios y conspiraciones tan típicas de esos politburós. Cifuentes deja el terruño madrileño hecho un enredo digno de tragedia shakesperiana.
España va así del susto a la mentira; de la violación tenue a la salvaje. De dádivas a los jubilados a incertidumbre en todos los partidos, que gobiernan, que han gobernado y que quieren gobernar. Parece que todo indica que es el momento de probar suerte con los bisoños Ciudadanos, que no han gobernado nunca en ninguna parte. Los experimentos en España con gaseosa, que dijo aquel sabio Eugenio D’Ors. No es que los que han manejado este país, con gran experiencia anterior, hayan sido excelentes, pero no se sabe con certeza cómo lo harán estos chicos tan arregladitos y perfumados. Ya sabía el de la gaseosa, que España es un país difícil de gobernar. Sin hablar de los chicos de la nueva izquierda del siglo XXI.