En el serial, viajar al pasado es tarea cotidiana. En el terreno de la política, el tiempo se comprime o extiende a conveniencia. La relatividad intentó poner orden en su transcurso
Albert Einstein, al intentar suponer que el espacio-tiempo tiene que ver con la gravedad, la masa y la energía, abrió la mente al universo que tenemos. Una geometría espacial y temporal, que desde la política se aprende e interpreta de manera diversa. Le explica Einstein a Franklin Delano Roosevelt –en un documental televisivo sobre su vida y pensamiento–, que el tiempo es relativo “ya que si se está esperando una mala noticia se eterniza, pero si se está en la cama con una mujer a la que amas, pasa muy rápido”. Todo tiempo pasado fue mejor. Depende del pasado. Dicen los físicos y los que andan en lo de la ciencia cuántica que viajar al pasado es casi que imposible. Aunque al futuro ya se ha probado teóricamente. Los del Ministerio del Tiempo saben mucho de eso, están constantemente yendo hacia atrás en la historia para enderezarla. Luchan con una España que pasó y nos ha traído hasta aquí. Sobre el tiempo futuro hay opiniones. Sólo proyecciones: unas optimistas y otras no tanto. Todo depende de la orilla política desde las que se emitan.
En el futuro español están las pensiones, cuya hucha está cada mes más debilitada. Es cuestión relativa, pues depende de una ecuación simple: A más empleo, mayor seguridad para los que se vayan jubilando. Hay también una interviniente principal, cual es el peso impositivo. El gobierno ha sido tajante en estos días. “No se pueden bajar los impuestos”, al parecer aún hay mucho por recaudar. Todo parece relativo al despejar esa sencilla, pero engorrosa ecuación de la aritmética tributaria de la que es prestidigitador, el ministro Cristóbal Montoro, un descubridor de la relatividad presupuestaria. Aquel otro Cristóbal, Almirante de la Mar Océana, y este otro, Capitán de la Terra Incógnita.
La política juega con el tiempo. Saber esperar el instante preciso, el más conveniente, ‘dilatar los tiempos’, que dicen, es una de las artes mayores del ejercicio político. Tenemos grandes artistas en ese campo. Y otros que aprenden rápido. Los más avezados destacan por sus nervios templados en las pruebas de tiempo. Los que se inician se refugian en los tiempos mediáticos, que siempre dan buenos niveles de audiencia en las horas pico. Hay quienes empujan los tiempos para alcanzar sus metas aun antes de que les toque su hora. Como quiera que se mire, política y tiempo, están irremisiblemente unidos por el cuello. A los más impacientes les gustaría encontrar un ‘agujero de gusano’ para ganar tiempo. Ganarlo cuesta tiempo, tal vez por eso dicen que es oro.
El otro misterio que guarda esa medida del espacio que llamamos tiempo es entender cómo una película puede narrar, en dos horas reales del reloj, lo que le sucede a unos protagonistas en una hora de sus vidas o en toda su existencia. Efectivamente, se ha definido al cine como el arte del tiempo. Es la aplicación más efectiva, hasta ahora, de la relatividad de esa invención que nos mide al minuto el lapso que va del nacimiento a la muerte. Los grandes directores del cine juegan con la intuición del instante, que tan magistralmente narrara Gastón Bachelard. Pasear por su obra es ayudarnos a comprender mejor los recovecos del tiempo, sus trampas, sus ilusiones y su relatividad.
Del tiempo se recuerda el pasado. Lo que sucedió nunca se rememora fielmente, pues también el tiempo se encarga de borrar presencias, situaciones, caras y nombres. El futuro, se intuye, se anticipa, se proyecta, se vislumbra, se hacen prospecciones. Es un tiempo no sucedido, por tanto difícil de asir. Los que gobierna o desean hacerlo, tienen que jugar en presente sobre el futuro. Los futuribles son siempre escenarios de riesgo. ¿Quién podría haber precisado con exactitud, en digamos 1950, la España actual. Ni siquiera en 2008, los gobernantes de turno al timón de esta larga noche, pudieron hacerlo e incluso negaron que tal escenario hubiese llegado. El tiempo es un extraño pasajero que a veces se detiene donde no hay ni siquiera un apeadero.
En los poco minutos que han transcurrido hasta llegar a la lectura de este último párrafo. Puede que le hay parecido poco o más del tiempo real. Depende del interés del tema para usted y de la habilidad mayor o menor del escribiente. Por eso es relativo, porque el tiempo real, que mide el reloj, y el que a usted le haya parecido, depende de factores que no se pueden medir con exactitud. Y el espacio interviene en esto. Por eso, para algunos aspirantes a gobernar a España, el palacio de la Moncloa se les aparece tan lejano, aunque esté relativamente cerca del centro de Madrid. Y para llegar a Marte y esos otros lejanos planetas, como no se encuentre un atajo espacio-temporal, el viaje va a parecer eterno. Ya lo dijo el alemán. “La distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión”. Los políticos viven instalados en la ilusión del poder, que como el tiempo es efímero. Se sigue estudiando a Einstein, que le vamos a hacer.