Mientras el 3% corretea por los entretelones del gobierno catalán, los patios de Podemos y del PSOE se agitan por atrapar la pelota más gorda
Cataluña, como otros territorios autónomos de la España secular, no se salva de la corrupción institucional e instituida. Ya es grave haber fijado una comisión del 3% para toda operación urbanística pública, que iba a las manos del conseguidor del govern. Servía para cubrir los gastos del partido de gobierno, aquel que dirigió durante dos décadas largas el honorable president Pujol y sus delfines. Más grave aún es que sea esa una de las razones por la que los grupos políticos catalanes deseen, con fervor catalanista, separarse del Estado español. Una huida hacia delante, que saben ocasionará una cascada de problemas nuevos. Durante años seguidos han estigmatizado a lo español, desde los toros al idioma castellano. Han inculcado en los jóvenes el odio a un Estado que les extorsiona, que los ahoga a impuestos. El desprecio termina ahora en un callejón de difícil salida. La Fiscalía Anticorrupción exhibe pruebas que salpican de nuevo a la cúpula nacionalista. Aquel partido, Convergència Democràtica de Catalunya, fue sostenido financieramente de manera irregular a costa del ya famoso 3%. La operación institucionalizada era simple. Si las empresas constructoras eran beneficiadas con contratos públicos de obras, entregaban gustosas ese porcentaje. Todo en orden. Y solos estamos mejor, que España se quede en la UE, que nosotros vamos a rescatar a Cataluña, repiten ellos con ese sonoro porcentaje en los bolsillos.
En una clarísima entrevista, de recomendable lectura, http://www.elmundo.es/opinion/2017/02/04/5894d938268e3e4a0b8b45da.html), Félix de Azúa hace una radiografía de la Cataluña eterna. Dice, entre otras ideas a destacar, las siguientes: “Las cesiones sólo sirven para echar más leña al fuego con el agravante de que son los españoles quienes corren con los gastos de las barbaridades del nacionalismo”. Lo cierto es que todo nacionalismo a ultranza, como el que pregonan sus mentores catalanes, conlleva retraso, aislamiento y soledad. Basta con repasar la historia. “Es que el culpable número 1 de lo que pasa en Cataluña es el Estado español. González, Aznar, Zapatero y ¡qué voy a decir de Rajoy! han pensado que cediendo iban a poder solucionar el problema. Y no se dan cuenta de que para que haya Estado, el Estado tiene que actuar como tal en Cataluña”. El Estado central español no se ha caracterizado por su fortaleza y eso forma parte del problema. “No hay solución salvo aplicar el 155, constituir un estado de emergencia y suspender el Estado de autonomías. Y eso no va a pasar…”, finaliza de Azúa. Ahora, la vicepresidenta del gobierno de España, Soraya Sáenz de Santamaría se fotografía muy frecuentemente en Barcelona, y dice que está abierta al diálogo. Como nos enseñaron los griegos clásicos, esa palabra significa un hablar entre dos interlocutores. Con ese descubrimiento crearon el teatro como extensión de la democracia, y tal como la conocemos. No parece que la parte secesionista catalana esté por tal labor.
Mientras, el patio vasco parece en calma, aunque sea un territorio minado. La política española sigue su curso, con crecimiento sobre el 3%; con un paro que no cesa; sin concordia en la Educación ni en los presupuestos nacionales. Con cada año más turistas, al abrigo de un país en calma, mientras otros destinos, incluido París, los han cerrado el terrorismo. El gobierno de Mariano Rajoy continúa hierático. Los diputados siguen de vacaciones aún. Las rebajas llenan el espacio, aunque la gente mira mucho y compra poco, dicen los del comercio. El PSOE se prepara para elegir a un secretario general, que puede ser una secretaria, el suspense está servido. Pero donde se sirven tortas a gusto es en PODEMOS, esos chicos que para hacer la revolución necesitan aclararse.
A pesar de que surgieron en plan asambleario y han conquistado cinco millones de votos para sentarse en el Congreso de los diputados de España, aún no logran ser un partido al uso. Para medrar dentro del sistema hay que consolidarse como una organización política seria. Con el poder alcanzado, se dirime la dirección real del partido. Iglesias contra Errejón, o no tanto como parece, porque Monedero sigue en la sombra, que es donde se teje el manto protector del proyecto. Al final llegarán a un acuerdo. El poder en disputa es grande, demasiado para el poco trayecto recorrido. Y aún falta trecho para llegar al cielo revolucionario. Así, que los chicos de PODEMOS cerrarán filas ante un futuro promisor. Ya han estudiado en las aulas universitarias que dando ‘todo el poder a los soviets’ se asaltó el Palacio de Invierno.
España ha dado un giro político en poco más de un año. Falta que se tenga valor para enfrentar al secesionismo rampante y cambiar lo que se pueda mejorar, como la Ley Electoral para instituir esa segunda vuelta extraviada. Esto no es ya aquel patio revuelto, pero tranquilo que volvía a las aulas tras un recreo bronco, pero donde los que mandaban eran mayoría por sí mismos. Ahora estamos en el postpoder, donde para gobernar hay que trazar alianzas con hilos siempre frágiles. Y ese patio trasero encendido por los secesionistas que no son mayoría, pero gritan como si lo fueran y algunos se lo creen. Aun así, el bipartidismo sigue marcando los tiempos. Son como niños en un recreo que no cesa.