El próximo viernes 20 Donald Trump se juramenta como presidente de los EEUU. Su verborrea de campaña se torna una amenaza contra el mundo y su propio país
El magnate no deja esquina del mundo sin sacudir. Desde la lejana China a su vecino eterno, México o a la isla maldita por el comunismo. Y le alcanza el tiempo previo a entrar en el despacho oval, para acabar con el ObamaCare y arremeter contra las empresas americanas que fabrican sus coches en el exterior. Pareciera que es un empresario del siglo XIX y no del XXI. La deslocalización de la producción es un signo señero de la globalización industrial de la Era cibernética. Piensa Trump que América es para los americanos, reeditando la Doctrina Monroe; aquella sentencia atribuida al presidente James Monroe en 1823 y que fue aplicada por John Quincy Adams. Del pasado hay que aprender lo que pueda servir para el futuro. Trump, empresario práctico, solo parece recordar una política que nunca ha sido posible aplicar realmente en los Estados Unidos: ‘Lo que es bueno para la General Motors es bueno para América y viceversa’, tal como aseveró en 1953, su principal accionista, Charles E. Wilson al juramentarse como Secretario de Defensa en la administración de Dwight David Eisenhower. El mundo ha cambiado y Trump quiere ponerlo patas arriba. Wilson, empresario como Trump, que había revitalizado a su empresa durante 12 años (toda la II Guerra Mundial) reconvirtiendo sus fábricas de automóviles en factorías militares, se ajustaba a su papel como servidor público tal como si siguiera siendo el director general de su empresa, solo que representaba al gobierno de los Estados Unidos. La historia tiene esos recovecos y suele repetirse con más o menos exactitud. Su visión americana de la economía, va camino de convertirla en un patio local, cerrado y abrigado por la bandera de las barras y las estrellas.
Las consecuencias de este enfoque particular de la poderosa economía americana, que ya han bautizado como Trumpeconomics, va a incidir en todos los mercados globales, principalmente en la UE y en China. Trump va a dar más titulares sonoros a partir del próximo viernes. Sólo se le vislumbran un par de socios: La Rusia de Putin y el Reino Unido independiente de Europa. Los británicos ya comienzan a enseñar los dientes imponiendo un impuesto a sus empresas que contraten a extranjeros. Contagiados de esta nueva interpretación de la Doctrina Monroe americana, ‘Inglaterra para los ingleses’. Tiempo incierto también para esos medio británicos de Gibraltar, que dependen tanto de los andaluces cercanos para sus tareas diarias. Un proteccionismo exacerbado, que no parece vaya a funcionar como un revulsivo contra los excesos del capitalismo salvaje que ha instaurado la globalización.
Esta Trumpeconomics precipita al mundo hacia una rápida subida de los tipos de interés financieros; seguramente a un dólar más fuerte, que pronto sobrepasará al euro, que no termina de condonar la crisis del 2008; un petróleo estancado en los 50 US/$ por barril. Mientras la UE y la debilitada Japón se van a ver arrastradas por el ojo proteccionista de Donald Trump. Desde Europa esto enciende alarmas, se mira como un salto al vacío, como el fin de las fronteras abiertas del ejemplo europeo. Para la nueva administración protectora de los republicanos americanos, es el cambio de rumbo para asegurar a unos EEUU amenazados y desprovisto de su liderazgo mundial. En tal escenario, que dibuja Trump, el objetivo primordial es detener a China. Por eso el aliado o socio geopolítico del nuevo presidente es Putin. Dos gigantes, contra uno solo. El verdadero siglo XXI acaba de empezar.
Incógnito de los entretelones de la materia internacional, Trump echa mano de asesores, supuestamente versados en el patio trasero de su América, esa otra llamada hispana por ellos y que suele darles sorpresas desagradables. Venezuela, Nicaragua y, desde luego, el asunto cubano (Guantánamo incluida), suscitan la atención del magnate reconvertido en Zar americano. Los ha llamado a su torre de marfil de Manhattan, para que le den luces. Sobre Centroamérica, de donde parte los desterrados de la tierra en pos del sueño americano; de los presos políticos del chavismo; del qué hacer con los yihadistas presos en la base americana en Cuba. Sobre el muro mexicano no hablaron, ya que Trump tiene claro que lo va a levantar, otra cosa será quién paga los ladrillos.
Tampoco le importa nada al nuevo presidente americano colocar en los cargos claves a sus colegas empresarios o a su propio yerno, total es lógico para él rodearse de quienes conoce bien y tienen su confianza. A los políticos republicanos no les tiene tanto aprecio. Este sobrevenido presidente con sus 70 años bien peinados y su corbata siempre demasiado larga, es el prototipo electo de un presidente líquido. Ha descubierto o se lo han hecho ver más bien, que por las RRSS se puede imponer un mensaje sin que necesariamente haya sucedido, incluso cualquier mentira puede tener su asiento y si la información fuera realmente cierta y verdadera, siempre se puede desmentir a la velocidad impresionante de un tuit supersónico. Bauman sabía de lo que hablaba, advertidos nos dejó.