Los brasileños la llaman saudade, de donde nostalgia es solo una aproximación. Tiene que ver con algo irrecuperable. Sólo así aparece
“La nostalgia se da cuando uno se da cuenta de que algo es irrecuperable. Un amor, una vivencia, una etapa”, acaba de decir Alfredo Bryce Echenique, que vive en Lima. Situarse en lo que ya es inalcanzable produce la nostalgia de haberlo perdido, de tener la certeza de que no volverá. Mientras tanto la esperanza sostiene a la nostalgia, que empieza a presentarse en escena al paso acompasado de una música, de un poema, de un rostro nebuloso siempre presente. Está vivo en el olvido, que no logra alcanzar completamente jamás. A veces aparece en los sueños o en la duermevela de una madrugada pesada. La nostalgia parece tener vida propia y andar por la memoria descolocada a toda prontitud. La nostalgia es jodida. Hay que aprender a vivir con ella. Parece prima hermana de la soledad. Están tan cerca, conviven tan juntas, que se asocian para defenderse y hacerse más fuertes. Coja su nostalgia y cargue con ella, no se afane en destruirla o aparcarla, tiene vida propia y persiste hasta la muerte.
Se tiene nostalgia de cosas, de situaciones, de una vivencia particular de la vida, pero sobre todo de las personas a las que se han amado y de las que te amaron. No todo fue malo o bueno radicalmente. La nostalgia recomienda recordar lo agradable y olvidar los malos ratos. Así se torna más soportable convivir con ella. Pero la memoria tiene tantos meandros que la nostalgia se dilata por todos ellos. La cosa no es fácil. Con los años la nostalgia se va repartiendo en tantos receptáculos como amores verdaderos se tuvo. La memoria a largo plazo tiene que ver con eso. Pero nunca desaparece. En el menor instante esperado aparece un retazo de nostalgia de alguien. Es un recuerdo a la distancia que la memoria ha trabajado a su antojo. Ese pasearse por ‘la intuición de un instante’, que estudió Gastón Bachelard, es el milagro que la nostalgia produce en el recuerdo imborrable, que ya sabemos nunca volverá.
Ahora que las nuevas tecnologías hacen correr deprisa a las ciencias, varios investigadores de tres universidades (Stanford, Jerusalén y Düsseldorf) han publicado sus conclusiones en la revista Science. Y afirman que podemos reconocer las caras de otras personas hasta la edad adulta, un proceso que no se detiene y que está situado en el córtex cerebral. Allí, un módulo específico se ocupa de que las neuronas sigan multiplicándose hasta muy avanzada edad de las personas. Eso es de inmensa ayuda para que sigamos recordando los rostros y sus expresiones. Una facultad mental ahora asociada a la proliferación de las células cerebrales específicas. También una prueba de que el cerebro sigue aprendiendo y autoproduciendo conocimiento sin descanso. Asombroso.
Nadie lo explica mejor que una de las investigadoras. Kalanit Grill-Spector. “En este trabajo y en estudios anteriores de nuestro laboratorio, hallamos que las regiones del cerebro que procesan caras tienen un desarrollo más prolongado en el tiempo que otras áreas visuales de alto nivel, como las que reconocen objetos o lugares; de hecho, las áreas que procesan caras siguen desarrollándose durante la adolescencia”. En un órgano aún tan escasamente conocido como el cerebro, aunque se ha avanzado muy mucho, esta comprobación es altamente significativa. En este estudio la técnica de imágenes por resonancia magnética ha sido fundamental.
La ciencia tarda en establecer leyes definitivas. Incluso una vez asentadas, nuevos descubrimientos pueden cambiarlas. Hasta este momento, estaba establecido que el aprendizaje se basa en la llamada ‘poda’ de sinapsis, que son las conexiones entre neuronas. Según esto, un recién nacido viene con suficientes neuronas (unas 90.000 millones). Para llegar a la adultez crecerá unas cinco veces. Pero no se debía al aumento del número de estas células, sino al incremento de su tamaño y sus conexiones. Esta nueva investigación comprueba que en la citada zona cerebral sí se reproducen, al parecer sin detenerse, las neuronas que ayudan a recordar las caras y sus facciones. Por tanto, es la primera vez que se comprueba que la maduración de una facultad mental es debido a la proliferación de neuronas.
Y, ¿estará la nostalgia asociada a esto? Aún no se ha llegado a ese puente, pero podemos pensar nosotros, simples juntadores de letras y nostálgicos empedernidos e incluso resilientes comprobados, que tal vez podría ser. Porque si la nostalgia aparece emparentada a personas, rostros que fueron cercanos, que unió el amor, ¿no se ocupará de eso también esos millones de neuronas que se multiplican sin cesar? Entramos en la ciencia-ficción periodística, pero ante tanta trágica noticia a diario en los diarios, no está de más pensar en lo que nos recordó Antoine de Saint-Exupéry: “Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos. —Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto”. Nostalgia pura.