Andalucía espera

1 Mar

Una región española unida con un desarrollo pleno aún por alcanzar

Se ha celebrado el día de Andalucía con la parafernalia de actos públicos de costumbre. Esta tierra de olivos milenarios sigue esperando su redención

El Guadalquivir discurre suavemente por la orilla de la Torre del Oro, lo contempla impávido el Archivo de Indias, que han digitalizado. Del lado de Triana se sienta un ciudadano andaluz a su orilla y sorbe un carajillo, que sabe a tierra andaluza. Desde San Telmo se tiran los trastos políticos a la cabeza, mientras las antiguas piedras siguen asentadas sin sobresaltos. Sevilla es donde se corta el bacalao. Y un año más, seguimos la senda de la recuperación que por aquí siempre llega de última. Por aquí han cruzado tirios y troyanos, ha transitado la cultura del Mediterráneo, desde que este Mare Nostrum se convirtió en el faro del mundo civilizado. Por aquí empezó todo lo que somos y tenemos, aunque no lo sepamos. Esta tierra andaluza es grande por eso. Ahora está gobernada por una mujer joven y política de raza, que tiene sobre su espalda la carga de gobernar a casi nueve millones de ciudadanos, con la piedras en el camino de sus propias ovejas descarriadas y la oposición a izquierda y derecha. La voz de esta región siempre se ha levantado desde la más miserable adversidad. Su más reciente logro fue exigir y conseguir ser un territorio autónomo. Nada se la ha dado de manera gratuita o fácil. Aún faltan reivindicaciones por alcanzar. No se puede dormir bajos los olivos, que han sido testigos de tanta tarea. Le debemos la vida.
Está Cádiz, donde se redactó la mejor Constitución de Europa para la época, y ahora su alcalde podemita esconde el premio a la libertad concedido a los disidentes presos por el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. Vivimos en Málaga, que lleva 3.000 años en pie, y se mira en la mar que es el morir. Una ciudad pequeña, pero que revive con el horizonte marino plagado de buques turísticos. Llena de imprecisiones, de retrasos en obras e infraestructuras, que se paralizan en la maraña de las administraciones públicas, que son tantas que no las conocemos. Está Jaén, la primera región en la ruta de la reconquista y cuyos aceituneros siguen altivos, como bien cantó Miguel Hernández: “¡Cuántos siglos de aceituna,/los pies y las manos presos,/sol a sol y luna a luna,/pesan sobre vuestros huesos!” Está Córdoba, que une lo que no se nos debe olvidar, que allí reinó el Islam culto y respetuoso con las religiones de los Libros. Su mezquita, ahora Catedral dan fe. Huelva que se requiebra sobre el Atlántico y Almería, que baila hacia el oeste entre el desierto y la mar.
Esta es la Comunidad Autónoma más poblada de España. Ha mantenido una férrea unidad, y ahora la defiende por voz de su presidenta y sus consejeros. Por aquí invadieron los árabes, en un momento histórico de desunión, es bueno recordarlo por estos días. El mensaje ha sido claro y unánime: “Andalucía debe ayudar a la vertebración de España; definir el futuro del país; cuidarse de quienes quieren dividir a las Comunidades en dos categorías; los andaluces no van a permitir que se rompa la igualdad ni que se rompa la unidad de España”. Parece pues que el peligro está claro. Pactar para gobernar al país pasa por evitar el peligro de los nacionalismos separatistas. Al mismo tiempo la oposición popular acusa a la Junta de propagar un ‘andalucismo anestesiado’. Y el domingo 28, recordaba José Rodríguez de la Borbolla, “…desde 1979, nos habíamos postulado como ‘El gran partido de los andaluces’ y como ‘Un gran partido para un gran pueblo’. Confrontación izquierda-derecha, en lo político-ideológico; y transversalidad, en lo social, lo económico y lo cultural. Ahí seguimos”. Lo que dice es que los socialistas andaluces ‘sostienen un modelo integral y de progreso para España’, donde la igualdad de todos los andaluces sea una realidad verdadera. Y agrega: “Los que han cambiado han sido los nacionalistas, que no tienen hartura nunca”.
Como quiera que sea la realidad es la que es. En estos 36 años de autonomía, hay aún cosas por alcanzar. Tal vez la diversificación de la economía, tan dependiente aún de la gran agricultura y del turismo, donde es indispensable acopiar valor agregado, dada la extensa experiencia en ambos campos. El posicionamiento de esta región como el motor industrial y tecnológico del Sur de Europa. El fortalecimiento del Estado del Bienestar, como ejemplo de que es posible, por más crisis financiera que aún tengamos. El impulso de exportar las cosas de la que sabemos, como es el territorio turístico, y no sólo en construir hoteles fuera de aquí; hay que mirar a Marruecos, donde el impulso turístico está teniendo un apoyo firme, que ya es un competidor serio y fuerte para Andalucía. Y, desde luego, el apoyo irrestricto a la educación básica y superior, donde se fragua el conocimiento, la investigación y la transferencia hacia construir en esta tierra un verdadero emporio de prosperidad, riqueza y bienestar para los nueve millones de andaluces. Ese es el reto de esta celebración, que el domingo pasado nos recordaba que Andalucía está unida ante el futuro, hay que darle caza.

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