La prensa local parece despertar del largo letargo en que se ha visto a punta de crisis, caída de la publicidad, el vértigo digital, el desempleo, la miseria
Esta pasada semana han ocurrido dos acontecimientos que suponen un termómetro de la realidad, que la prensa intenta captar a veces sin mucho tino. Este diario donde cada martes aparece Mare Nostrum, como píldora indolora de la sociedad malagueña y otras costas, ha celebrado la entrega de unos premios a cinco personas por lo que representan como pilares de esta realidad íntima. Ha tenido perspectiva muy acertada en escoger a los galardonados, porque indican que a pesar del amargo camino de estos seis años el caudal subterráneo que impulsa a la creatividad sigue latiendo. Además, se ha presentado en sociedad un nuevo diario que circula ya de lunes a viernes de manera gratuita y en papel, como un desafío a los agoreros que pregonan su final. Se llama ‘Viva Málaga’, no se nos ocurre una cabecera más optimista. Pero no es un vano alarde empresarial, sino el signo de que algo se mueve en la penumbra de tanta desesperanza.
Y no sólo ha golpeado a la prensa lo económico y la aún no resuelta encrucijada digital –papel sí, papel no–, sino el Norte perdido, que reseña el clamor persistente de los titulares diarios de esta bisoña democracia nuestra, que pierde el rumbo cuando se acaban los gloriosos presupuestos. Un ruido, que no se acaba, que nos agota; entre los corruptos, los catalanes que quieren ser extranjeros en su propia tierra y con esas grietas que se dejaron abrir desde los propios partidos grandes al son de la danza de los millones. La prensa ha sufrido el envite. Ha resistido, pero aunque no ha caído, ha sido herida gravemente. Redacciones enflaquecidas, sobre todo en estos medios locales, que han sobrevivido casi milagrosamente, aunque los periodistas no crean en milagros. Medios cerrados, cientos. Periodistas en el paro, miles. Pero la semana pasada en Málaga se sintió que la prensa está viva, que vuelve como en sus mejores días, aunque ya no serán exactamente iguales.
Vimos reír a periodistas que llevaban años fuera de las letras. Ahora han vuelto y son buenos, los mejores que tenemos. También a jóvenes que han sido alumnos hasta hace poco. Un periodista en paro es un titular que no se escribirá, y eso quiere decir que la democracia española está enferma. La prensa independiente, profesional y responsable es la mejor medida de la salud democrática de una nación. Disminuida como aún está, aunque vimos signos de que se levanta de nuevo, aquí y ahora; significa que vamos a salir más fuertes, más dignos y más país. Es la hora de repensar a esta nación y sin una prensa madura y sólida no será posible. Ese aliento se sintió hace unos días en Málaga. La noticia fue ‘La Opinión de Málaga’ y ‘Viva Málaga’.
El papel parece ser un enfermo con una salud de hierro. Más allá de la discusión sobre el tema digital, y del que ya ningún Medio podrá escapar, el papel periódico con su olor a prensa escrita parece que aún tiene el valor que siempre lo ha caracterizado. El verdadero punto a discutir es contar las cosas no sólo bien, sino con los datos precisos, con la calidad que le otorga al periodismo el contrastar las diferentes versiones que siempre tiene una noticia. La pregunta clave es porqué. Ante el vértigo de la inmediatez, del decirlo antes, aunque sea mentira, que nos ha impuesto la red digital del acontecimiento rápido y del foco espectacular, pese a esa moda de la fastnews, el periodismo serio, ponderado, investigador se tiene que imponer lo que nos enseñó Gabriel García Márquez: “No hay que decirlo antes, sino decirlo mejor”. Para eso los Medios tienen que contar con más y mejores periodistas. Diarios locales, por ejemplo, que comenzaron hace diez años con 60 redactores y ahora se desempeñan con menos de 20, no puede garantizar eso de decirlo mejor. Las fuentes se han adueñado del flujo informativo diario.
La prensa tradicional, la que huele a tinta, tiene la tarea inmensa de recrearse, porque es la garantía del contrapoder que toda sociedad democrática tiene que ejercer. Es su derecho, pero también su deber. No podrá hacerlo si le faltan herramientas. Lo han señalado ambos directores en las dos celebraciones de la pasada semana. Uno recordaba la labor social de su periódico y la puesta al día de colocar las noticias en los diferentes soportes digitales, que nos hizo recordar al viejo catedrático Marshall McLuhan, cuando acuñó aquello de que ‘el medio es el mensaje’. Eso significa no sólo adecuar la noticia al uso que el lector le da en sus artilugios, sino a la capacidad de multiplicar por miles los receptores de tales mensajes. Nunca antes eso había sido posible. La convergencia entre esa prensa de papel y los nuevos soportes digitales comienza a dar frutos en lo que importa en este negocio, que es el número de lectores que alcanzas. Por su parte, el periodista veterano que dirige el nuevo diario gratuito, parece recuperar la idea de que las noticias deben llegar a los ciudadanos también impresas en papel. Así que la buena noticia fue el titular de esos dos noches, rompiendo el axioma del periodismo anglosajón que afirma: “Bad news are good news”. Por tanto, seguiremos informando bien y tan rápido como las comprobaciones nos lo permitan.