Cada vez que un político da una entrevista hay que grabarla, porque cuando lee en letra impresa lo que dijo, se desdice o acusa al periodista de sacarlas de contexto
La grabación garantiza que lo que dijo es igual a lo que se publica. El periodista transcribe preguntas/respuestas. No hay interpretación, ni manipulación, todo está en el contexto en que se grabó. El diario malagueño que la publicó ha colgado la grabación tal cual, escúchela y saque usted sus propias conclusiones. Acusar al periodista es la vía fácil para desdecirse de una declaración apresurada, impropia o desafortunada. Cosa distinta es la interpretación que hagan los lectores de afirmaciones desventuradas o directamente criticables. En las redes se interpreta y se opina mucho. Ciertos políticos no han aprendido aún, tras tantos años en sus cargos públicos, que les va en el sueldo aguantar la crítica, que es el oficio de la prensa en democracia. Qué difícil es pedir perdón, aceptar que se equivocó, no digamos dimitir porque sus declaraciones hayan ofendido a algunos sectores de esta ciudadanía. Este país es así, ha creado una estirpe de políticos que se atornillan al sillón y se creen intocables.
Si la intención era hacer un llamamiento al civismo de los malagueños, los ejemplos (botellón/niñas con sus bragas en la mano) no fueron afortunados. La reacción de la oposición, y aún de su propio partido, ha sido fulminante. Y el rebote de esas comparaciones en las redes sociales un torbellino de indignación. La Feria ya acabó y hay un llamado general a revisar su modelo. Cada año plantea interrogantes y tiene su particular polémica. El año pasado fue la supuesta violación de una joven; este, el perenne problema del botellón y las niñas ventilando sus bragas al aire festivo, sin olvidar la limpieza. ¿Cómo controlar una red de calles del centro, donde en cada placita, en cada esquina casi, se monta un botellón de alcohol en botellas de plástico con cientos de miles de personas pululando? Los efectos etílicos, ya se sabe, puede que hagan cometer desmanes poco habituales, como que algunas chicas se quiten las bragas, según dice vio esta política o que la saturación mental haga que alguno se quede en pelota picada.
El fondo de todo esto es que los políticos responsables de las Fiestas Mayores, como es esta, pasan de largo para definirla en un sitio como el centro de la ciudad. Y si se hacen declaraciones, como la entrevista publicada, se enciende la mecha de la polémica. Y si, además, la responsable del cotarro tiene el apoyo incondicional de su jefe –siempre lo ha tenido– la impunidad política es absoluta. Es lo que da tener unos pocos de miles de votos en su barrio. La política del día a día es así. No debería valer todo, pero estamos en la Feria grande del Sur de Europa… ¡Ole! Y no es lo mismo ‘botellón’, que la gente beba en la calle (Porras dixit); como no es lo mismo ‘presos políticos, que políticos presos’ (Maduro dixit).
Su jefe, el alcalde, tras varios días, ha aceptado a la prensa que “quizá la frase no era la más afortunada”, y que tal afirmación “se prestaba a que fuera sacada de contexto”. Hay que aclarar que quien la ha podido sacar de contexto o la ha situado en su contexto real, haya sido el lector, no la transcripción publicada de la entrevista. Pero el mensajero es el que está a mano y el más frágil en esa cadena. Pero la defensa es la norma: (…) “evidentemente la concejala no tiene ninguna intención de molestar”, y tan solo quería “describir una situación que no es general”. En fin, como cada año, la Feria resultó un éxito mayor que el anterior y la caja registradora del comercio ha sonado con alegría. El botellón es indetenible y lo de las bragas ha servido para numerosos autorretratos (selfies) con la prenda en exhibición. Que el humor nunca deja a Málaga rezagada.
Ahora, que la fiesta ha concluido, y el resacón se siente en el paladar, se piden comisiones de estudio que recalifiquen la feria del Centro, mientras los asociados peñistas del Real (la feria de noche) amenazan con eliminarla y venirse todos a las calles y plazas de la ciudad. El pandemónium prosigue. Aunque falte un año para que, seguramente, el esquema sea el mismo. La realidad es que la Feria da un tirón inmejorable al comercio de restauración, bares y hoteles. Y ese sector manda mucho en la ciudad. La recuperación, dicen, se ve por estas calles. Y eso es una acción política también.
La Málaga etílica y del jolgorio se escenifica en el más barato botellón y en una que otra braga aireándose por las esquinas. Qué le vamos a hacer, el civismo se combate primero con educación, que tan vapuleada está por estos tiempos y, después, con las multas, que son tan difíciles de aplicar ante una multitud incontrolable. Después está limpiar las calles, que quedan invadidas de suciedad, otra falta de educar; y el ruido que se pega a las ventanas del centro, donde ya nadie quiere vivir