Los aliados del siglo XX no invadieron a la Europa nazi por Calais, prefirieron la sorpresa de Normandía. Ahora, los miles de inmigrantes sí van por ese estrecho en pos de la libertad
Agosto sigue la senda de uno de los problemas humanos más acuciantes del mundo llamado civilizado o de este discutible primer mundo que es la UE. Lampedusa se ha trasladado a la vía directa entre Francia e Inglaterra, a través del Eurotúnel, que une a la gran isla con el continente. Se han plantado un campamento a las afueras de Calais, donde se habla inglés con distintos acentos, la lengua vehicular del otrora imperio británico. Son de Sudán, afganos, pakistaníes, sirios, eritreos, etíopes. La prensa francesa ha bautizado a esa amalgama de toldos, ‘La Jungla’, es una metáfora de esta parcela de la humanidad, que piden ser aceptados como refugiados de la debacle mundial que se extiende, y que ya algunos analistas denominan Tercera Guerra Mundial.
Huir del horror y del hambre, que da más cornadas que un toro. Montarse en un tren, en un camión, dar el salto a Inglaterra, el país más laxo de la UE para otorgar la condición de refugiado, aunque el primer ministro, David Cameron, quiere ponérselos difícil en un intento de parar ese efecto llamada. Para él, estos inmigrantes se parecen a una invasión de molestas hormigas, una plaga de langostas, un revuelo de avispas, ‘un enjambre’, ha dicho. Conmina a Francia a detenerlos, que ya ha puesto barreras vigilantes. Pero la marea humana de estas víctimas civiles no se va a detener con vallas o controles. Ni siquiera el ancho mar de los romanos ha podido. Mientras los ‘sabios’ de la UE miran al cielo protector de la OTAN, las barcas rebosantes de refugiados de todo tipo siguen llegando. Los ‘negritos’ siguen escalando la valla española de las ciudades africanas con la misma temeridad y valentía del que nada tiene que perder, porque ya lo perdieron todo, excepto la esperanza de una vida mejor. Esta Europa de la Unión ni ha reaccionado a tiempo, ni tiene un plan, ni quiere poner dinero. El ‘enjambre’ de Cameron está en marcha y se cuela en la tranquila UE en busca de un lugar en la vida.
Es la primera vez que se planta un campo de refugiados en la gran Francia, desde que los alemanes-nazis organizaron los suyos. Ahora son espontáneos. Y están a sólo tres horas de París. Los atienden ONG, que dicen manejar el asunto como un escenario de guerra. Calais es ya ‘nuestra Lampedusa’, afirman sobre el terreno. La ilusión de estos 3.000 refugiados es encontrar un trabajo en Inglaterra, donde es relativamente fácil encontrar un empleo aun sin tener papeles. Al final del Eurotúnel está una forma de vida que no han conocido, pero que ha visto, en la BBC o han oído de otros compatriotas que consiguieron dar el salto sobre el canal. La fuerza que da esa esperanza es indetenible.
Esta concentración, que acaba de saltar a la prensa internacional no es nueva. ACNUR viene publicando desde marzo pasado la situación en Calais. Dicen que las condiciones de vida allí son inéditas en Europa: “30 grifos de agua potable para cerca de 3.000 personas, 60 duchas, 20 sanitarios, alimentación escasa, atención médica insuficiente”. Estos datos están muy alejados de las normas internacionales, que rigen tales concentraciones humanas, que establecen un punto de agua por cada 250 personas o una letrina por cada 50. En Calais, como en Lampedusa, esta presión humana los ha desbordado. En el pequeño pueblo francés, de unos 74.000 habitantes, vienen soportando esta ola migratoria sin recursos ni ayudas directas oficiales. Las autoridades del Eurotúnel afirman que han interceptado a 37.000 inmigrantes en estos siete mes de 2015. Alguien en la UE espera demasiado para enterarse y ponerse a trabajar.
El problema, desde luego, está en su origen. Los países hegemónicos del colonialismo, Inglaterra, Francia, Bélgica, Alemania, España; entre otros, se fueron o los echaron de ‘su’ África y estos ‘asaltantes’, que hablan en inglés o en francés llaman a sus puertas y en su mismo idioma. Y los que no lo hablan matan el tiempo muerto, recibiendo clases de maestras voluntarias. Los americanos saben del tema, tienen dentro a unos 60 millones de latinos con o sin papeles y siguen llegando. Pregúntenle a Obama. Pero en Francia, en la tierra de la igualdad, la fraternidad y la libertad; donde los ilustrados enseñaron la otra cara posible de la convivencia humana; represan a estos refugiados de todo tipo, pero principalmente del hambre. Ellos dicen: ‘Somos negros, pero somos humanos’. No hay que ir a La Soborna para saber eso. Sólo imaginen lo que han tenido que caminar estas personas para llegar a Calais.
Esta noticia de portada mundial, se cruza con otra que marca el futuro del crecimiento demográfico, según la ONU. África marca la tendencia de tal explosión. Crecerá por encima de Asia. Ponen como ejemplo a Nigeria que de 182 millones alcanzará los 262 en 2030 y rozará los 400 millones en 2050, más que los EEUU. Lo que indica este progresión es que la presión sobre la UE seguirá en aumento y que Calais es tan sólo un adelanto, un índice de lo que vendrá. Si Grecia ha sido y es un grano molesto para esta Europa del euro; la inmigración no lo va a ser menos sin contar con la amenaza terrorista que sobrevuela desde el Estado Islámico y sus socios, pero eso es otro escrito para escribir bajo la sombrilla del verano