Entre el tsunami del Melillero, la esperada gran Noria (Eye-Málaga), el auditorio que no suena, y el Muelle Uno en pérdidas, el negocio de los contenedores va mal
El Puerto marítimo de Málaga es un centro de negocios que vienen básicamente del mar. Los cruceros han ido a mejor. Los turistas desembarcan en el centro de una ciudad que les parece amable y acogedora, durante breves horas que pasean por sus calles, siempre que no sea domingo. Está ese centro comercial que se llama Muelle Uno, donde los comerciantes se quejan de que aquello no arranca en beneficios. Se ha instalado el nuevo museo franquicia del famoso Pompidou francés, que aspira a mover al personal por esa orilla. Sus obras de artes esperan expectantes. Los proyectos siguen pululando: la noria, al estilo del Eye-London en la ribera del Támesis, que no saben dónde colocarla; el esperado auditorio de música, que sigue en el limbo de la crisis; edificios de oficinas y hotel en proyectos, que no encuentran interés privado y, finalmente, el puerto de contenedores que nunca ha terminado de cuajar, si se compara con los centros similares españoles.
La ciudad no tiene empatía con el Puerto o éste con la ciudad. Tras la transformación de su portal de acceso, la valla ha quedado en pie como testimonio insalvable de esa realidad, que pone frontera al mar. Una metáfora física más allá de las literarias. Como quiera que sea, el Puerto como negocio rentable no termina de aclararse. Eso tiene preocupado a Paulino Plata, su director. No es para menos. Los datos del movimiento portuario de contenedores tienen serios competidores en la cercana orilla africana. Una ayuda a mejorar sus cuentas de resultados sería poder incrementar la edificabilidad (oficinas y hoteles) llegando a unos 50.000 metros cuadrados, pero tiene que resolver problemas técnicos y burocráticos, entre otras oficinas con la correosa gerencia de urbanismo de la capital. Mientras tanto no puede con la pesada carga de los contenedores a la baja, que parecen a la deriva.
Desde el mismo comienzo de la crisis que nos acompaña aún, el negocio de los contenedores se fue a pique. Ya en 2009 el macro terminal de Tánger hacía pupa. Se anunciaba una caída del 76 por ciento del movimiento de sus grúas en relación al año anterior. Y el terminal malagueño estaba preparado para mover hasta 700.000 toneladas/año, en aquel año apenas se llegó a las 108 mil toneladas. Esto no ha ido a mejor. Entonces estaba Enrique Linde al mando, quien no pudo con la crisis en pleno auge y el puerto de Tánger que crecía exultante. Circunstancias exógenas y la poca acertada gestión de la empresa concesionaria, hicieron detenerse a esa parte del negocio portuario. Los estibadores se vieron afectados en directo con una regulación de empleo fulminante.
Ahora, Plata lucha por mantener en activo y hacer crecer el muelle de contenedores y escucha la oferta de otra empresa del sector (Noatum), que plantea la diversificación de mercancías para salvar el negocio que aún queda. En realidad lo que se necesita es reorganizar este terminal, ya que el tráfico de cada vez mayores barcos y la propia competencia con otros puertos españoles como el de Valencia, Algeciras, Barcelona, han cambiado la fisionomía del negocio de las grúas portuarias. Es necesario reinventarse para sobrevivir en un puerto, que viene teniendo dificultades económicas para mantener la cabeza fuera del agua. Se impone, según los expertos, combinar los diferentes tráficos de mercancías, ofreciendo precios competitivos y ahorros de transportes a los comerciantes.
El contrato de la concesionaria, que maneja el tema desde 2003, sabe que las cosas han cambiado (no en vano se amplía el canal de Panamá), y que el negocio mundial ha sacado a Málaga del juego. El año pasado el descenso del negocio representó un 20 por ciento. Plata estima que la propuesta de Noatum es factible y la tiene bajo estudio. Innovar para resistir y renacer es la receta portuaria. En un mundo globalizado con barcos gigantes y un ajuste de costos al milímetro, el muelle malagueño de los contenedores se enfrenta a su renovación o a una muerte lenta.
El otro puerto andaluz de este tipo, que mejora y sigue fuerte es el de Algeciras, junto a los de Valencia y Barcelona están entre los 80 puertos del mundo por volumen de contenedores que entran y salen de sus atraques. Su capacidad conjunta alcanza el 80 por ciento de todo el movimiento portuario español. Málaga no aparece en ese ranking, ni se le espera. Hay que espabilar, que el cambio también está en ver bien por dónde navegan los indicadores del inmenso negocio mundial del tráfico de mercancías por vías marítimas. Ojalá Plata tenga un mejor ojo marinero y ponga a producir a su puerto. Málaga espera.