Alfombra roja

21 Abr

Esta alfombra roja lleva al glamur o a la cárcel

Por el sendero de gala que va a las pantallas desfila el cine español. Por el que conduce a los tribunales plantan huellas para la historia algunas cabezas políticas

En lo que parece un segundo aliento, el cine español que va a las grandes pantallas de las salas y el que se emite en las televisiones parece estar dando un salto cualitativo de gran empuje. Málaga, que ha convertido a su festival en referente de ese arte maldito, que no levantaba cabeza, que ahuyentaba a su público más inclinado a los efectos especiales y al cacareo hollywoodense, parece estar recuperando terreno. La clave está en contar historias de una forma más eficaz. De ser reflejo de una realidad en la que hay que escarbar para encontrar cientos de guiones. Basta con leer los periódicos. Y se viene probando que la historia pasada no tiene que ser contada para aburrir, sino para entusiasmar y que los productores empiezan a atreverse con en ideas creativas, arriesgadas; pero que el público acoge con entusiasmo. Se puede recordar a ‘Ocho apellidos vascos’ o seriales como ‘Isabel’ o la más reciente ‘El Ministerio del Tiempo’, que tiene guasa, aunque inexplicablemente suspendida en el capítulo ocho. Las películas y los seriales son una ruleta, donde las apuestas por el público siempre son inciertas.

El cine español de las últimas décadas, salvo algunos pocos títulos para la memoria ha sido deficitario en calidad artística y en dinero. No ha entusiasmado al personal de taquilla, y ha sido un saco sin fondo para las arcas públicas. Los signos de vitalidad en medio de la crisis son esperanzadores. Falta que el Estado, gobierne quien gobierne, sea un firme defensor de las artes en general, y del cine en particular, que es una forma de producir memoria basada en la creatividad de sus cineastas, pero también es una industria, con sus particularidades, sus costos y beneficios. Y donde bajar el IVA es impostergable. A mantener viva esa ilusión ha contribuido el invento del festival de Málaga, que esta semana está en pleno desarrollo. Ya es hora, tras dieciocho ediciones, que se proponga ser el filón de convertir a Málaga en una ciudad del cine español más allá de la semana anual de la alfombra roja, que suele tapar ciertas precariedades.

Hay otras alfombras que conducen a los tribunales en sesiones cerradas, que después publican los medios. Por esas también transitan bajo los flashes las cabezas de la política regional y nacional, aunque nadie les pide autógrafos. Son aforados, que pueden perder el carnet del partido o gerentes que repartían dinero en sobres en las sombras. Incluso grandes popes de la economía mundial, que conocen cómo se mueven los hilos de la gran tramoya del teatro mundial de las finanzas y los paraísos fiscales. Saben sortear los vericuetos de la Agencia Tributaria, hasta que, como a aquel Al Capone, lo trinca por evasión fiscal. De las islas Caimán a Andorra; del HSBC al Caja Madrid, ahora Bankia; de Bolsa en Bolsa y tiran porque les toca. De honorable president a capo de la mafia familiar experta en sumar comisiones por cada contrato. De tinglado popular en Valencia a tentáculos en Madrid; de gran estafa andaluza, pero sin plan organizado (genios del timo, trileros sin Harvard). Yernos monárquicos que se saltaron el protocolo real, aunque siguen paseando en bicicleta. Marbella saqueada. Bancos estafadores de jubilados. El pandemónium español, que parece una película que se emite cada día a la hora de los informativos de televisión. ¡Qué gran guión!

La alfombra roja de la corrupción esconde las miserias de un sistema que guarda secretos inconfesables. Una película de larga duración, sin fecha de caducidad y cuyo desenlace puede que sorprenda aún más que sus dos primeros actos. Mientras llega el final, los finales de estos capítulos del culebrón nacional, los implicados, sospechosos, acusados entran y salen de los tribunales, de las cárceles que han puesto de moda, donde juegan al mus, pinchan sus móviles y barren sus celdas. Pero el público, sentado en sus butacas, se preguntan: ¿Dónde está el dinero? Si se pudiera recuperar en su totalidad, ¡qué ilusión!, o en un modesto 75 por ciento, se nivelaría el déficit que todos los españoles honrados vienen soportando desde 2008. Penas a pagar judicialmente, sí, pero el dinero que voló no volverá, no son ‘las oscuras golondrinas’.

La función debe continuar. Esta semana hay cine español en Málaga. Algunas películas contarán historias de amor, otras harán reír a los espectadores; otras más hablarán en tono sarcástico de esta realidad, de esa otra alfombra roja que deja aflorar un escándalo tras otro; unos tunantes nada agradables, que tienen que ver con la más oscura gente de una país que no se merece esa nómina de altos cargos protegidos por sus curules, que van por la vida con coronas de laureles, mientras meten la mano en las grandes bolsas del dinero público. O aquí hay una verdadera revolución democrática o esto se va ir rápido al carajo. Mientras tanto, que viva el cine.

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