La pregunta es cuánto cobra el afamado francés. Un nuevo personaje que se añade a la pompa del Pompidou/Málaga. Su ‘intervención’, se presume, será tras la inauguración
No hay duda que Daniel Buren es un artista de primer nivel (25/03/1938, Boulogne-Billancourt, Francia). Considerado uno de los grandes creadores del arte conceptual francés y mundial, se encumbró durante la Francia de François Mitterrand, es tan solo un dato. Ahora, recomendado por Alain Seban, capitoste del Pompidou/París, recala en la sucursal malagueña para crear su marca en el Cubo del Puerto. A pocos pasos donde el legendario buque/ferry melillero, encalló hace pocas noches, abriéndole un boquete al muelle. El timón no respondió en la maniobra de atraque, han dicho los marinos. Este otro encallamiento, francés y artístico, no será accidentado, ni tiene ningún paralelismo freudiano, sino tal vez, sólo sea un incremento en el coste final de este nuevo museo franco-malagueño. Las autoridades municipales tendrán que aclarar este punto: cuánto cobra el maestro Buren y cuánto incrementa esos honorarios el costo final del museo.
El reloj corre contra la fecha inaugural. Seban asomó una: lunes 23 de febrero, ayer. A toda vista aún no se han terminado las obras de adecuación y el plazo es marzo, antes de las elecciones más próximas. Buren tendrá que esperar a realizar su obra magna, que dé lustre al Cubo/Pompidou, una vez abierto al público, ¿o la estará pergeñando ahora mismo en su estudio de París? Experiencia tiene. Ha sido el artífice de la sede el Pompidou de Metz y del Neues Museum de Nuremberg. Buren utiliza la raya como elemento-seña de sus trabajos. Es de reconocido prestigio su obra en el Palais Royal de París, la crítica gala la bautizó como ‘Las columnas de Buren’. Ha actuado en otros espacios como en Guadalajara, México y en las inmediaciones del Guggenheim de Bilbao. A mediados de los ochenta fue premiado en la Bienal de Venecia con el prestigioso ‘León de Oro’ en representación de su país. Por lo que haga en el Cubo/Pompidou se le podría otorgar el reconocimiento como hijo adoptivo de la ciudad, es tan solo una humilde sugerencia. Después podemos crear la leyenda de que nació aquí, como los franceses crearon la de Picasso, un francés nacido accidentalmente en Málaga.
Como todo, más aún en esta era de la globalización, está interconectado, esta franquicia francesa está en el corazón comercial del Muelle Uno, que espera esperanzado porque el ‘tirón’ del Pompidou les genere negocio. Se verá, pues con una entrada de entre seis y diez euros por visitar la colección parisina el flujo del personal puede no ser tan nutrido. Se cuenta, claro está, con el turisteo que se pase a ver la muestra que cuelgue allí el prestigio de París. Algo es algo, pero pretender que los nativos malagueños asistan en tropel es mucha esperanza, hay que pagar y las cosas aún no están tan buenas como para distraer un billete de diez en mirar la pinacoteca francesa. Todo se andará. Mientras tanto Málaga se va colocando en el mapa museístico español a fuerza de franquiciar marcas de prestigio. Son sucedáneos, pero qué le vamos a hacer, es lo que se puede conseguir en medio de tan prolongada crisis. Ojo, tampoco es que sea gratis, cuesta lo suyo.
En el caso de este Pompidou (su primera sede/sucursal fuera de Francia), es de reconocer la tarea del alcalde, reconocido francófilo, para lograr que la marca se venga aquí, aunque con un coste que ha sido señalado como ostentoso, dadas las carencias que todavía tiene esta ciudad en otras tareas inconclusas, como puede ser una mayor eficiencia en la limpieza de sus calles, o en un plan verdaderamente firme de llevar la cultura a los once distritos y sus numerosos barrios. Cuestión de fijar prioridades presupuestarias.
El punto de inflexión de este día con el Pompidou del Cubo es si se terminan las obras a tiempo, o sea antes de la fecha límite que marca la normativa electoral para inaugurar obras, para que no sean atribuibles a sumar publicidad a los candidatos involucrados. Si no se consigue, el nuevo museo tendrá que esperar unos meses para abrir sus puertas. Por ahora, los responsables municipales no sueltan prenda. Tanto Gemma del Corral, como Francisco Pomares, Cultura y Urbanismo, respectivamente, no aclaran la fecha exacta de inauguración. Posiblemente porque no pueden aventurarse a darla, ya que las obras, como todas la públicas, van al ritmo que van, lentamente. Sin obviar que tras concluidas las actuaciones, deben dar los permisos de apertura tanto los técnicos de Urbanismo como, ¡ay!, los bomberos. El tiempo pasa con su tic-tac inexorable y los plazos no se pueden alargar, la ley (electoral) es dura, pero es la ley, que dijeron los antiguos romanos.
Como quiera que sea la transparencia informativa es tozuda. Cuesta aclarar las cuentas, es que esta democracia nuestra es tan joven, aún no se tiene en pie firme por sí misma. Por lo pronto, Daniel Buren va a tener su firma en este Pompidou, ya que no le tocó en el original de París, sino en la otra sucursal del mismo en Metz. Falta explicar su coste final, incluida la factura del maestro de las rayas. Se espera que la información salga a la luz antes de la esperada ansiosa inauguración. Bonsoir messieurs.