Mientras la antigua monarquía parlamentaria británica se federaliza, Escocia incluida, Cataluña quiere ser libre por libre. En Málaga sólo se aspira a otro museo
El escocés, esa agua de fuego de las altas tierras, se puede tomar solo, como los vaqueros de las películas del FarWest (aunque era whisky de Kentucky); con agua simple o con gas; con soda o con agua de coco, como se sirve en Miami. Pero en las urnas era a cara de perro: Sí o No. La mayoría ha decidido seguir en UK, en una consulta consensuada desde Londres y dentro de su legalidad. El cava, sin embargo, no liga con agua; sino solo o como base de cócteles. Los dirigentes de allí quieren bebérselo a solas.
Por esta Málaga, las cosas son mucho más simples. El Cubo del Puerto, en cuyos sótanos se va a instalar la sucursal del Museo Pompidou de París, no termina de ser cedido. Es un Cubo terco, como el de Kubik. El expediente de cesión al Ayuntamiento se dilata entre sus aristas. Mientras más mejor, ya que se avizoran elecciones municipales en el horizonte cercano y esa línea lejana que se acerca se ve con mucha claridad desde el Puerto. Mientras desde la alcaldía se prepara la cinta inaugural, antes de mayo/2015; en la otra orilla retienen los plazos a ver si la obra no se termina a tiempo. Los tiempos electorales no casan con los relojes de marca.
La carrera es por terminar algunas obras, si son cercanas a los vecinos mejor. En eso están por los distritos malagueños. Está la grande del Metro, que a trancas sigue su ruta. Cuando se comienza un Metro, no se sabe cuándo acabará. Pero están las pequeñas obritas de mantenimiento, las cercanas, las que ven los ciudadanos, esos que suelen votar cada cuatro años en su ensoñación particular de democracia para que lo representen, que es lo fácil. El Ayuntamiento ha aprobado 20 millones de euros para obras en los barrios. No es mucho, pero no están los tiempos para más. El jefe ha dado orden de tramitar esos contratos a la mayor brevedad. Tienen que estar listos e inaugurados antes de mayo/2015: un bordillo, un seto, una farola, un columpio, un sendero, todo lo que se vea desde el balcón de los vecinos/votantes.
Estos expedientes de obras menores o casi, tienen que estar aprobados, registrados y adjudicados antes de finales de este año. Prioridad absoluta, para eso, serán firmados por la concejala de Economía, ‘cualquiera que fuese el importe del tipo de licitación’, sin pasar por la Junta de Gobierno, a la que se le informará posteriormente. Bastante fuera de lo común, todo sea por terminar e inaugurar antes de mayo. Por si estas medidas prioritarias para llegar a tiempo y con obras terminadas en el balance municipal fueran insuficientes, se ha constituido una sola mesa de contratación, ‘que funcionará con carácter permanente e indefinido para todo tipo de contrato’. Admirable como la administración pública local se adapta a los tiempos electorales. Toda esta premura va en pro de reactivar, en lo que cabe, la actividad económica de las empresas y el empleo local, aclaran. Que nadie piense otra cosa.
Desde la Junta de gobierno municipal se ha acordado pedir seis ofertas de cada contrata, aunque sin darle publicidad, dejando al servicio de contratación y compras los trámites de adjudicación. La transparencia, Sancho, la transparencia. Estas prisas, viene impulsadas por el motor fuera borda de la cita electoral de mayo, que se presenta, como nunca antes, dentro de la mayor incertidumbre. Donde los sondeos inflan tendencias y el susto se reparte por igual a derecha e izquierda tradicionales.
Cada quien hace equipajes para esa carrera por los votos, tan dispersos por el carril izquierdo que las alianzas se negocian en asambleas en la Facultad de Económicas, como cuando éramos estudiantes. Las reuniones asamblearias se han puesto de moda. Todo se resuelve allí o no, y se deja para la próxima asamblea o la siguiente. Todo sea por la nueva democracia participativa. El aparato partidista puede esperar, aunque mayo acecha. Los sondeos indicativos, suelen acertar poco. En Escocia el NO tenía ligerísima ventaja, pero acabó sacando 10 puntos al SÍ. La estadística no es exacta, solo se aproxima.
Hasta mayo o pocas semanas antes, la ciudad va a estar plagada de obritas, más las grandes del Metro que avanza hacia la Alameda ante el pavor del comercio circundante. En los barrios molestarán menos, porque siempre son menores. En cuanto al Cubo no se verán, cuando finalmente empiecen dentro de la legalidad, porque son bajo tierra. El día que terminen de construir a Málaga y la dejen limpia, finalmente será una ciudad hermosa, porque potencial tiene, desde que los fenicios le pusieron el ojo.
Carlos, si el cauce del Guadalmedina se embelleciera seguro que ganaba las elecciones, pero seguiremos yendo a la Rosaleda con las espaldas sin volver por no ver la suciedad y deterioro de tan importante vía.