Tenemos a 88 nuevos periodistas en Andalucía, formados en la UMA. Los hemos enseñado bien, ahora les toca la dura realidad de la calle
Cerrado el curso académico se graduaron en Málaga 88 nuevos periodistas andaluces, que forman parte de la primera promoción acogida al famoso Plan Bolonia. El acto se contempló como una inyección de optimismo juvenil, ¿cómo podía ser de otra manera? Familiares orgullosos y ellos, ahora periodistas, con la mirada puesta en su futuro profesional, incierto y calamitoso, como todo en este país, aún llamado España.
Han pasado por una última prueba de fuego, por exigencia de Bolonia. Un trabajo de fin de grado, como esfuerzo de investigación tutorizada y defendido ante un tribunal de tres profesores. Los que ya pasaron (queda otra tanda que ha preferido dejarlo para septiembre), han demostrado un alto nivel de capacitación para establecer temas de interés y en las metodología usadas para comprobar sus hipótesis. Han manifestado saber que la primera herramienta de un periodista es atenerse a las fuentes. Y que como nos enseñó Gabriel García Márquez, toda noticia, por pequeña que sea, necesita un cierto grado de investigación.
Salen bien preparados, si tomamos en cuenta que hace cuatro años, se asomaban al periodismo más como una aventura que como una vocación. En este período se han percibido que lo es, que el territorio comanche existe y que hay que cultivar las fuentes y la lectura general, especialmente los periódicos, donde la actualidad se publica como un oleaje intermitente, permanente y siempre cambiante. Asimismo, le hemos enseñado que nada es independiente, que toda noticia tiene profundas raíces con otros hechos, y no sólo las de política o economía, que tanta tinta ocupan a diario.
Se asomaron a una sociedad y sus injusticias. Se han cubierto el ego de la humildad que da saber que un periodista tiene que ser, sobre todo, una buena persona, como nos dejó dicho Ryszard Kapuscinski. Se han paseado por los diferentes puntos de vista de profesores y periodistas de los medios. Han aprendido que este mundo es más complejo de lo que creían. Que esto del periodismo es más un oficio, que crece con su ejercicio, que una profesión. Que sabemos de todo y poco de mucho. Por eso es tan importante la consulta y la investigación antes de escribir una coma. Y que el panorama de los medios de comunicación, donde en algún momento tendrán que recalar, está más que difícil. Y que, por tanto, la libertad de expresión, que tendrán que ejercer contra viento y marea, está a la baja en su calidad.
Bueno, pero ya son periodistas, al menos en la legalidad que da un título universitario. Les queda iniciar el camino hacia ejercerlo. Sé, me consta porque los he tenido tres de esos cuatro años, que muchos de ellos lo lograrán. La deriva dejará a algunos en el camino. Ha sido así siempre. Esto es una carrera de resistencia y de largo recorrido. Hay que ser brillante –la competencia es brutal–, pero también perseverante. Ya lo dijo Camilo José Cela ‘en este país quien tiene paciencia al final triunfa’. Duro país de calor y frío extremos.
A estos chicos le hemos recomendado no cerrarse a irse a otros países, si las puertas mediática españolas no se abren. No es lo ideal, tal vez, pero hay un espacio hispanoamericano donde es posible trabajar, tenemos ese inmenso mapa idiomático que nos protege como un paraguas territorial. Es el único lugar posible para un periodista, porque escribir en otros idiomas es bastante difícil. No creemos que esa opción tenga que ser vista como una tragedia, pues para un joven que apenas tiene 22 años o poco más, descubrirse como periodista aquí o en el mundo ajeno será seguramente una gran experiencia profesional y vital.
Pues hemos disfrutado en el acto de graduación de un trabajo bien hecho. De lágrimas y aplausos de una vitalidad tan grande y expansiva como lo es la juventud de estos alumnos que ya son colegas, aunque les falte recorrido. El mundo está en sus manos. Si este país tiene futuro, pasa por esta generación que va a heredar una nación en reconstrucción. Confiamos en ellos, porque son el futuro mismo. No queda otra que invertir en una educación libre, pública y de calidad. Pero eso cuesta dinero, no es gratis. Que las autoridades que distribuyen los presupuestos no se olviden de eso. La calidad y la excelencia no caen del cielo.