Pobres niños

15 Jul

La pobreza extrema se ensaña con los niños y adolescentes andaluces

Los analistas sociales han disparado las alarmas. Menores en riesgo de pobreza extrema, que caen en el alcohol/drogas, alejan a Málaga del paraíso del bienestar europeo

Mientras en Gaza las bombas matan, hieren a niños o las niñas africanas son presa de la barbarie justicialista musulmana, los niños andaluces pasan hambre. La pobreza corroe a la infancia. Los adolescentes caen en el abismo del alcohol y otras drogas a los 14 años. El gobierno andaluz abre 11 colegios públicos durante el verano para dar de comer tres veces al día a unos 800 menores de edad. Málaga no es país para niños. Un territorio donde se ha instalado la miseria en las capas más desprotegidas. Las cifras son extremas, llaman a una movilización social que gestione y dé soluciones prácticas inmediatas.
Pobreza extrema. Más de 71.500 menores malagueños de hasta 16 años viven por debajo del umbral de la pobreza. Lo certifica el Defensor del Menor de Andalucía. Su oficina no duda en recomendar una actuación inmediata. Una decisión política y administrativa. Este informe coincide en lo básico con el de la Fundación Bancaja: el índice de pobreza en Andalucía se ha incrementado en un 11 por ciento entre 2007 y 2011. Esta pandemia de exclusión social tiene que ver con hogares que viven en precario desde que empezó la crisis, que va para seis años. Familias desestructuradas, donde el abandono escolar y el coqueteo con las drogas es característica. Uno de los indicadores sitúa a Málaga en lugar destacado en cuanto al uso temprano de estupefacientes por niños menores de 14 años. Con 236 jóvenes que se presentaron a tratamiento el año pasado es la cifra más alta de la Comunidad andaluza.
Este camino tortuoso a través de las carencias básicas, lleva a la delincuencia, tal como demuestra el informe. En 1.292 juicios los acusados principales fueron jóvenes, 434 de estos menores de 15 años. Todo el asunto se enmarca en una provincia que contiene el 19,2 por ciento de todos los menores de 18 años andaluces. En Málaga, junto a Almería son las dos únicas provincias de Andalucía donde la presión demográfica se mantiene al alza. Desde 2002 a 2013 la población infantil y juvenil creció en un 18,5 por ciento.
Colegios/Comedores. Otro signo evidente del deterioro vital que afecta a niños y adolescentes es la medida de abrir comedores en 11 colegios públicos malagueños durante este verano. Tres comidas diarias a 800 niños con un presupuesto de 290.000 euros. En esto, también Málaga destaca con el esfuerzo mayor de toda la región. Esta hambre infantil se extiende por la capital, Vélez-Málaga, Marbella, Ronda; y en las zonas más vulneradas por el paro y la escasez de recursos. Las llaman escuelas de verano, pero sabemos que son el único refugio donde esos pequeños podrán pasar un rato de esparcimiento y sentarse a la mesa con un plato de comida.
Escribir estas líneas no es fácil. Porque estamos hablando del sector de la población más vulnerable, más perjudicado y más inocente de esta macro crisis, donde el túnel sigue difuminado en el horizonte y esa luz apenas si la vislumbra la economía de salón. Que tengamos en esta tierra andaluza cientos de miles de niños en grave peligro de desnutrición, alejados de la educación y tan cerca del alcohol/drogas es un clamor que no debería estar sucediendo. Tener que poner paliativos como los de habilitar estos colegios/comedores es, sin duda, un alivio, pero tan sólo eso. Hay que solucionar cuanto antes esta lacra social que significa exponer a esos cientos de miles de menores a una exclusión social generalizada. El hambre no se olvida. Sus consecuencias son una deriva hacia el abandono escolar y, por tanto, al futuro. Esto duele.
Alcohol/drogas. La Diputación de Málaga ha hecho un estudio sociológico que demuestra que los jóvenes malagueños comienzan a beber a los 14,8 años, o sea antes de los 15. Un hábito que va ligado al consumo de tabaco y hachís. Algunos de los encuestados admiten libar a razón de cinco o más copas en unas dos horas. Uno de cada cinco adolescentes ya está en el nivel de abuso y dependencia del alcohol. Los datos son tan alarmantes como los referidos en los párrafos anteriores. El análisis se ha realizado a partir de la encuesta a menores escolarizados de entre 12 y 18 años, en municipios de menos de 25.000 habitantes de la zona este de la provincia de Málaga. Adolescentes de pequeños pueblos, lanzados a la juerga analógica de la botella, el porro y el cigarrito. Las instituciones se declaran impotentes para frenar esta comprobada y prematura tendencia juvenil.
En España la media de iniciación en el alcohol es de 14 años, mientras que en Málaga es de 15 años, para las edades de entre 14/18. La diferencia es apreciable estadísticamente, pero insignificante si valoramos que ambas edades son muy tempranas para empezar a convertirse en habitual del alcohol. Lo sorprendente es que el estudio cambia la visión usual de que los menores de edad beben en los botellódromos, porque les resulta más barato. No es totalmente así. Cinco de cada diez encuestados aseguran que beben en bares y pubs. ¿No habíamos quedado que en tales locales está prohibido servir licores a menores? España es diferente hasta en eso.

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