El Metro te lleva en bicicleta y a los bebés en sus carritos. Patinadores y mascotas no son bienvenidos, pero por los carriles-bici aún se circula poco
Málaga está en la media del ranking de ciudades españolas cuyos ciudadanos usan la bicicleta para moverse. Las hay peores, Madrid, Pamplona o Las Palmas; y mejores: Sevilla, San Sebastián o Vitoria. Lo ha establecido una encuesta a 4.000 pobladores de 16 grandes ciudades realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios –OCU–. Un alto porcentaje (69%) piensa que tanto carril-bici crea conflictos entre los peatones y los ciclistas. Los que no son afectos a las dos ruedas, denigran de los que sí la usan. Mientras que los aficionados a esas dos ruedas equilibristas acusan a los conductores de vehículos de motor de irrespetarles en las vías que comparten.
No sólo eso, también consideran que los peatones invaden sus carriles. En fin, que el signo de alta modernidad que significa una ciudad cuyos ciudadanos se movilizan en vehículos que no contaminan, contribuyendo a su propia salud mental y física, choca aún con la resistencia al cambio hacia costumbres de mejor y mayor convivencia. Nos parecemos poco a países que han interiorizado tales usos como algo cotidiano y beneficioso para todos. En ocasiones, qué lejos nos queda Europa.
En un afán por parecernos a la gran UE del norte, los ayuntamientos han programado el diseño de carriles-bici, el de Málaga no se ha quedado inerme. En los últimos cinco años los ha multiplicado. A comienzos de este año, el plan consensuado entre el Ayuntamiento y la Junta fijaba pasar de casi 93 a 248 kilómetros. Este plan persigue textualmente: “Luchar contra el cambio climático, disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, promover la economía verde o avanzar hacia un nuevo modelo productivo”. Sin olvidar que esta fiebre por la bici se ha producido en plena crisis y muchos usuarios han visto en ellas un ahorro sustancial. En Málaga se ha estrenado el alquiler de bicis, mediante tarjetas, que funciona medianamente bien, aunque todavía esa práctica no está suficientemente implantada, falta instalar la cultura de la bici a gran escala. En la Universidad un sistema similar, implantado mucho antes que el municipal, fracasó. No produjo suficiente interés entre el alumnado, ya que era para uso interno del campus.
Metro. Ahora que el transporte urbano más rápido va a entrar en circulación, al menos en una primera etapa, con la polémica sobre el trayecto Alameda/Parque aún sin resolver, los ciclistas van a poder viajar con sus bicis, con la ventaja de trasladarse desde el oeste profundo a las playas del centro/este, por ejemplo. Según la normativa para usuarios de Metro-Málaga, los papás podrán subir con los carritos de bebés, todo sea por captar clientes que se acostumbren a viajar en el nuevo tren urbano. Prohibido comer/beber, mascotas, fotos, patinar o fumar. No hay barra libre en el Metro/Málaga, ni botellón ad libitum.
La ciudad cobra una pátina de modernidad móvil. No sólo la red cultural museística da ese glamur, los museos no son masivos. El Metro, que llega con retraso de al menos una década, siempre reforma el entorno urbano, cuya movilidad reorganiza. Queda por saber cómo se coordinará con el transporte de superficie, cuya red de autobuses tendrá que reordenarse en función de las estaciones del Metro. Ha sido así en las grandes ciudades, que disfrutan de ambos medios de transporte ciudadano. Facilitar el uso de la bici, ampliando la red de carriles específicos y su movilidad en los vagones del Metro es, sin duda, una buena noticia para esta ciudad tan dada a la molicie y negativa a los cambios en profundidad.
Como uno de los signos de una postmodernidad posible, el uso de vehículos que contribuyan a la convivencia ciudadana y a disminuir los niveles de contaminación es un indicativo de una ciudad que avanza. No es el único, pero se nota lo difícil que es en Málaga desarrollar una evolución, que vaya despejando la bruma de una ciudadanía enclaustrada en parámetros anticuados y enmarcados en prejuicios, valores que han dejado de ser la guía de las grandes ciudades europeas. A pesar de los kilómetros de carriles-bici y del experimento fallido en la Universidad, la verdad es que el uso habitual de las bicicletas para ir al trabajo, a la escuela al campus de Teatinos no es aún masivo, ni parece que vaya a serlo pronto. Más allá de las convocatorias de los grupos defensores de las dos ruedas o de las concentraciones deportivas de fin de semana, las bicicletas, que pueden ser de gran uso en el benigno clima malagueño y no sólo para el verano, todavía tiene que recorrer mucho trayecto y convertirse en una costumbre saludable.