La polémica entre la iglesia malagueña y los colectivos homosexuales ha ennegrecido los aires de la ciudad. Ahora, el obispo les da su bendición
Aunque el papa Francisco, ese peculiar argentino poco amigo del boato y la parafernalia vaticana, haya dicho que ‘quién es él para juzgar a un homosexual’ y esté empeñado en alejar esa mala imagen de curas acusados de sodomía por medio mundo; el obispo de aquí, monseñor Jesús Catalá, emitió palabras que a los colectivos gais molestó y consideraron ofensivas. El obispo en sus tareas pastorales les dijo a un grupo de escolares que el ‘matrimonio homosexual es como una anciana con un niño recién nacido’, y que no deseaba que un bebé fuera adoptado por una pareja del mismo sexo. Y aunque después se desdijo y culpó a la prensa local de tergiversar el significado de sus palabras, la tormenta estalló en las cabezas.
Ya en una entrevista publicada en 2004 el Diario de Alcalá, ciudad donde el obispo estaba destinado antes de venir a Málaga, y cuyo titular era: ‘Ser homosexual es una anormalidad psicológica’, daba pistas de su homofobia. La periodista que la firmó, asegura tenerla grabada y que no alteró las declaraciones de Catalá. Un cargo público, y este lo es, debe pensar lo que declara a la prensa y si piensa así, defender sus posiciones, el mensajero sólo ha proclamado por escrito lo que este obispo dijo, tanto allí, en Alcalá como en Málaga. Ahora, recogiendo velas, el obispo se ha reunido con representantes de las agrupaciones Colega y Andalucía Diversa, que llevan la voz de gais, lesbianas, bisexuales y transexuales, para limar asperezas.
En dicha reunión Catalá ha insistido: ‘sus declaraciones fueron manipuladas o sacadas de contexto por los medios de comunicación’. Vale, monseñor. La prensa le tiene inquina y pone en su boca palabras que no ha dicho. Vaya a Alcalá y escuche la cinta grabada de nuevo, es su voz, sin duda. El obispo ahora malagueño, se confiesa en esa reunión y afirma que ‘en ningún momento ha atacado a los homosexuales y que no se considera homófono, porque siempre tiene respeto para todas las personas, incluyendo a los homosexuales, y que sigue fielmente las palabras del papa Francisco: «¿Quién soy yo para juzgar a nadie?». Menos mal.
Al haberse celebrado en estos día el Día Internacional de Lucha contra la Homofobia, creen estos colectivos que sería conveniente que el obispo Catalá se posicionara públicamente –y esta vez sin tergiversaciones– acerca de su clara defensa de los homosexuales, muchos de ellos cristianos y observantes de los ritos católicos. Les gustaría que el obispo malagueño denunciara la penalización que se hace a esos grupos, donde sobre 76 países condenan directamente la homosexualidad con penas de prisión o de muerte, en siete de esas naciones. Ellos esperan ese gesto del obispo Catalá.
Son malos tiempos para estos temas. Ha saltado a la contienda electoral europea desde la voz de Cañete, que quiso hacer una gracieta y le salió una mueca. ‘Siempre es difícil enfrentarse a una mujer, puede uno parecer un machista’; vaya, no habíamos quedado que hay paridad en el ejercicio democrático de la política. Las mujeres siguen siendo peor pagadas y ocupan menos cargos directivos en general. En las empresas periodísticas, toda estadística del ejercicio profesional señala que hay más mujeres que hombres en las redacciones, pero no es igual en el escalafón directivo, donde mandan los hombres. En el mundo de la información internacional parece similar. Dos directoras, pioneras en esos cargos en los diarios de referencia mundial, The New York Times y Le Monde han dimitido, una por ganar menos que sus homólogos anteriores y otra porque no pudo con la correosa redacción masculina de París. En Cannes, una actriz de primer nivel, Cate Blanche, se ha quejado de que en Hollywood no se paga igual el talento femenino que el masculino, y que siempre se saca el tema de cómo poder compaginar el trabajo con las tareas del hogar.
Lo cierto es que ya entrado el siglo XXI, se siga discutiendo por las ideas conservadoras a ultranza de algunos prelados eclesiásticos y que el mundo de la política española, tan ceñido a las listas cremalleras, siga instalado en conceptos machistas encubiertos, que se sueltan como eslóganes graciosos que no lo tienen. La reunión distendida entre el obispo homófono, aunque él lo niegue, y los gais malagueños es un gesto que se debería traducir en acciones, porque nos guste más o menos, la sociedad avanza en núcleos familiares diversos, es una realidad. La iglesia católica está en Roma en un proceso de adecentamiento y puesta al día, al menos eso trasluce el papa Francisco, un jesuita argentino, que parece dispuesto a poner orden. Imitar esas señales desde el obispado malagueño no caería nada mal en una ciudad consagrada a las tradiciones de las Cofradías. Mientras tanto tampoco es malo que los gais cristianos vayan a misa con el obispo, de vez en cuando.