Decir adiós no es fácil, aunque en esta ocasión con la esperanza de que dejamos atrás doce meses difíciles. Este es nuestro último artículo del año. Felicidades
Mientras unos se dedican a robar aguacates por la Axarquía, otros compran en calle Larios, otros más se apuntan a la moda de inaugurar los viajes en Metro. Y otros más se han ido ya a Alemania, como antes. Una historia que se repite con diferentes protagonistas. Vaya sino el de esta España, que se cae a pedazos y se rompe por el norte y noreste. Todos, si una jugada de último segundo no lo remedia, se verán envueltos en los malos olores de la huelga de las escobas malagueñas, que comienza esta semana. El año va concluyendo de sobresalto en sobresalto, no ha dado respiro.
Todavía se pueden equivocar en el Hospital Materno. Entregan un bebé por otro. ¿Cómo puede ocurrir? Falta de personal, protocolos caducos, despiste. Se descubrió porque uno era niño y otra niña. Tragedia a las puertas, si hubieran sido del mismo sexo, podrían haber pasado años para descubrir el error o no, dice uno de los papás. Es un asunto de la mayor seriedad y gravedad. No aparecen responsables. La opacidad en las instituciones sanitarias es usual, tanto como en un país, este, donde la transparencia no suele anidar, ni se la espera. Esto tomando en cuenta que el descenso de natalidad en ese centro ha bajado sensiblemente, unos 500 partos menos cada año; desde 2008, los nacimientos han bajado en 2.500.
El alcalde de Sevilla, un señorito del Guadalquivir, subraya que su ciudad es inigualable, aunque en Málaga estén negociando la inauguración de la sucursal del Museo Pompidou de París. El alcalde de aquí le ha respondido con su usual cortesía de antiguo malagueño. Esta forma de tirarse los tiestos a la cabeza es usual entre los que gobiernan aquí y allá, pero la cosa se extiende ahora a los de la misma casa. Zoido, el sevillano, ha quedado fatal; mientras que de la Torre, el malagueño, ha sacado la cara por su ciudad, aunque le queden algunos flecos económicos por cerrar para que el Pompidou abra en Málaga. El alquiler que ha pedido el jefe del Puerto, el socialista Paulino Plata, más el acondicionamiento del llamado Cubo de Cristal, unos cinco millones de euros, para albergar las colecciones en sus 6.000 metros cuadrados, que parece estaría a cargo de Unicaja-Banco. Un pico, que tendrá que garantizar a los franceses un millón de euros anuales por un acuerdo de cinco años prorrogables por otros cinco. Ser diferente a Sevilla, alcalde Zoido, cuesta dinero.
Dice la encuesta de población del INE, que ha cambiado el mapa sociológico de Málaga. En los últimos diez años (2001/2011) ya hay signos de que nada es como antes. Y no es que lo de antes fuera mejor, pero da para pensar en un microcosmos social, donde aquella Arcadia del Estado del bienestar, es un poco menos bueno o acaso no volverá a ser lo que fue o creíamos que era. Los datos son evidentes. Dos de cada 10 malagueños viven solos, asumir la soledad no es tarea fácil, será porque no hay quien viva con ellos, tal vez. Un tercio de los hogares, unos 200.000 en números redondos, están constituidos por parejas que no tienen hijos, eso se le anota a la crisis, paro y decepción laboral. Por tanto, bajan las familias numerosas de antes. Un 33 por ciento de las familias tienen, al menos, uno de sus miembros apuntado a las colas del INEM.
En esta España tan europea, con AVE directo a París, la más antigua nación-estado de Europa, se puede morir una familia intoxicada por el paro, la miseria y el hambre, aquí mismo en Andalucía. Se acuerda uno de Chaplin comiéndose los cordones de sus botas.
No obstante, Málaga sigue creciendo en población a la cabeza de las ciudades españolas deprimidas. Esta es aún una ciudad de niños y jóvenes menores. Mientras esta década estudiada por el INE concluye con una panorámica bien diferente, la ciudad ha crecido en infraestructuras. Se remodeló el centro con la calle Larios como eje peatonal, aunque todavía la rehabilitación no haya concluido; se reformó el Puerto, aunque sin derribar la verja divisoria; se prolongó el paseo marítimo de Poniente rescatando el oeste; llegó el AVE y puso a la ciudad a poco más de dos horas de la capital de España; el Metro a trancas y barrancas avanza hacia casi el centro, desde el oeste universitario. Málaga es igual, pero diferente a Sevilla, ahí está la mar.
En fin, como consuelo de final de año nos queda esta estadística urbana y social, que podría ser peor. No es cosa de deprimirse más de la cuenta, que algún turrón caerá en medio de tanto descalabro y falta de liquidez bancaria. Felices fiestas, lectores.