Mientras ‘el fondo de reptiles’ no toca fondo, Letizia aparece como una actriz hollywoodense de los cuarenta. Málaga huele a huelga de basura como la que alfombró a Madrid
Este país transita por esto y lo contrario. Los presupuestos para 2014 abarcan titulares. Son escasos, disminuidos, enfrentados a pagar deudas acumuladas. Las inversiones ni están ni se las espera. Un parque, antes cuartel militar; un cubo de cristal para la cultura en un puerto menguante escaso de miras y de dinerito. Poca cosa más en esta ciudad del paraíso, donde anida el sol de los turistas, que todavía se desparrama de forma gratuita. Eso a los británicos les parece ‘very good’, según han declarado en la WTM, un mercado anual londinense, donde la crema malagueña se reúne a cenar en inglés.
Los violadores en serie, los asesinos etarras más radicales y otros delincuentes condenados, salen a la calle, cumplidas su condenas al mínimo. Está el del ascensor, el del chándal, el del tiro en la cabeza y otros especialistas. La culpa es de Parot, que inauguró la chapuza judicial más clamorosa de la Europa Unida. Ante la imposibilidad de una sentencia a perpetua revisable, como se habla por estos días, la llamada ‘doctrina Parot’ solucionaba el entuerto de alargarles la pena unos cuantos años a esos delincuentes convictos. Hasta que el Tribunal Europeo dijo basta. A la calle con todos los que ya han cumplido la condena inicial. Son unos cuantos, van saliendo por docenas cada semana.
Tal vez los etarras no cojan más las pistolas, pero salen en loor de haber ganado una batalla importante para su inserción en la política vasca de la independencia. Las víctimas, esas que quedaron paralíticas a perpetuidad, a los familiares que perdieron a sus hijos, esposos, padres, hermanos esto les parece inaudito. La ley es dura, pero es la ley, decían los antiguos romanos, que inventaron la civilidad europea. Para los otros, ningún informe judicial o psicológico avala ni garantiza que no vayan a reincidir. Acosar a mujeres, violarlas y ejecutarlas es un impulso difícil de controlar para ellos.
Por estas tierras irredentas los socialistas se van a Madrid y entonan a coro la Internacional en vez del himno a la alegría de la novena de Beethoven, como signo de estar gobernando sin sobresaltos pese a la juez Mercedes Alaya, que los acosa desde el mismo centro sevillano del poder andaluz. ¿Será para darles coba a sus socios comunistas? Algunos popes del PSOE, Felipe González y José Bono, entre otros clásicos, no les gusta esa apología de extrema izquierda de abajo la Iglesia y los Borbones y viva la Federación republicana. Mientras Alfredo Pérez Rubalcaba, sigue siendo Rubalcaba a secas, sentado en la cúspide y esperando a Godot, que él sabe nunca llegará. Un PSOE extraviado en su propio laberinto, sin darse cuenta de que el granero de votos está en el centro y no en la extrema izquierda, para eso allí está IU. Al PP, esa miopía política le parece estupenda, mientras ellos mismo se enredan en Génova esperando que el líder gallego decida a quién nombrar cónsul en Andalucía. Los tiempos de la política nada tienen que ver con el reloj de los humanos.
El Metro malagueño llega a un acuerdo de mínimos, pero ya no será lo que se planificó. Su soterramiento resultó demasiado caro para los tiempos de austeridad que corren y corroen. Se quedó en un subterráneo tímido, reconvertido en tranvía de superficie doblando hacia el norte y sin rumbo hacia el este. El alcalde en unas de sus maniobras clásicas de acoso y derribo de un enemigo debilitado por los plazos temporales, les ganó una vez más y obtuvo un ahorro sustancial para las arcas municipales, sin perjudicar en extremo a los ciudadanos que no tendrán el Metro ofertado hace diez años, pero sí una modesta línea única. También queda en pie el ‘Málaga Valley’, pero sin silicio. Algo es algo.
Mientras sigamos con esto y lo contrario, avanzar se hace dificultoso. El chapuceo no trae nada bueno, porque más temprano que tarde las chapuzas salen caras. Parot, el Metro, el Puerto, la cultura, los reptiles millonarios antes y procesados ahora; proyectos fantasmas, como aquellas gemas; y el maquillaje hace milagros, sobre todo en Hollywood.