El asalto al firmamento, donde la utopía social reinará, se quedó en un amago. Ni Sánchez quiso, ni Iglesias pudo. España se asoma a las urnas de nuevo
Carlos Pérez Ariza
Desde los godos para acá este mapa nunca ha sido fácil de gobernar, ni ha dormido sin sobresaltos. Alcanzada esta peculiar democracia, donde la monarquía de carambola borbónica se instaló (desde 1700), el sino de la inestabilidad, de la provisionalidad, del alboroto persigue a esta nación con cinco siglos cumplidos a sus espaldas. El signo actual es la multiplicación de partidos a derecha e izquierda, que ha debilitado al centro bipartidista imposibilitado de gobernar en solitario. Las últimas coaliciones históricas fueron las que lograron los reinos cristianos contra los musulmanes, pero costó siete siglos de idas y venidas. La ‘Memoria Histórica’ es más larga de lo que se vende hoy. Las variables actuales se asientan en un escenario inédito. El partido que gana las elecciones necesita a uno o más satélites para gobernar. Pero esa es costumbre extraña en estas tierras. Conjugar el verbo pactar se atraganta con facilidad. Por ahora, y hasta septiembre, Pedro Sánchez, tendrá que seguir tejiendo el tapiz de su nuevo gobierno. Si vuelve a fallar, en la tanda de penaltis que viene, tendrá que convocar elecciones generales para finales de noviembre. Su empecinamiento en gobernar solo no va a ser fácil. Ir a las urnas de nuevo podría mejorar sus opciones, pero no le garantizará el paraíso de una mayoría absoluta. El horizonte electoral se avizora para otoño. Y se volverá al ejercicio del pacto. Esto es España: eterna e ‘invertebrada’.
El amplio espectro de la izquierda española tensa mucho para ponerse de acuerdo. No lo hace menos esa nueva derecha que ahora llaman trifásica. Los partidos hegemónicos están incómodos en el nuevo escenario político. Acostumbrados a gobernar en la soledad de sus mayorías, les viene estrecho compartir la mesa del gobierno grande. Llegados a esta hora, los hechos cantan en clave mayor. Ni Sánchez quiso, ni Iglesias pudo. El que parecía socio preferente, no era el preferible. El PSOE de Sánchez viene creciendo en las urnas y en sus sondeos futuribles. ¿Para qué darle oxígeno a un Podemos a la baja? Dejar entrar en el gobierno de España a los gamberros de la izquierda española, mezclarse con ellos, sería convivir con una pareja tóxica para el socialismo centenario. Si el socialismo español del nuevo cuño sanchista desea iniciar la segunda transición, tienen que hacerlo en solitario, sin socios con quienes compartir esa aventura. Para eso tiene que contar con 176 diputados…las urnas están esquivas.
Cogobierno. Es muy poco probable que se pueda editar una coalición del PSOE/PP/Cs. ¿Ministros socialistas con los derechistas?: Vade Retro. Sería un gobierno difícil de mantener. Otra opción sería un pacto de Estado, donde ese centro derecha facilitara la gobernabilidad de los socialistas, exigiendo unos puntos centrales a cumplir. ¿Todo gratis? Sería, no obstante, un gobierno débil, en minoría y expuestos sus flancos a una moción de censura. Si ese escenario, poco factible, no se concretara, el llamado a elecciones está a la vuelta de la esquina. Un resultado previsible, que trasladaría el actual escenario a uno muy similar al actual. Sánchez, en su amargo sillón parlamentario de la pasada semana, debe haber recordado a Rubalcaba cuando bautizó al mandato salido de la moción de censura a Rajoy, como gobierno Frankenstein. Que entre Podemos sin ministerios sería torcerle la coleta a Iglesias. Aunque sin tiempo de navegación andan en globo sonda Errejón/Carmena desde su MASMadrid. Todo podría verse en esta tierra ancha y electoral.
Cataluña. Con la idea de ciertos partidos, el primero Podemos, de sustituir este régimen constitucional por una nueva República, urge consolidar un gobierno con los que aún creen que esta Monarquía Parlamentaria puede servir para algo. Es la hora del valor, del coraje para asumir los cambios dentro de la Constitución que sean necesarios. Para eso se buscan estadistas a la altura del momento de urgencia que corre por la nación. En el telón de fondo, no olvidarlo, está el tema Cataluña. Septiembre será el peor mes para urdir alianzas. Se conocerá el fallo del TSJ con respecto a los secesionistas alzados contra el Estado español. Se prevén serias penas de prisión. Una variable a sumar en el ya complejo panorama actual.
En honor a la verdad, Sánchez ha podido aceptar a Podemos a su lado. Al final, sus exigencias eran mínimas. Pero el costo habría sido inmenso. Tanto para España como para su propio partido. Dar una vicepresidencia y dos o tres ministerios ‘floreros’ a Iglesias, hubiera sido dar oxígeno a un movimiento que ya está en caída libre. El líder del ‘asaltar los cielos’ debería releer ¿Qué hacer? Dónde el camarada Lenin explicó que la clave era el soviet. Sin partido no hay paraíso. Podemos es una agrupación de grupúsculos, que rompe la unidad del aparato en cualquier asamblea de barrio. Si Iglesias no ha conseguido formar un verdadero partido, pretender gobernar España parece un exceso de vanidad.