Málaga en Feria. Un dos por una: Centro (día) y Real (noche) y toros plus. La ciudad multiplica ampliamente su población. Una fiesta para cuerpos valientes y calientes
Esta semana Málaga es un gran Circo. Se come bien y se bebe más; se baila, se canta y algunos hacen el tonto. La ‘Feria del Sur de Europa’, la han bautizado los políticos. La afluencia de feriantes se aproxima a unos seis millones en nueve días consecutivos, según un estadístico presumido. Se reúne por su calles, diurnas y nocturnas, una inmensidad de gente, que solo desean festejar calurosamente. No se sabe si sean tantos millones, pero dados los preparativos parecen muchos, demasiados para una ciudad pequeña. Se refuerza la plantilla de operarios de limpieza con casi mil nuevos brazos; escobas, máquinas recogedoras de desperdicios, camiones de riego. La basura es mucha e intrusa, tal como quienes la propagan. La seguridad es prioridad dada la amenaza terrorista, que mata por las calles europeas. Más de mil policías patrullan la ciudad. De uniforme y de la ‘secreta’, que van camuflados para vigilar a los ‘malos’. Ojos abiertos contra violadores. En las calles ya han puesto obstáculos, para que los aficionados a embestir con vehículos asesinos no puedan hacerlo. Esto acaba de empezar. Si aún no ha bajado al Centro ni al Real, le quedan días. Déjese imantar. No olvide el abanico.
Feria es sinónimo de agosto en Málaga o viceversa. No hay una sin el otro. Como toda actividad en este país no está exenta de polémica. Los entusiastas son incombustibles. Van a diario, de día y de noche, incluso algunos a los toros por la tarde. No hay calor que los disuada. Hay que tener cuerpo para tantas horas, tanto Cartojal –ese brebaje para hígados resueltos– y tanto copioso sudor, tantísimo botellódromo autorizado. Está el grupo de padres, que tienen que llevar a sus niños a las atracciones de la Feria del Real (una Feria con luces infantiles). Otros, son ajenos a esta fiesta larga de 9 días inagotables. Les parece un desfile de humana ordinariez ignara. No asisten ni financiados. Es la ocasión para festejar en familia o en pandillas de amiguetes. Sin olvidar a algún grupito de impresentables semidesnudos, que alardean a gritos su aparente masculinidad. Esos son imborrables. Ante tal descalabro, hay algún altercado violento, peleas callejeras de baja estofa. Para eso están las autoridades del desorden público.
Los defensores a ultranza de esta fiesta tan céntrica son los hosteleros. No tienen dudas: hacen la más abundante caja del año. Califican a la Feria como el mejor escenario para practicar un ‘ocio responsable’. A tanta algarabía, ellos le ponen buena cara, un gesto optimista. Esperan una humanidad equilibrada entre tanta bebida, canto, baile y desenfreno. Esta festividad es maná también para las asociaciones vecinales, que montan sus casetas para financiarse. Los hoteles y los pisos turísticos están repletos. La Feria mueve dinero, un aliento económico. Los feriantes de ese Centro encendido tienen la palabra. Controlar a los bárbaros siempre fue difícil. Ni aquel imperio romano pudo con ellos.
Los colectivos LGBT convocan a no consumir vodka ruso en esta Feria en protesta a la política anti homosexual del camarada Vladimir Putin. Si es otro elixir similar, sí. El polaco, por ejemplo, que es tan bueno o superior. Aunque no sea ese el brebaje preferido por aquí en estos días. Pega más la cerveza local, ‘malagueña y exquisita’, muy fría mejor. Su prevención también recuerda el tener sexo seguro. 5.000 kits repartirán para tal seguridad. Todo sea por el respeto al diferente.
Esta Feria, denostada por buena parte de la intelectualidad malagueña y alabada, defendida por políticos y comerciantes, sigue en pie. Es un sello de la ciudad, una metáfora real de sus vicios y virtudes. Es un encuentro juvenil. Los mayores van a otro ritmo entre medicación y sombrita. La Feria de día, no es para niños. Para los chicos está el Real. Lo discutible, lo que diferencia a esta fiesta de otras similares, es que posee dos escenarios. ¿Por qué no unificarlos en uno solo? Largo debate de nunca acabar. La del Centro es, sin duda, la conflictiva. Demasiadas personas a pleno sol. Suprimirla, sería quitar un caudal de ingresos al comercio capitalino. Para eso no hay voluntad política. Se mira de reojo a las urnas votantes. Y el Centro lleva milenios con la humanidad a cuestas.
Este año, con la creciente afluencia de turistas nacionales y extranjeros, a esta moda de ciudad, las estadísticas se desbordarán. Se esperan unos 10.000 cruceristas, que desembarcarán justo frente al Centro. La Feria de Málaga es el ejemplo de la memoria aparcada hasta cuando la caló se disipe. Es no tener que escuchar las mismas noticias diarias de los políticos profesionales de siempre. Es el ejemplo local más contemporáneo del ‘Pan y Circo’ romano. Aquí, en pleno estío mediterráneo esta fiesta larga y congestionada, se afianza en el abanico callejero, en los bares y restaurantes con AA, con las sombras benignas del Centro o en el mejor frescor nocturno de las callejas del Real. Si le gusta el jaleo, no hay nada mejor que esta Feria malagueña, que no deja indiferente a sus asiduos asistentes. Y hace clamar, un año más, a sus detractores.