Andalucía puerta abierta

24 Jul
Andalucía es ya el ‘punto caliente’ europeo, vía marítima, del flujo migratorio africano

 

Tener que abandonar tu tierra es siempre un lamento que te acompaña toda la vida. Las causas son políticas y económicas, ambas suelen estar juntas

Viene un africano, negrito para más señas, y se pone a pensar que en su tierra no hay salida, que tiene que hacer dos cosas de inmediato: una es irse y otra no volver. Esta determinado. Reúne un dinero excesivo que no tiene, coge a su mujer embarazada de cinco meses, se llena de futuro y se embarca con su familia en una Zodiac que navega hacia España. Antes era a Italia, ahora ya no. Le da igual, él habla francés e inglés, como para defenderse en Europa y España es Europa, mejor incluso que Italia para él. Ha escuchado que les tratan muy bien, mejor que los italianos. Pues allá va, mejor dicho viene. Pongamos que les llamamos con nombres españolizados: Pablo, a su mujer Sara y el bebé por nacer será español. El futuro no puede ser peor que su presente.

Un buque español los rescata minutos antes de naufragar. Ya han muerto dos en su embarcación, que tuvieron que echar por la borda al mar. Llegan a Málaga. Los reciben, los atienden, los alojan. Empieza el calvario de la identificación policial. El futuro no es inmediato. Tiene sus trámites. Las preguntas empiezan. Pablo recuerda lo que decidió: irse, ya se ha ido; no volver, no volverá. Un empleo es la clave. Tampoco está fácil. España tiene la solidaridad a pie de calle, pero los puestos de trabajo siguen escondidos. Pobre España, piensa, tan cerca de África y tan lejos de Europa. Pablo y su mujer han comido, han dormido. Se despiertan aún con la sensación del mareo marino. Pero están en una tierra firme, que empieza a acogerlos. Algo es algo.

Es la historia personal de miles de africanos que caminan en pos de una vida menos amarga. Un continente abandonado a su suerte por los países colonialistas europeos del XIX y XX; asolado por ideologías extremas, desde la guerra fría al desembarco chino, clama por una existencia digna. Llegar a Europa es su única salida. La UE, solo mira al sur. No atacar el problema en su raíz es permitir que las mafias, que trasladan a esas personas, sigan al mando e impongan sus condiciones. La frontera sur de la UE está soportando todo el peso. Aquí, Andalucía es esa frontera. Lo ha sido Italia, que les ha cerrado sus puertas. Pero las lanchas de goma siguen atravesando esta mar milenaria en pos de un espejismo de paz, tranquilidad y fortuna. El buen tiempo acompaña y el negocio instalado fundamentalmente en Libia va viento en popa.

Las cifras de llegada crecen sin cesar. Se improvisan centros deportivos (El Palo, Málaga) para alojarlos. Los encargados del tema aducen que faltan recursos y que la UE debería aportarlos. Se escuchan voces de que no se cuidan los Derechos Humanos básicos. Por las costas de Málaga, sólo desde finales de junio a esta fecha, han llegado casi 700 personas. Una cifra que supera a todo lo previsto en relación al pasado año. El máximo del año anterior fue 2.307 personas por el puerto malagueño. En estos primeros siete meses ya han entrado 2.000 inmigrantes. Su alojamiento y atención médica o el trámite policial para cada expediente es lento y farragoso. Mantener a esas personas cuesta dinero. La UE se muestra remolona. Esta situación coge fuera de juego a todas las administraciones españolas. Las cifras citadas son más que elocuentes. Tampoco existe un plan de empleo para estos extranjeros. Andalucía no está preparada para atender con plena seguridad a tal cúmulo de personas. Las propias autoridades afirman estar desbordadas.

Toda Andalucía es ya puerta de entrada grande. La Policía Nacional indica a Cádiz, Granada, Almería y Málaga, donde se cuentan cifras al alza. Por el Estrecho y el Mar de Alborán el tránsito es incesante. Esto es una tragedia humanitaria de inmensas proporciones. España ha pasado a ocupar el primer lugar de Europa de llegada de inmigrantes vía marítima. Es ya el nuevo ‘punto caliente’. Se contabilizan 18.000 personas en lo que va de año. Las mafias lo saben, ven las noticias, y cuidan su negocio. Negociar con el dolor humano da beneficios seguros. Está claro que sin abordar el problema en origen, este flujo migratorio se va a incrementar. La UE debe pensar en dos acciones perentorias. Una, ir a la raíz del problema, cual es facilitar el desarrollo de esos países africanos. Dos, un plan de emergencia europeo, que organice la atención e integración de esas personas.

Ya se están demorando. Los dirigentes políticos siempre instalados en su lentitud de acción. Reforzar lo que en Bruselas llaman fronteras externas es una necesidad perentoria. Es este sur, tan lejos de Berlín, Londres o París, el que lleva el peso de este movimiento migratorio africano. Incluso dando suficientes recursos es discutible. La clave es trazar una política clara para acogerle, garantizándoles una vida digna. Entre estas personas que llegan hay asilados políticos posibles y ciudadanos sin otro afán que sobrevivir. La esencia del concepto humanitario de Europa está en juego. La ONU prepara un pacto global sobre migración. Se presentará en Marrakech a finales de este año. Se trata de abordar uno de los grandes problemas del siglo XXI.

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