Guirao, José afirma que hay que leer. Aquí se lee poco o nada, aunque está bien visto regalar libros. Cree que el humanismo debe ser rescatado
Mientras Máxim Huerta se sale de Twitter, este nuevo y repentino ministro de Cultura y Deporte no transita por esas calles. Parece un antiguo catedrático de instituto, que enseñaban con la letra por encima de cualquier conocimiento científico. La cultura actual en España es un campo devastado. Este nuevo ministro, que ha gestionado el museo Reina Sofía (ese antiguo hospital que alberga al ‘Guernica’), respetable trabajo, pero sólo una arista de lo que este almeriense (59) tiene por resolver. Se asoma a un abismo. Desde el alto IVA impuesto a la actividad cultural a la política del cine. Sin dejar de mirar a la organización y fortalecimiento del deporte base, y el practicado por el sector con minusvalías. Defiende las Humanidades, esa tierra baldía de la Educación. La moda, impuesta por el mercado, está en los títulos tecnológicos. Desde la revolución postindustrial, que diseccionaron Daniel Bell, John Kenneth Galbraith y Alain Touraine, se ha impuesto una sociedad del conocimiento esencialmente tecnológica. La enseñanza de la esencia del pensamiento, de la filosofía, de la literatura es cosa hoy de poetas, que van del verso libre a la rima asonante. ¡Qué lástima! El nuevo ministro cree, que si bien este mundo global lo mueven las tecnologías, el sustento tiene que estar en la formación humanística. Menudo tarea tiene el ilustrado Guirao en un país plagado de analfabetos funcionales.
Este predicador en la estepa extensa de los ágrafos, puede que consiga ser el tuerto en el país de los ciegos. Comienza con valentía. Veremos si los vericuetos de la administración pública no lo zambullen en el laberinto del Minotauro español sin hilo de Ariadna. Ha pasado revista a los retos a los que se enfrenta su Despacho. Comenzó con una metáfora que le dejó el saliente por la puerta trasera de Hacienda, Máxim Huerta I el Breve. Una novela de Ana María Matute, ‘Paraíso inhabitado’. No habitado sí, sobre todo por el súbitamente saliente, pero ese ministerio no es nada parecido a un Paraíso. La fauna cultural española tiene parcelas donde entrar es casi campo minado. Guirao parece conocer bien ese terreno.
En su nueva mesa se le acumulan los casos a estudiar. Ecuaciones enquistadas, que se añejan en cajones sin abrir desde hace años. Se abre el telón y está el conflicto entre el Teatro Real y la Zarzuela. Se apaga la sala y se proyecta el comienzo de una película: ‘El cine español’. Se baja por el Paseo del Prado, y se abren las puertas de los Museos, que necesitan financiación extra. Se entra en una librería y los libros acumulan polvo. Aquella Dirección General del Libro, espera por un gerente que sepa leer y escribir. Entrar al Palacio de Longoria, emblema modernista de Madrid en el barrio de Malasaña, es husmear en las cuentas de la SGAE. Tendrá que coger lanza y escudo para enfrentar a la Hacienda del IVA cultural; sin dejar encima de la mesa, y para mejor ocasión, la Ley de Mecenazgo o el Estatuto del Artista.
No parece saber muy bien si ese nombramiento sea un premio o un castigo caído del cielo. Un honor es. Ser ministro de Cultura y Deporte de España no es baladí. Pisa un terreno cenagoso. Es defensor del buen trato a los animales, animalista le dicen. Los antitaurinos le esperan en el burladero (por eso, tal vez, no transite por Twitter). Se defiende aclarando que no es un animalista radical. Pero desde su atalaya cultural tendrá que valorar la fiesta nacional como una de las distinciones de la misma. Las cornadas están por llegarle y sin capote a mano. El paseíllo que le van a dar con este tema, será en el ruedo tuitero.
Este, al menos, es un humanista. Llama la atención entre tanto técnico subido al sillón. La educación de las humanidades se ha desdeñado en España, como algo inservible para hacer caja y llegar a fin de mes. ¿Para qué necesita un licenciado en Humanidades un Banco? El inmenso fallo está en no enseñar esas materias en todas las carreras técnicas. Hay que revisar eso. Este ministro se lo ha puesto como tarea, aunque no depende de su cartera directamente. Reivindica las Humanidades; los profesionales todos, necesitan conocer el alma humana, ha afirmado. Sabe que su prédica salta sobre un terreno poco fértil. “La cultura siempre es, a medio y largo plazo, para las cosas de fondo”. Las Humanidades han tocado fondo.
El cine español, que viene de capa caída, está en su agenda. Ha perdido audiencia. La competencia con las grandes distribuidoras americanas es feroz. Las salas solo entusiasman con películas extranjeras. El producto español no parece atraer como antes. Hay aquí talento suficiente. Guirao conoce el potencial artístico y económico del sector. No se le escapa que el cine hablado en español tiene un mercado potencial de 500 millones de personas. Se va a sentar con la gente del cine. El sector necesita una revisión, desde la creación a la financiación. La vinculación con las nuevas formas de televisión por streaming es un terreno a explorar. El cine en todas sus expresiones (ficción y documental) también se ha hecho global. Poner la producción audiovisual al tenor de los tiempos podría ser un logro de su ministerio. Medallas hay, póngase esa señor ministro.