Hace unos tres mil años llegaron aquí. Comerciando, fundaron esta mar que heredaron los romanos. Un poblado suyo ha estado en Málaga desde esa época
Está en el Cerro del Villar, aledaño a la desembocadura del río Guadalhorce, que cierra el municipio malagueño hacia poniente. Es el más completo y mejor conservado. Profesores de la Universidad de Málaga, técnicos del Ayuntamiento y la arqueóloga María Eugenia Aubet, catedrática de Prehistoria de la Universidad Pompeu Fabra, experta internacional en el mundo fenicio, ha dirigido la excavación y ha afirmado: “la ciudad fenicia mejor conservada del Mediterráneo occidental. Está todo intacto”. Están escaneando la zona con georradares, que son precisos e interpretan sus lecturas. Una técnica desarrollada por el profesor José Suárez (UMA). Ha sido una tarea lenta, iniciada levemente en la década de los ochenta. Desde el año pasado la retomaron. Los orígenes de este enclave fenicio, que los investigadores datan hacia el 800 AC, aflora ahora desde su remoto pasado.
Reconocer de dónde venimos supone posicionarse en este presente incierto para dar, al menos, aliento a perseguir el futuro. Si fuimos fenicios un poco, romanos mucho y otro tanto árabes, preguntarse qué somos ahora, puede explorar la respuesta al mayor mestizaje continental de todos los tiempos, que España llevó a América. Este Sur, encrucijada de la humanidad, bien merece recursos suficientes y apoyo a este tipo de investigaciones.
Los fenicios se lanzaron a la mar impelidos por tenerla de frente y estar rodeados por montañas plantadas a sus espaldas. La tierra era dura para la siembra. Con la ayuda de la madera de cedros y pinos se convirtieron en constructores de embarcaciones y navegantes. La determinación del entorno, que planteó Arnold Toynbee. Estudiaron los vientos, las mareas, observaron la Luna y la trayectoria solar, las constelaciones y supieron que la brújula estaba en los cielos. Partieron dejando el amanecer tras sus velas e iluminando las olas hacia poniente. Costeando fundaron el Mediterráneo, una mar que abraza a la tierra. Se les fue dando bien el comercio ribereño. No ambicionaban ganar territorios, solo comerciar con los pueblos que ya los habitaban. No dejaron grandes construcciones perennes para la historia. Pero inauguraron las bases del comercio tal como han llegado a nuestros días. Primero mediante el trueque, después con monedas. Por eso, cobra mayor importancia el descubrimiento y exploración actual que llevan a cabo en el Cerro del Villar de Málaga.
Controlaron el comercio del Mediterráneo. Poseyeron una flota comercial única en su época. Estableciendo rutas de navegación de no más de 60 millas náuticas, con la costa a la vista y siempre de día, los fenicios fueron creando una red de intercambios. Una paz fenicia basada en comprar y vender mercancías. A su paso fueron dejando las muestras de su propia cultura. Hay indicios de que habrían llegado hasta las costas de la actual Lisboa, a las Canarias e incluso a Britania. En ese navegar, y necesitados de una comunicación sencilla y fluida para sus objetivos comerciales, usaron un alfabeto fonético de veintidós signos consonantes. Los griegos lo adaptaron a su lengua, agregando vocales. Fue el modelo de los posteriores alfabetos occidentales hasta nuestros días. Allí sucedieron las guerras púnicas. Cartago, fundada por los fenicios, se enfrentó con los romanos por la hegemonía del mismo mar que ellos habían creado ocho siglos antes. Aquella Fenicia es hoy Líbano, un país sufrido y sufriente.
Se les atribuye haber introducido la vinicultura. Difundieron tales prácticas y las cepas de vides por toda esta costa. Por la misma necesidad de su expansión comercial, fueron hábiles constructores de piezas de cerámica. Artesanos de colorear el vidrio y los tejidos con la famosa púrpura de Tiro. Extraían el colorante de un molusco, que los griegos gustaban de nombrar ‘rojo sangre’. Era el color característico de aquellos fenicios. Ofrecían suntuosos objetos de lujo: joyas, perfumes, cosméticos. Se puede afirmar que fueron los negociantes perfectos y a gran escala de su época. Dejando establecidas las rutas marítimas que aún se usan en la actualidad.
Ahora, de frente a esta nueva localización en Málaga, la mejor conservada de aquellos antepasados mediterráneos, estamos ante la ocasión histórica de enseñar una parte del pasado de Andalucía. El Consistorio malagueño tiene la intención –así lo ha declarado su alcalde– de conservar adecuadamente el yacimiento arqueológico y construir un centro de interpretación y exhibición de aquella cultura tan lejana y ahora tan cerca de nosotros. Es lo menos que le debemos a aquellos antiguos fenicios que crearon civilización, mucho antes de que los romanos empezaran a caminar hacia el Rin y cruzaran a las islas de la Britania. Hay mucho por investigar sobre los fenicios, lo que se sabe es suficiente para asegurar que Málaga, debe su nombre a ellos. Se cree que su aporte cultural, más allá de las rutas comerciales, fue fundamental para el desarrollo de la escritura que hoy tenemos. Su literatura, sin mayores pruebas comprobables, es posible que haya sido importante en relatos de sus viajes y en una poética lamentablemente perdida. De lo que no hay dudas es que fueron los primeros grandes marinos de esta mar, que quedó bautizada por los romanos como Mare Nostrum.