Lo falso, aparentemente verdad, cunde por las RRSS. La guerra cibernética reedita la ‘Guerra Fría’, usando el código binario a gran escala
De la posverdad, inaugurada por la campaña electoral americana de Donald Trump, hasta las redes tejidas desde Rusia, en busca de su imperio perdido, la manipulación de la información es la nueva tendencia en la Red de redes. Una ‘fake news’ es una noticia falsa. Están de moda a nivel mundial y también en España, donde mentir desde los gobiernos es cosa de andar por casa. Su contexto y forma de ser presentada tiene la apariencia de ser verdadera, pero no lo es. Su propagación es imparable. Las tecnologías son el soporte de esa nueva forma de información inmediata, que no se ocupa de citar fuentes. El propio canal certifica su autenticidad (ya se sabe: ‘El Medio es el Mensaje’). Es una guerra que se libra, mayormente, en medio de las campañas electorales, aunque no solo. Recabar pruebas sobre los emisores es tarea ingente. Las adoloridas cabezas que descifran las ‘fakes’ no atinan con la solución, pero indican que desde super computadoras recónditas, parten los caracteres cibernéticos que enredan elecciones. Atribuyen sus interferencias tecnológicas en la última campaña de EEUU, en el embrollo del Brexit británico y en el reciente aquelarre catalán. Sospechas que no consiguen acumular pruebas judiciales, pero alertan de los ciberataques a los gobiernos.
En reuniones de los think tank del gobierno español y de la UE, se está urdiendo un plan para atajar a esos vericuetos del ciberespacio donde los ‘malos’ conspiran contra la libertad europea. Los ‘genios’ de Bruselas han apartado un presupuesto de 800.000€, adicionales al departamento que lucha, desde 2015, contra la desinformación, aunque con escasa efectividad. La inmune actividad de las ‘fake news’ les inquieta. España ha presionado para obtener esa ayuda adicional. La ministra de la Defensa, María Dolores de Cospedal, adalid de la seguridad nacional, alzó su voz de firmes. “Las posibilidades que ofrecen las transformaciones tecnológicas han convertido a la desinformación en un arma barata, eficaz, fácilmente escalable y difícilmente rastreable en manos de enemigos y adversarios de nuestras sociedades abiertas”. Ella, como otros altos cargos de su partido, sabe mucho de desinformar disfrazando verdades de mentiras. Se ha referido a las ‘fake news’ como un reto inmenso para las fuerzas armadas nacionales. Puso como ejemplo, en el contexto del pleito catalán contra España, cómo recorrieron las RRSS fotos falseadas de agresiones; medios extranjeros tomando posición a favor de los independentistas. Bulos incansables alimentados por mecanismos robotizados. Es la guerra de la contra información, que gana batallas y salta fronteras que en el ciberespacio no existen. Muchos creen es esas ‘fakes news’.
La cuestión es grave. El consejo de ministros de la pasada semana atacó el asunto. Ha puesto en la mesa una nueva estrategia de Seguridad Nacional. Apremiado por lo que los ‘fake news’ puedan llegar a perpetrar durante la campaña electoral de Cataluña este mismo mes (21/D). Las sirenas suenan en La Moncloa, aunque sordas por otros ‘fake news, made in home’. Consideran un peligro de alto riesgo por la distorsión que puede instalarse en la voluntad popular a la hora de votar. El Consejo de Seguridad Nacional está presidido por el Jefe del Estado, que es el mismo rey. Los caminos que han llevado a tal decisión es haber constatado que el 50% de las noticias falsas e intencionadas en las semanas del proceso catalán, fueron emitidas desde servidores de Rusia y otro 30% desde Venezuela, donde no hay medicinas, ni comida, pero sí potentes ordenadores ocultos.
La ‘guerra híbrida’, que así la llaman, quiere decir que a las fuerzas convencionales de espías y escuchas de transmisiones más o menos secretas, se suman las presiones económicas y los ciberataques, cuya sombra es larga. El fondo del asunto es que la posverdad se va instalando en las sociedades conectadas para que prevalezcan las emociones, las apariencias de cosas verdaderas sin rigor alguno sobre los hechos. Las tecnologías son flexibles, rápidas, indoloras y penetran cegando el entendimiento. La época está pariendo una guerra inédita, que clava su bayoneta letal sin que haya ejércitos en el campo de batalla. Las trincheras ahora son invisibles.
Una serie de hechos encadenados han encendido las alarmas. Vladimir Putin enfrentado a Ucrania y recuperando manu militari a su indispensable base naval de Crimea. Su enfrentamiento con la UE/OTAN, recordando que es el dueño de los gasoductos. La estupefaciente victoria de Trump, con su asesor de seguridad, Michael Flynn, descubierto en la mentira al FBI sobre la implicación rusa en su campaña, en un país donde mentir es pecado capital. La aparición del Califato del ISIS y su germen desestabilizador, que no cesa de obtener reclutas para Alá vía RRSS. Las bravatas nucleares del regidor de Corea del Norte. Y, ahora, los ciberataques con intención de intereses políticos determinados. El mundo se ha vuelto viral. Sólo necesita un código binario potenciado por robots replicantes, que escriben mentiras como si fueran aplicados alumnos de la verdad.