España está seca y no sólo por falta de agua. La sequedad se palpa en el paladar político. Se pudren las decisiones hasta que se hacen suave polvo volando al viento
La lluvia ausente se hace perenne, pero el pulso político está en otros menesteres menos secretos. Se les va el tiempo en dilucidar si España es una nación de naciones o si el derecho a decidir es solamente local o más general. O si la rebaja fiscal será solo para ‘ciertas edades’. El tiempo pasa, aparece el 155, y cae antes que la exangüe lluvia. Las comisiones de investigación se investigan a sí mismas. Los constitucionalistas aprietan, pero no hacen llover demasiado. Los nacionalistas se escabullen por un cielo sin nubes de Bruselas. Todos esperan que el 21 de diciembre truene, relampaguee y caigan algunas gotas. Seguirán los nacionalismos, los ansiosos por cambiar leyes mayores. Los otros mirando al cielo a ver si se abre en un diluvio que cree titulares y llene los pantanos resecos. España es un desierto en ciernes que clama por el agua redentora. Sólo queda comenzar la danza de la lluvia como exorcismo final. La UE está alarmada por otra cosa, están lloviendo los populismos. Aunque todos saben que sin agua no hay Paraíso.
Por todo el país se aprestan a decretar los recortes en el suministro de agua. Se piensa en el agua reciclada no potable, pero buena para riego. Se buscan las corrientes subterráneas que fluyen en silencio. Siempre se actúa ante la inminencia de la catástrofe. Almacenar agua y buscar esas fuentes alternativas se ha debido hacer hace años. Están los procesos de desalinización, costosos y en estudio siempre. En España, un territorio secano, donde la lluvia es más escasa que el dinero, sobre todo en el sur, la clave es prevención. Para este año, todas las alarmas están encendidas. El agua, como los combustibles fósiles son escasos por estas tierras. El entramado de los estudios hidrológicos está en que las administraciones, las de arriba y las de abajo, se pongan de acuerdo sobre quien paga la factura. La descentralización española es extensa, pero sólo hasta que llega al punto de ¿quién paga esto?
Mejorar, adecuar las conducciones que podrían incrementar los trasvases del líquido de una región a otra tiene costos, que se han ido posponiendo durante los últimos años. En Andalucía este tema es altamente grave. Se prevé imponer a la ciudadanía un consumo restringido, que ahorre entre un 5 y 10% del consumo diario. Al problema técnico a resolver se le une la dilación en la toma de decisiones entre las administraciones, que por aquí no llegará hasta enero. Mientras tanto, todos miran al cielo protector a ver si se produce el milagro, y el suelo reseco comienza a oler a tierra mojada.
Estamos ante la sequía más grave de la historia reciente. Lo dice un estudio de National Geographic (NG). Va a ser el año más seco desde 1965. La media de precipitación a nivel de toda la nación está en un 20 por ciento menos que años anteriores. En algunas cuencas el porcentaje llega al 65%. Tienen sequía crónica las del Júcar, Segura y Duero. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), que cita el informe NG, advierte que las medidas para asegurar el suministro de agua deben tomarse en épocas de abundancia en los embalses, y recomienda mantener campañas permanentes que eviten el derroche de agua. Este ha sido, es y seguirá siendo un país con escasez de agua. Por más que llueva no será suficiente.
El informe NG se apoya en estudios realizados por Greenpeace en España. Llama la atención sobre las reservas de aguas subterráneas, que pueden ser una tabla de salvación en estas situaciones. En 2006, aclara, había 510.000 pozos ilegales, que utilizaban el agua para la agricultura. Equivalente al consumo de 58 millones de personas/año. Los expertos aseguran que el ser humano entra en grave riesgo de muerte si está tres días sin beber. No se llegará a ese extremo, es de suponer, pero la falta de agua potable es uno de los peligros más serios que tiene España ahora. Y no es por falta de embalses. Existen en España unos 1.300 grandes pantanos. Es el tope. Ya no hay terrenos para hacer más sin tocar las zonas de alto valor ecológico. Entre esa realidad, la lluvia que no llega y el cambio climático que aporta su mano negra, España sigue seca.
Como telón de fondo del drama nacional del agua, está el fantasma que recorre a Europa y pone en alerta máxima a los jefes de la UE. El populismo se acerca por la derecha, ganado elecciones en Holanda, Francia, Alemania, Austria, República Checa. El antídoto llega tarde y difuminado, tal como las soluciones tardías para el agua. Ante la avalancha de los antieuropeos y los antisistema, más Estado del bienestar, que se ha ido diluyendo con la crisis de casi diez años. Desde Gotemburgo intentan ofrecer un nuevo abanico de prebendas a los europeos de la Unión. España ocupa el tercer lugar en riesgo de pobreza en la UE. Grecia, rescatada ya tres veces, sigue hundida en la miseria. Aunque la Europa unida presume de mantener el 50% del gasto social del mundo, la realidad es que el 25% de la población total está en riesgo de pobreza. El alma social y económica de Europa está herida. Sus dirigentes políticos actúan mal y tarde, tal como sucede por aquí con el agua que no cae, ni corre por los ríos. La lluvia en sí, no se la espera por ahora.