Aquí ha pasado casi todo lo que es el mundo hoy. Lo bueno y lo malo. Al cumplir 60 años, la UE se mira a sí misma con asombro. El mundo multipolar la tiene convulsionada
Reunirse en Roma no ha sido casual. En la ciudad eterna se inventó este continente como unidad de regiones. Antes de eso, Europa era solo Grecia. Estos 28, menos uno, celebran que ha sido un buen invento. Pero la sombra del Brexit les amarga la pizza aunque no lo declaren. La consigna era festejar que ha habido paz en la vieja Europa tras tantos siglos de escabechina religiosa. Bueno, si se aparca la sangría de los Balcanes de los noventas. Ahora la burocracia gigantesca de Bruselas se ocupa de los inmigrantes, de los refugiados, de la seguridad, del terrorismo que no cesa, del populismo rampante y, desde luego, en recordar que aquí está la cuna de la democracia, de los grandes derechos ciudadanos, del bienestar, que ese es el mejor futuro. Pero la crisis de la economía no termina de concluir. Y sin recursos financieros, mantener esta confederación de Estados se viene complicando desde hace ya una década. El desempleo instalado en todo el continente es el mejor indicativo. Interpretar el Himno a la alegría, no parece suficiente como para abrazar el porvenir.
El festejo ha estado ensombrecido por la primera deserción. También por el temor a que Grecia y Polonia no firmaran el pasado sábado la nueva Carta conmemorativa. Eso de las dos velocidades, tal vez tres, no les gusta nada a los países del Este. Sin olvidar que todavía hay naciones europeas que no forman parte de la UE y muchos de esos 27, que acudieron a Roma, tampoco son socios plenos aún, todavía no pagan con euros. En Roma, aunque la información políticamente correcta fue la alegría europea, se sintió el revoloteo del canto del cisne, que con su belleza gutural entona la más bella melodía de su fallecimiento. Por su desaparición ya ha apostado el Reino Unido. Otros líderes continentales pujan por ganar elecciones para darle la espalda a Europa, fascinados por enrocarse en sí mismos. Otros, dementes del porcentaje catalán, gritan su independencia separatista. Por eso el clamor romano ha sido la palabra unidad.
En sus primeras seis décadas, esta Unión libre de naciones encaja la primera deserción. No es baladí, se ha salido la Gran Bretaña que nunca abrazó el euro como moneda única. Mancillar su gloriosa libra esterlina habría sido olvidar su orbe colonial. Siguen teniendo el más fino olfato comercial mundial, que afilaron mucho antes que a este globo se le llamara globalizado. La quiebra de la UE va para diez años de crisis de su economía y de su política. Hay muy claramente dos Europas: la del Norte y la del Sur. Y la que se aleja del Este con Rusia en el horizonte, que tiene las llaves del gas y del petróleo. Hablar de unidad y firmar un documento probatorio no parece suficiente cuando se ve que los acantilados blancos de Dover se alejan sin remedio.
La fiesta romana no ha tenido corona de laureles, ni un esclavo clamando aquello de: ‘Respice post te, hominem te esse memento (Mira atrás y recuerda que sólo eres un hombre). Lo que hay es la neoesclavitud del desempleo masivo y salarios miserables. La inyección de emigrantes y refugiados a este escenario puede provocar un estallido social sin precedentes. Y cuando eso ha pasado en Europa, los muertos se han contado por millones. Unos 30 en la Primera o Gran Guerra y otros 60 en la Segunda, que en realidad fue una misma separada por 20 años de convulsiones nacionalistas. La historia es reciente y está ahí. A ver si estos que firmaron orgullosos en Roma el pasado sábado se la releen y dejan de dormitar en sus acomodaticios curules de Bruselas.
El texto oficial destaca que: “La UE tiene un desafío sin precedentes”. Se refiere claramente a que el euro sigue hundido; la migración va a más y los refugiados no paran de llegar a este Paraíso, para mirarse en las agrias caras de los europeos de a pie. Que la OTAN está disminuida con la administración americana, de la Era Trump, acosándola. Que es muy malísimo momento para eso, cuando la agresión exterior mata casi cada semana. Y, sobre todo, que el fantasma del desempleo se ha instalado en Europa y goza de buena salud. Arranca así este día de entusiasmo con un horizonte aciago. Los que creen que esta UE ha fracasado, y es hora de cerrarla, pululan de Norte a Sur. Francia e Italia son las dos naciones que podrían seguir al club de los disidentes fundado con orgullo por el Reino Unido, y ellos saben mucho de clubes.
Sólo la prudente alemana, Ángela Merkel con su infatigable chaqueta teutona, subrayó que hay que ‘ocuparse del empleo’. Si bien su país sólo tiene un 5% de parados (pleno empleo, con un alto nivel de salarios básicos); la media europea está en un 10%; mientras Grecia o España rozan el 20%. El paro juvenil alcanza el 40% en muchas regiones. Así que ese es el problema mayor y principal de esta vieja UE que ha llegado la tercera edad. Y eso, no se resuelve con solo decir enfáticamente ‘unidad’.