Contagiados por el Brexit la vieja Europa se redefine. España, orgullosa, está en primera división. El Este, castigado, se queda en segunda. Los rescatados en tercera
La gran isla ha causado un movimiento telúrico en el continente. Atrás quedó aquella solidaridad de trincheras de fango, infecciones y gas mostaza de comienzos del siglo XX. Y la siguiente de ‘sangre, sudor y lágrimas’ por salvar a la Europa eterna de la barbarie nazi. Ahora los británicos son solo eso: ingleses, y ni falta que les hace ser europeos de la UE. Separados de la Unión por ese brazo de mar llamado ‘Pas de Calais’ o ‘Strait of Dover’, que para eso separa a Francia de Inglaterra. Ellos, tan aficionados a crear clubes de caballeros, parecen haber contagiado a los cuatro grandes que han creado el suyo propio y exclusivo: el de Versailles. Se autoproclaman los del primer nivel, el núcleo duro de la Unión. Los demás son los que van a otra velocidad. Principalmente los del Este, claro. Polonia, ha levantado su voz en nombre de los segundones, y contra ese club de élites. Los cuatro grandes: Alemania, Francia, Italia y España acaban de implantar la Era PostBrexit.
Doña Beata Szydlo, primera ministra de Polonia, ha dicho: “No lo aceptaremos jamás. La diferencia de velocidades abriría la puerta a construir clubes de élites y a dividir la Unión Europea”. Se le ha escuchado en Bruselas, en la reunión de los 27 Estados. Interpreta que los cuatro auto elegidos grandes, ‘imponen soluciones’ a los miembros ingresados más recientemente a la gran Europa. Lo que debe saber la política polaca es que la UE ya está dividida, el mazazo del Reino Unido aún está por ser asimilado. La indigestión tiene un amargo sabor de tea time at five o’clock.
En el primer encontronazo entre los pesos pesados de la gran Europa la canciller Ángela Merkel, expresó que ‘el espíritu de esta UE a varias velocidades es abierto e inclusivo’, se puede interpretar que ‘esta UE’ ya es diferente a la anterior y se puede preguntar cómo una confederación entre iguales puede tener un carácter ‘abierto e inclusivo’, si los de primera excluyen a los de segunda en los temas que a ellos les parece. Pero hubo palabras más gruesas. A la insistente y vehemente defensa del Este europeo de Beata Szydlo, su colega François Hollande (a quien le quedan pocas semanas en el Elíseo) no dudó en recordarle que los fondos estructurales se reparten en el Parlamento europeo. El dinero siempre hace pensar.
No hay duda que la política europea está asediada por la avalancha británica; por la economía que no cesa de acosar; por el desempleo (estructural en España); por la invasión incesante de refugiados; por el terrorismo del islamismo lejano, pero perpetrado por nacionales europeos. La UE vive un momento trágico. Y la pregunta fundamental es: ¿Por qué se va el Reino Unido, incluso no estando compartiendo la moneda única? La imagen es que el invento de esta confederación de Estados es incapaz de resolver tales problemas con eficacia y prontitud. Y que la salida de las velocidades diversas es una ocurrencia que pude agravar aún más la situación.
Es un nuevo escenario que impone como ley pertenecer al primer Club o al segundo y, seguramente, al tercero. Se puede considerar que ya hay un grupo del euro y otro que aún no han podido entrar. Pero eso fueron condiciones impuestas aun antes de que entraran países del Este. Ahora con la salida de Gran Bretaña la nueva compartimentación se precipita. El punto es que los que deciden qué países están en la segunda velocidad son los que se autoproclaman de primera. Ahí, montó en cólera la señora de Polonia, ese país que ha sufrido siempre los embates centroeuropeos y la furia eslava. La discusión acaba de empezar. El Rin y el Elba bajan revueltos. El gran debate será en la capital italiana (25 de marzo). Se pergeña la Declaración de Roma, para formalizar este Club. Será en el marco de la celebración del 60º aniversario del Tratado de Roma que fundó a este gran club, y que hoy debate su futuro incierto.
Como en toda propuesta extrema de salvación, los opositores no han tardado en saltar al ruedo defendiendo la unidad a todo trance. Los que proponen a una Europa fraccionada lo miran como una medida ante la pérdida de un socio fuerte y sólido. También es aceptar que la antigua idea de integración, unidad y solidaridad está en caída libre. Y que la amenaza exterior puede ser aún más grave. En el horizonte anglosajón los EEUU van de la mano con sus primos ingleses. Más allá Rusia y China, observan. No son buenos tiempos para esta idea que asombró al mundo. Vamos a la velocidad del ciberespacio y la burocracia paquidérmica de la vieja Europa está sobresaltada. Si casi ha perdido el Norte, hoy tiene el riesgo inminente de perder el Este. Vladimir Putin en el Kremlin sorbe su té de samovar sin prisas y con el aliento en la sonrisa. Los chinos milenarios no saben de velocidades.
No cabe duda ahora, la Cumbre Hispano-Francesa que se montó en Málaga, con una impecable organización protocolaria y donde se dejaron firmados acuerdos en varias materias desde la economía a la educación, sin dejar fuera la defensa contra el terrorismo, tuvo una intrahistoria de cara al acuerdo de Versailles. Ahora España está en el Club de la Primera Velocidad. En los vagones de cola todo el Este y en el tren de carga posterior los países rescatados, cuya deuda sigue pendiente de ser pagada.