Allí se habla español. Allí aún se platica en castellano antiguo. Allí se habla desde el corazón hispano, que enciende la lengua de Cervantes y son legión
Este patán de barrio rico de Nueva York. Este petulante ignorante, este crio de 70 años, racista ahora, desde su pasado de familia inmigrante. Este encantador de la clase media y media baja americana, deslumbrados por la falsa verdad de sus asesores mediáticos, lo ha encumbrado al poder de la mayor empresa que jamás haya comandado. Acaba de arrinconar el idioma español en su América particular, donde viven unos 50 millones de hispano hablantes, muchos de ellos nacidos allí desde varias generaciones. Y donde miles de profesionales nativos estadounidenses también hablan español en universidades, hospitales, comercios, empresas, fábricas. Era notable la comidilla en Miami de aquellos carteles en algunas tiendas donde se podía leer: ‘Se habla inglés’, porque esa ciudad es una, entre otras, el mejor ejemplo de un país bilingüe, abierto al mundo de oleadas de inmigrantes, que han formado a esa gran nación. No contento con esta agresión a sus propios ciudadanos, bajo el eslogan de ‘América para los americanos’, se apresta a levantar el gran muro del Sur en la línea que le separa de México. Enrique Peña Nieto no ha roto relaciones con su vecino, porque sería dejar desamparados a sus conciudadanos que viven allí. Hay razones comerciales que la política conoce. Ha hecho lo mínimo por ahora: Cancelar su viaje para encontrarse con ese canalla-especulador del ladrillo inmobiliario de Nueva York, que ahora ocupa esa choza para él llamada Casa Blanca.
Lo que prometió en campaña lo viene cumpliendo con la celeridad de una pluma engastada en oro. No se ha enterado aún donde está el baño privado del presidente, anejo al despacho oval, cuando ya ha firmado decreto tras decreto para acorralar a los mestizos hispanos, que son ‘ladrones, vagos, criminales’, según la verborrea incontenible de este fantoche del dólar. La primera afrenta racista y xenófoba ha sido contra su vecino más cercano: México, nuestro México. Ese país telúrico ‘tan lejos de Dios y tan cerca de los EEUU’. Seguramente la nación más hispana de la América del idioma español. La agresión del presidente de la corbata excesiva es una afrenta a la historia del mestizaje hispanoamericano, donde el blanco europeo, el nativo y el negro africano se mezclaron en el idioma, la religión y la cama. La ignorancia es osada, inconsciente y este presidente con nombre propio de dibujo animado no tiene ninguna gracia.
En el país que idearon los masones liderados por George Washington, Thomas Jefferson y los padres fundadores, ha surgido este neonazi posmoderno y digitalizado. Dice defender a su país amenazando al vecino más débil. En la nación que instituyó los principios de igualdad, que ha sido la fragua de una nacionalidad multiétnica, del país de las oportunidades que acogió a millones de inmigrantes europeos y latinoamericanos para levantar a ese imperio industrial, aparece este cuervo de Manhattan imponiendo un orden nuevo a sus compatriotas blancos y éstos le aplaudan con sus votos, es una contradicción. Como aquel austriaco-alemán que se proclamaba el primer ciudadano ario de Alemania, éste se exhibe como el estadounidense más puro.
Hay momentos del presente que se parecen a otros del pasado. El muro comunista de Berlín, que separó en dos a la Alemania derrotada por los aliados. La sistemática discriminación a los judíos europeos y a todas las minorías que no fueran consideradas arias por los nazis. Hay que hacer memoria y no mirar para otro lado. La agresión contra un país entero llamado México y todos sus ciudadanos, tiene que hacernos recordar aquellas embestidas, que por no ser denunciadas en su momento concluyeron con deportaciones y asesinatos masivos. El nuevo inquilino de la Casa Blanca está jugando con fuego al incitar al blanco americano, anglosajón y protestante hacia el odio al diferente. Ese mestizo hispano es el soporte laboral de buena parte de la riqueza que se produce en EEUU. Recobrar la grandeza de ese país, que es el estandarte del recién elegido presidente, no puede pasar por la discriminación y la agresión contra el que no es considerado un igual por él. Este borracho de poder puede terminar haciendo un inmenso daño a millones de personas. Llegados a este desarrollo de la globalización aislar a un país no lo hace único y diferente, sino pobre y despreciable.
Es la hora de México. Es el momento de no dejarlos solos como si el problema fuera exclusivamente de ellos. No lo es. Ya están tardando las organizaciones internacionales en frenar a este matón de cuello blanco. ¿Dónde está la OEA, dónde la ONU, dónde la UE, dónde la Cumbre Iberoamericana? Como acostumbran llegarán tarde. Hasta ahora solo los obispos católicos estadounidenses han levantado una voz recia y firme. También el pueblo se moviliza en las calles, en los juzgados, en las universidades. Desde España se han escuchado algunas tibias voces oficiales. No es suficiente. Porque este esperpento prepotente y mandón se va a salir con la suyas. Y tras el muro de tres mil kilómetros, ¿qué? Ya no hay asilo posible para los refugiados musulmanes. Hasta George Orwell ha levantado de nuevo su voz desde 1984. Este niño rico desde la cuna es el presidente de la nación más poderosa del mundo. Es el jefe supremo de todo. El César de Manhattan humilla a la humanidad y muchos aplauden.