Mira el pasado de la URSS con el recuerdo de su grandeza. Interpreta el mundo donde una Rusia potente ocupe el lugar perdido que le corresponde
La KGB fue su casa rusa y propia. Durante algo más de veinte años estuvo vinculado al espionaje profundo en su país y en la desaparecida RDA. ¿Qué puede esperarse de un superviviente de aquel régimen policial? Pues lo que los analistas internacionales aprecian: Un espía reconvertido en político autoritario, que aplica los métodos aprendidos en aquella actividad. Sabe que para lograr una Rusia fuerte en su interior, necesita recuperar también el prestigio como nación que habla fuerte en el discurso mundial. Vladimir Putin es el gran heredero del aparato soviético. De lo que fue el imperio comunista tras el triunfo aplastante sobre la ideología nazi. Aquel rival implacable del capitalismo americano y europeo, que le venció derrumbando al soviet y haciendo renacer a la gran Rusia. Él, presenció aquella debacle. Un día, tras salir de uno de los rigurosos entrenamientos al que somete su físico dijo que ‘la desaparición de la URSS es la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX’. Desde 1990, cuando el edificio soviético que representaba el futuro de la humanidad, se derrumbó, Putin ideo cómo tomar el poder, no para intentar un nuevo asalto a los cielos, sino para reconstruir a su Rusia bajo otro modelo diferente al soviético y distinto al capitalismo occidental.
Putin conoce a su país. Es inmenso, el más extenso del mundo. Reúne a una diversidad de pueblos con lenguas, religiones historia y cultura diferentes; con nueve husos horarios. Está situado en la encrucijada de Europa entre los Orientes cercanos y musulmanes y la lejana Asia. Para gobernar ese conglomerado humano hace falta autoridad, que él conoce como veterano ciudadano de la Unión Soviética. Así fue antes y así parece ser de nuevo. Para eso está implantando una peculiar forma de entender la democracia a la rusa.
El modelo de gobierno de Putin es el ruso. Vuelve su mirada a Pedro el Grande. Durante el siglo XIX los pensadores rusos plantearon esa disyuntiva entre el modelo occidental o hacer énfasis en sus cualidades específicas. Para el problema ruso, que definió Solzhenitsyn, lo que hay que lograr es una fuerte cohesión interna alrededor de una idea. Los comunistas de Lenin lo entendieron como un Estado autoritario facultado por la unidad férrea: ‘Todo el poder a los soviets’. La invasión de la Alemania nazi dio fortaleza a esa idea. Ahora Putin realiza el asalto final: Un poder vertical, que le permite unir tanto ruso disperso y controlar cualquier explosión interna, como ya ocurrió en 1917 y 1991. Y no olvida Putin, que Rusia es también un Estado musulmán. Al mirar el mundo cercano que se agita a sus puertas, no duda en enviar a sus fuerzas armadas en auxilio de su aliado sirio.
Con un orden y concierto en su interior, Putin mira a su alrededor. Le irrita y ve con recelo a una OTAN, que ha sobrevivido al hundimiento de la URSS, y que fue la alianza militar más sólida de la guerra fría, que ellos perdieron. En un amago de fuerza, que resultó real, se apropió de Crimea tras ver cómo Ucrania le hacía frente. El último que miró a Occidente con nostalgia fue Boris Yeltsin. No era el camino postsoviético, según Putin. La gran Rusia, con fronteras tan dispersas y frágiles –sólo las gélidas estepas la protegen– ha sufrido invasiones mayormente procedentes de occidente. Para Putin contar con un escudo protector hacia el oeste es una lección aprendida en las aulas de la KGB. Por eso, restablecer su prestigio internacional también forma parte de su entrenamiento como líder supremo. Y tal cosa pasa por una Rusia fuerte, poderosa en el terreno militar. Eso hay que probarlo más allá de un desfile anual por la plaza Roja. Está demostrando su liderazgo en el complejo escenario Sirio-Iraquí. Y por el extremo oriente ha irrumpido con fuerza al incluirse en el decisivo ‘Grupo de Shanghái’, prueba de que su mirada abarcadora va del Este al Oeste.
Alejado del concepto estalinista del hombre de acero, Putin demuestra poseer la flexibilidad necesaria para moverse dentro de su Rusia eterna, sin dejar de ser duro cuando lo cree necesario. Su popularidad se lo comprueba. En este mundo, que cambia al son del populismo, cuando líderes europeos se reúnen para plantar cara a una UE débil y paralizada; en el instante mismo cuando en EEUU, un populista republicano acaba de jurar sobre dos biblias y se proclama amigo de Putin, el gran nuevo Zar de la KGB infla músculos haciendo calistenia en su gimnasio privado y cabalga sobre las estepas milenarias de la nueva Rusia al son de su liderazgo mundial recuperado.
En un mundo que busca nuevas ideas entre los escombros del pasado, los antiguos enemigos: Rusia y EEUU, parecen ahora estar en la misma sintonía. Proteccionista en el interior de sus países, pero sin renunciar a ocupar sus sitios de líderes mundiales. No olvidan a China, que ha torcido el rumbo hacia el mercado libre, pero chino. Putin está obligado a entenderse con sus vecinos por el Este. Trump, no quiere tanto a los amarillos. Este planeta, interconectado en tiempo real pero multipolar al mismo tiempo, parece estar dejando a la vieja Europa en el arcén de la historia.
Como siempre, un excelente analisis de la situaciòn europea en especial con los personajes que estan sacudiendo al mundo….
Muy bueno tu artículo de hoy, Doctor Pérez Ariza. Te lo dice alguien que sigue de cerca lo que está viviendo Rusia. Un abrazo.