Con el triunfo avasallante de Donald Trump el mundo se asoma asombrado a un panorama inédito. Los políticos dejan paso a los voceros del antisistema
La estabilidad corre peligro. Las bases de países señeros de la democracia y el imperio de la Ley se han carcomido. Nuevos profetas de un nuevo orden relanzan ideas para atrapar a ciudadanos desfallecidos. Parece estar conformándose lo que la periodista estadounidense, Anne Applebaum y de lo que viene alertando el catedrático de Oxford, Timothy Garton Ash y que llaman la Internacional Populista. Curiosamente va de izquierda a derecha sin sonrojo alguno. El hilo conductor que los une es estar todos contra lo que la civilización occidental ha representado. Las instituciones han caducado. Los partidos que los agrupan son transversales. La calle y las asambleas van por delante de los líderes. La agitprop ha vuelto. La vía al poder para cambiar lo que hay pasa por votar, tal como ha establecido el sistema que quieren eliminar. Revive el proteccionismo; quieren sociedades homogéneas; dejan en vilo a las minorías, a las mujeres, a los homosexuales; tolerancia religiosa ninguna, integración racial tampoco; los derechos humanos no van en sus programas; desconfían de las instituciones internacionales y desprecian la cooperación y si hay que actuar con violencia lo hacen.
Del triunfo de Trump se han alegrado por igual en ambas orillas. Desde los movimientos de extrema derecha a la izquierda radical. Es en la vieja Europa, donde mayormente van apareciendo los nuevos partidos de este espectro. El caso del estadounidense es particular, no ha necesitado fundar uno nuevo, sino que ha tomado por asalto al Republicano. Y la ola populista ha tomado cuerpo en la ancha y larga América Latina. Donde el chavismo marca el paso vestido de uniforme militar. Avanzan y se comunican. En Austria, Francia, Holanda, Gran Bretaña, Hungría, Polonia, Grecia y España. Rusia tiene su propia versión autoritaria en el poder con un excoronel de la KGB al mando del Kremlin, que está encantado de tener como interlocutor al nuevo presidente de los EEUU. Mientras en Iberoamérica parece retroceder el movimiento, a excepción de Venezuela o Nicaragua, que se mantienen fieles a ese mesianismo que no consigue plasmar el reino de los cielos en la Tierra.Todos son demócratas de ocasión. Pero donde han alcanzado a gobernar se tiñen de autoritarismo y reacomodan las Constituciones a su conveniencia, con Turquía a la cabeza. Los europeos van escalando posiciones en gobiernos locales. En España igualmente, ya se han acomodado en los ayuntamientos de Madrid y Barcelona o Cádiz lo cual no es cuestión menor. Maniobrar dentro de las instituciones para acabar con ellas es la marca de la casa populista. Los observadores y analistas políticos vaticinan que Trump no lo tendrá tan fácil, ya que tiene opositores dentro de su propio partido y bregar con el entramado institucional estadounidense, cuya separación de poderes es tangible. Cuenta con el inmenso poder que tiene un presidente americano y el Legislativo con una cómoda mayoría. De este tsunami no se ha salvado ni la tierra donde una estatua de la libertad se tapa la cara asustada.
Herederos de aquella desaparecida Komintern, han copiado con provecho el apoyarse. Por eso esta nueva Internacional Populista puede llevar ese nombre. Entre los partidos tradicionales no ha sido usual acompañar a sus homólogos en campañas electorales. Estos populistas sí lo hacen. Nigel Farage (UKIP) y el reconocido xenófobo holandés, Geert Wilders han ido a apoyar a Trump. No dejan de lado la prensa de propaganda de sus actos. Destacan la Agencia rusa Sputnik y el diario británico Daily Mail. Y son activos en las RRSS. Un twitter de la señora Le Pen dice: “Hoy EEUU, mañana Francia”. Algunos, como el Podemos español, han surgido desde los platós de programas televisivos y no solo de las aulas y pasillos de la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense de Madrid. A la sombra larga de la crisis financiera y política tradicional, el movimiento no ha parado de crecer y ocupar posiciones. Con el triunfo de Trump, también veterano de la televisión, la Internacional Populista cobra energía y enseña una vía inédita: Llegar al poder del país más poderoso de la Tierra desde un partido tradicional. La vía de la democracia liberal hacia la autoritaria se acaba de abrir.
Trump puede convertirse en el líder mundial de esta oleada. Por lo pronto se blinda con sus hijos para iniciar la transición. Al no ser un hombre del aparato republicano, sus colaboradores más inmediatos serán los ejecutivos de empresas, que ahora tomarán la administración pública americana como si fuera uno más de sus negocios. El mundo está a las puertas de una forma de entender la política, que puede acabar con la democracia liberal y con sus logros. ¿Qué han hecho mal, incluso tan mal los gobernantes democráticos para que se haya llegado a esto? Seguramente olvidar que las reformas no han ido al fondo de los problemas de los ciudadanos y que la crisis les cogió con el pie cambiado, sobre todo a los europeos.