Acosados por la derecha exultante y por la neo-izquierda añorante, la socialdemocracia, que ha construido a la Europa posmoderna, se bate en retirada
Un joven socialista español, doctor en Económicas, Pedro Sánchez salió de las sombras con su sonrisa de experto en crisis y prometió recuperar La Moncloa, ese cielo español donde se asienta todo el poder. Por el camino, dijo, alcanzar otros gobiernos regionales y locales. Consiguió algunos, pero no el máximo y asumió uno de los pecados capitales, la soberbia de ser presidente a toda costa. Sus barones se le han plantado y lo han obligado a dimitir. Su reinado duró poco más de dos años. No le han permitido echarse en brazos de los chicos postcomunistas de Podemos, sus grupos antisistema y de los separatistas catalanes en su afán por ser primer ministro. Es decir, romper con la tradición de un PSOE constitucionalista, con un partido de referencia en el poder español por 22 de los 38 años de democracia. España, el Estado que fundo el tiempo moderno de Europa, está hoy en grave recesión política, en una emergencia que amenaza el débil camino recuperado desde la crisis financiera que comenzó en 2008. Este país no puede entenderse sin la alternativa del PSOE, que es el único que puede garantizar un cambio de matices en contrapoder al PP. El bipartidismo no es perfecto, pero los experimentos extremos, incluido el delirio independentista catalán y vasco, no harán más fuerte a España, sino todo lo contrario.
Desde el Sur, Susana Díaz, que lidera a la agrupación socialista con más poder real de toda España, que le otorgan los votos, con 20 diputados nacionales –una cuarta parte del total socialista en el Congreso– ha sido una clara opositora de la vía Podemos. Ha declarado que no va a permitir que su partido sea absorbido, como le ha ocurrido a los comunistas de IU (donde hay voces en el mismo sentido). Pedro Sánchez, el dimitido, cruzó la raya, de coquetear con los catalanes del bloque separatista. No todo vale en política, le advirtieron desde el Sur. Su insistencia en aspirar a gobernar con un apoyo tan diverso como inestable, le ha catapultado al ostracismo. Aunque herido, no está muerto y podría resurgir como candidato a gobernar de nuevo a su partido en el próximo congreso.
La frase de Sánchez, ‘No es No’, que resumía su oposición a que siga Mariano Rajoy como presidente del gobierno, llevaba a dos caminos diversos e igualmente arriesgados. Uno, presentarse él mismo con los apoyos arriba descritos y la clara y firme oposición interna de la mayor parte de la dirigencia socialista. Dos, convocatoria de terceras elecciones nacionales en diciembre, con la posibilidad de que fuera una ventaja en votos para el PP y no para los socialistas. Una encrucijada de alto riesgo en cualquier caso para el PSOE. Tras la jornada del pasado fin de semana en la sede convulsa del socialismo español, ahora se espera la decisión de apoyar la investidura, o sea una abstención, que permitiría a Rajoy gobernar. La pregunta directa es qué tipo de abstención, con qué acuerdos y por cuánto tiempo. Un gobierno de Rajoy con una mayoría precaria o simple será difícil de mantener. Pero, por otra parte, el PSOE está urgido de tiempo para reconstruirse y reencontrarse con su sentido socialdemócrata, para fortalecer su opción de gobernar de nuevo. Tal vez un par de años más en la oposición sea la salida coherente para reencontrarse en calma. Siempre pueden tener la llave de cortarle el sillón a Rajoy antes de tiempo. Aunque en política toda decisión implica riesgos previstos o no. Ahora, en el Congreso no hay 85 diputados socialistas en un bloque sólido.
A la joven leona del Sur, que quiere coser las heridas abiertas y aun sangrantes de su partido del alma, le viene un tiempo de alta actividad. Gobernar Andalucía, que no tiene resuelto el escándalo de la corrupción urdida desde dentro y que se dirime en los tribunales. Y poner orden y concierto ideológico en su casa. Tiene la fuerza de los votos, la única que de verdad manda en este negocio. Y su ambición natural a ser la primera mujer que llegue a ser la presidenta del gobierno español. Tal vez sea llegada su hora. Esta nueva batalla acaba de comenzar y aún es pronto. La primera ofensiva es en este mes, donde tienen que decidir si abstenerse en el Congreso y permitir subir a Rajoy, o ir al camino electoral por tercera vez en un año y asumir sus riesgos. La responsabilidad es con España, el PSOE puede esperar.
Con 137 años de historia, tras la fundación en Casa Labra de Madrid, el PSOE ha transitado por toda clase de crisis. Desde el navajeo interno por los cargos de dirección, hasta la del pasado fin de semana, magnificada por las RRSS y la TV, que dejó a un partido escindido, con mucha herida que coser. Su referencia es recuperar su papel director en la política española. Su obligación constitucional. Refundar su ideología, que lo llevó a construir la España que tenemos, con todos sus defectos y problemas a resolver. Aguantar el envite por la izquierda, que se declara antisistema, cerrar el paso a los vientos separatistas que barrerían el mismo sentido unitario de la Constitución, que proclama un Estado donde caben otros 17 con sus diferencias culturales, que hacen a esta nación grande y, por fin, libre.