Sale en este periódico una carta de amor y dos periodistas de Valencia han puesto de moda declararse en una rueda de prensa. El amor es una cosa pública
La psicología posmoderna ha estudiado el amor tóxico, un virus letal que una vez inoculado, te abandona a tu suerte, con una recuperación incierta. También en Francia la nouvelle vauge puso de moda el llamado amour fou (amor loco), de una intensidad rabiosa, inocultable, suicida. Por las RRSS sobrevuela mucho el amor de 140 caracteres o el más extenso de fotos, textos y vídeos de canciones, que reúnen a los que se encuentran lejos, exprimiendo el espacio y el tiempo, que es lo que dejó dicho Marshall MacLuhan con aquello de la ‘aldea global’, cuando aún Internet era cosa solo de académicos anglosajones. Declaraciones de un ‘te amo’ que se vuelven virales, como ocurrió la semana pasada con la ‘Carta de amor’ en este diario, a cargo de un columnista que ya solo le falta fijar fecha para la boda. El viernes pasado, un arriesgado periodista de Valencia (España), le pidió la mano a su novia (otra periodista) al concluir una rueda de prensa en esa Comunidad Autónoma, y en presencia de sus colegas, que aplaudieron sin recato. ¡Qué original!, muchos quisiéramos pedir la mano de la amada en público para que se vuelva un titular.
Como aquel ‘Shakespeare enamorado’, el amor se agazapa en cada escena. Puede parecer una obra de teatro, una novela, incluso tener visos de telenovela cursi e inagotable. Ser una imaginación, una ilusión, un creerse enamorado y afirmarlo sin dudas. Pero el estado de locura pasajera o permanente (esa era la que tenía Vinícius de Moraes, dicen), que origina un enamoramiento puede resultar fatal si uno de los dos, de repente, se le apaga la llama, se le agota la ilusión, le invade un sentimiento de dejadez, de que no es el hombre o la mujer adecuados a sus necesidades emocionales de ese momento. Los actos de amor, que son los que valen, se diluyen y se olvidan. Ahí, queridos lectores, el afectado/a se viene abajo, el suelo se le hunde a sus pies, pierde apoyo y entra en un amor en funciones, que puede durar.
El amor es raro, como suele repetir otro amigo periodista, no el de la Carta de amor. Es casi como la política, terreno donde se originan los amores más raros, los abrazos más traicioneros, los besos helados y los imposibles. Fíjense, sin ir más lejos. Sánchez/Rajoy un casi odio que no terminará en amor. Desde la primera vista se lo han dicho a la cara: ‘contigo No es No’. Así que es un amor quimérico. Sánchez/Susana un amor de vaivén. Condenados a entenderse, al beso protocolar del mitin con foto de fin de semana, se alejan tan pronto se separan un kilómetro. Hay también parejas que se dejan para siempre, como en la vida misma. Felipe/Guerra, que hicieron tándem para dejar a España ‘que no la va a conocer ni la madre que la parió’ y se dejaron con ese Edipo no resuelto. En el plano internacional, Rusia/EEUU han llegado al beso de Siria. Tan enemigos, tan fríos en guerra por cinco décadas, ahora se reencuentran y descubren que un beso en política no significa un matrimonio, pero calienta el verbo amar. Hay otros más lejanos. Amores de compromiso, livianos, imposibles: Hitler/Stalin, que fue un amor para ganar tiempo. También existen en la vida común y corriente de los pasajeros-amantes; donde a uno le conviene enamorar para acomodar su tiempo y no el de ambos, que sabe no coincidirán nunca. Y el de Aznar/PP, siempre en conflicto bajo el mismo techo.
Y está el mismo país, aún llamado España, que ha impuesto en Europa el gobierno en funciones, que no es que no haya gobierno sino que no lo hay realmente. Es como el amor en funciones, está ahí, pero uno de los intervinientes ya lo dejó. Es este un caso de desamor: los que dirigentes siguen amando gobernar, pero los gobernados ya no siente la pasión de antes (hartos de tanto votar para nada). Desde Bruselas, los que mandan allí han tenido frases irónicas sobre la situación de desgobierno español, ‘si pudiéramos poner nosotros un gobierno en España lo haríamos’. Bueno, ya lo hicieron en Italia y presionaron al de Grecia. Pueden que estén pensando en imponer a un tecnólogo, que ponga en su sitio a tanto político español de tercera. Eso sería un amor a la fuerza, que casi siempre terminan en enajenación.
Finalmente en este amor en funciones que ejercen los políticos está el de Zapatero/Maduro. Este es inexplicable. ¿Qué hace un socialdemócrata español-europeo facilitándole la vida política a un dictador electo? Es una clase de amor aún no clasificado. Un amor a la distancia, de visitas fugaces. Hasta ahora el expresidente español ha logrado liberar a uno de los 130 presos políticos que custodia el régimen chavista venezolano en sus mazmorras. Logró la libertad de un venezolano nacido en España, Gabriel San Miguel (Gabo). No parece demasiado para lo que dura el romance. La oposición se hace preguntas sobre este amor mediador. Unos exigen claridad y otros aplauden a Zapatero. El amor en general es raro, pero en política lo es totalmente y este aún no lo han clasificado.