En el principio fue el caos y continúa. El Yo es la cara visible de los políticos que se acomodan bien al caos. Con esta nación de naciones la cosa se dificulta
Democracia que no se renueva, que no se agiliza, que no se pone al día del mundo, se corrompe. Basta leer lo que les pasó a los romanos antiguos y a otros imperios. Este país, aun llamado España, no es diferente a esos embates de la crisis global, del devenir de los acontecimientos concatenados, a las teorías de la mariposa y otras parecidas, que obligan a mirar más allá del ombligo patrio. Y está el férreo aparato de los partidos, que cuando dicen ‘NO’ es ‘NO’. Y los de los que miran al cielo protector cuando están rodeados de la rapiña, y los mangantes se pasean por sus pasillos con olor a Loewe. Sin olvidar a los emergentes que, a derecha e izquierda, siembran su porvenir en el voto descontento para escalar la cumbre del poder a la mayor velocidad y sin mirar atrás. Detenida en el tiempo espacial, la nación aguanta casi nueve meses con un gobierno provisional, en unas funciones que no funcionan, ni parece importarle demasiado, total siempre hay una nueva convocatoria electoral a la que echar mano. Al día de hoy, pareciera que vamos para la tercera en un año. Aún no hemos alcanzado el récord de Bélgica.
Los titulares de la prensa (incluso la estadounidense) son elocuentes: ‘España bloqueada’, ‘Rajoy pierde otra vez’, ‘Sánchez se postula’, ‘Cs pide cambiar al candidato’, ‘El PP apuesta por Rajoy’, y en ese plan. Nadie aquí cede un centímetro. España puede esperar. Si en dos meses ninguno de los postulantes consigue esa mayoría de 176 diputados, la tercera convocatoria a elecciones generales caerán en plena Navidad. La gravedad de tanta dilación es que no hay presupuestos aprobados para 2017 y la maquinaria, ya ralentizada, se detendrá en medio de la nada. No hay precedente a esta precariedad de miras en la clase que, supuestamente, dirige a este país doliente. Y al pairo, salta la peor cifra de desempleo, que en agosto ha dejado en la calle a casi 145.000 empleados. El ciclo endémico de la contratación de temporada turística, toca fondo y el país sigue con casi cuatro millones de parados. Mal asunto, porque indica que la crisis sigue instalada en los entresijos de la economía empresarial pequeña, mediana y grande, sin dejar de mirar al mercado público donde el empleo sigue congelado.
Agreguen ustedes al panorama los casos de corrupción que han sido objeto de análisis periodístico durante estos cuatro años del período PP, cuyo partido ha sido salpicado cada semana. Y no sólo ellos, que el otro grande también lleva la procesión andaluza por dentro. Y los nuevos podemitas varios, que empiezan a lamer sillones municipales, van aprendiendo con la avidez de los principiantes. Un erial político, una tierra de nadie donde los árboles no dejan ver el bosque. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? O, como dejó escrito Mario Vargas Llosa en ‘Conversaciones en La Catedral’, refiriéndose a su Perú. ¿Cuándo se jodió España? Pues parece que fue a partir de que cada cargo público, sospechoso tener una mano fácil para los ajeno, fue perdonado o incluso premiado con más altos cargos.
Todo parecía dentro de un orden de dos Partidos que gobernaban en alternancia, como en otros países: EEUU, Gran Bretaña, entre otros o Francia y Alemania con sus cohabitaciones, al parecer imposible en España. Pero esos dos partidos, embriagados por el poder, que embrutece, se desbocaron impelidos por la presunción de que eran eternos, que salvo unos ocho años en la oposición, pero con los hilos de la administración general del Estado aún entre los dedos, sólo había que esperar a las siguientes elecciones para ocupar de nuevo el Gran Sillón presidencial. Y de pronto, un movimiento subterráneo, los independentistas, los agrios desalojados, los viejos y los nuevos comunistas, los utópicos del socialismo del siglo XXI, la orilla izquierda sin poder y esa nueva derecha 2.0 de corbata y perfume de pasillo, se ha organizado y le ha esquilmado los votos a los dos tradicionales europeístas. Y se ha llegado a esto: Rajoy ganó las elecciones, pero es rechazado por una mayoría de los diputados: un 170 a 180 y se queda siendo presidente de un gobierno en funciones hasta que unas nuevas elecciones le saque del atolladero o su rival implacable, Pedro Sánchez, logre arrastrar a su PSOE a un gobierno de coalición con dos compañeros de viaje antagónicos y extraños entre sí: Ciudadanos y Podemos. Una ensalada de difícil aliño y peor digestión.
España espera. La UE acecha. La Banca internacional aprieta tuercas. El Estado del bienestar da tumbos. Los capitales internacionales están tranquilos, no obstante, es aún muy productivo comprar deuda española. Los nacionalistas de Cataluña se calan sus barretinas; los vascos y los gallegos se agazapan a esperar resultados de sus votaciones de este mismo mes. Rajoy y Sánchez les puede convenir esos resultados o no. El curso escolar también empieza en septiembre, con las familias cuesta arriba. Vaya mes para la incertidumbre política. España no está bien, pero marcha, hacia una mayor inestabilidad, probablemente. Y esto no es ya lo que era ni lo volverá a ser.