El incómodo candidato Donald Trump ha convocado un sismo dentro del Partido Republicano, que ya venía perdiendo su lugar en el espectro político estadounidense
Mare Nostrum se sitúa en los EEUU por este mes de agosto. Y la actualidad manda, no hay por aquí mayor polémica que la carrera electoral entre los dos candidatos estrellas de la contienda. La gente a la que se le consulta (todo tipo de personas de la compleja sociedad americana) está indecisa con su voto. Algunos coinciden en que uno es peor que la otra, que ambos tienen defectos para gobernar a este país por la inmensa problemática interna, por no hablar de la política exterior, de la que el común de los americanos ignora casi todo. No obstante, los hechos marcan un antes y un después de las Convenciones de Demócratas y Republicanos, donde proclamaron oficialmente a sus candidatos. El termómetro electoral de los sondeos dio a los pocos días una ventaja clara a Hillary Clinton, en un promedio de 10 puntos sobre Donald Trump. Se dio una situación clara de unidad entre los demócratas, cuando su oponente, Bernie Sanders declaró: «Yo apoyo a Hillary Clinton, como deberían apoyarla todos los que votarían por mí». Fue la puntilla definitiva para despejar cualquier duda hacia una candidata sólida, a quien han venido formado para llegar a ser la primera mujer presidenta de los EEUU.
La señora Clinton se quedó a las puertas de la Casa Blanca, a pesar de conocer bien sus pasillos, cuando Barack Obama le ganó la candidatura. El primer presidente afroamericano la nombró Secretaria de Estado, echando a sus hombros la dirección de la política exterior estadounidense. La señora Clinton se enfrentó a lucha contra el yihadismo, pasó por el amargo trance del asesinato de su embajador en Libia, durante el asalto al consulado americano en Bengasi. Y por el affaire de los emails desde su correo oficial. Antes había sido senadora por el Estado de Nueva York. Y fue primera dama durante dos períodos presidenciales, donde se tragó los titulares de la prensa por el escándalo Mónica Lewinsky. Ha estado preparándose para ser presidenta, dando muestras de ser una animal político que podría con el peso del gobierno del país más poderoso del mundo. Sus adversarios la culpan de estar demasiado plagada por los lobbies que en este país rodean al poder, y deber demasiados favores, que tendrían que compensar al ocupar el despacho oval.
El drama del partido Republicano es no haber conseguido un político de sus filas para ser candidato. En la pre-campaña se asomó Trump, insolente, amenazante con abrir tolda aparte si no lo elegían. Se cargó a Jeff Bush, el último de la dinastía de la familia presidencial petrolera, quien había previsto una cuenta personal de 100 millones de dólares para financiar su campaña. Tuvieron que tragar sólido y aceptar al peculiar candidato-empresario multimillonario, aunque neófito en los turbulentos vericuetos políticos. Otro republicano, John McCain, senador por Arizona, y considerado héroe de guerra, se ha enfrentado, entre otras voces de su partido, a Trump y ha declarado en una carta abierta: «No puedo enfatizar tanto como quisiera cuan en desacuerdo estoy con el señor Trump por sus declaraciones. Espero que los americanos entiendan que aquellas palabras no representan al partido Republicano» Se refiere McCain al desprecio de Trump hacia la heroicidad del soldado americano en escenarios bélicos. Él preferiría, que McCain no hubiese caído prisionero pues lo considera un deshonor y por tanto, no cree que sea un héroe de guerra. En toda campaña electoral hay tres elementos básicos: Candidato, Programa y Estrategia. En el caso de Trump, el programa brilla por ser una cadena de ofertas difusas. El candidato carece del carisma propio de los políticos avezados y su estrategia ha sido sobresaliente al usar un relato inusual en la tradición estadounidense. El partido Republicano está roto.
Aunque Trump tiene buen predicamento entre la clase trabajadora básica, los llamados ´Red Neck´ (cuellos rojos), esa América profunda donde espera arrasar en votos, y a falta de tres meses para la cita final, estas elecciones se asoman como las más polémicas y reñidas desde las que enfrentaron a Nixon y Kennedy. Por su parte, el intelectual de izquierdas, Noam Chomsky ha declarado en televisión que si bien los demócratas se han desplazado hacia la derecha, los republicanos son ´la organización política más peligrosa de la historia de la humanidad´. Se basa en la negación de éstos sobre el cambio climático y el uso de las armas nucleares. Seguramente Chomsky no acuda a votar por ninguno de los dos aspirantes.
Otro de los pilares intelectuales de apoyo a los candidatos republicanos, que durante los últimos128 años lo han hecho públicamente, son los miembros del Club Republicano de Harvard. Desde su fundación en 1888 este poderoso lobby académico, por primera vez no apoyan al candidato republicano Donald Trump. Han aducido razones éticas, y no sólo para un republicano, sino para cualquier americano. Como quiera que sea que el americano medio se movilice hacia uno u otra, en noviembre los EEUU va a tener un presidente muy peculiar, ya sea la señora Clinton de primera dama a presidenta o el estrambótico multimillonario empresario al mando de las Fuerzas Armadas, que desprecia.