La encrucijada política es definitoria para el presente e inmediato futuro de España. El PSOE tiene una responsabilidad histórica, ya la ha tenido antes y ha cumplido. Ahora no puede fallar
Les ha sabido a poco alcanzar a sólo 85 diputados, en la cuota electoral más baja de la carrera democrática del PSOE. Aun así, por la dispersión del voto entre los dos partidos tradicionales y los dos jóvenes emergentes, los socialistas siguen siendo aún la segunda fuerza en el tablero patrio. La opción más prudente es dejar gobernar a Mariano Rajoy, pasar a la oposición como la bancada más numerosa y reconstruirse desde dentro, con el objetivo de reconquistar el voto perdido. Eso lo sostiene la presidenta de Andalucía, Susana Díaz. Otros altos dirigentes dicen que hay que impedir que el PP siga gobernando, pero entonces ¿quién? No hay alianzas posibles, a no ser que el PSOE se eche en brazos de Podemos y abran el melón de la ‘revolución bonita’, del chavismo venezolano, que inspira a estos chicos de la universidad. En tal caso, el PSOE sería rehén de su propia ambición de poder inmediato.
El PP tiene, igualmente, una inmensa responsabilidad histórica. Debe poner orden, con ejemplos fehacientes, en su casa. Minado por corruptos internos, desde su longevo gerente a altos cargos de responsabilidad en Comunidades y Ayuntamientos varios. No tienen garantía ni cheques en blanco para que su credibilidad sea real hasta tanto no limpien a su partido, sin dejar de mirar debajo de las alfombras. Para poder formar gobierno deben esgrimir no sólo su mayoría simple en las Cortes, sino adaptar un programa posible entre las principales fuerzas políticas. Es la hora de los pactos y tienen que aprender sobre la marcha, porque el tiempo no se detiene. La UE amenaza con multas mil millonarias; la situación interna del desempleo crónico aún está por arreglarse; a la economía sumergida no hay quien le meta mano. La carga impositiva sigue alegre en Hacienda. Los capitales humanos, formados en las universidades públicas, siguen buscándose la vida tras las fronteras españolas. El PP, si quiere seguir en el Ejecutivo, tiene que rectificar y mucho.
El PSOE tiene razón en que no puede firmar un cheque en blanco. Las condiciones mínimas para abstenerse y dar paso franco a Rajoy, tienen que estar claras y ser informadas al pueblo español con absoluta claridad. Lo que queda de julio es lo que queda. Porque amanecerá agosto, que en España es un mes donde se duerme la siesta política sin remisión. Y septiembre empieza adormilado, extenuado de tanta canícula playera, y el cuerpo se habitúa lentamente al horario nuevo de las oficinas públicas. Así, que si se llega a fin de este mes sin acuerdo parlamentario para formar gobierno nuevo, se seguirá en un paréntesis provisional que ya alcanzaría los nueve meses.
Lograr salir de este charco va a dejar mancha. Y salpica a todos los implicados. Siendo impensable un gobierno de coalición en este país, que no se parece en eso a Francia o a Alemania, los dos partidos mayoritarios, tienen que explorar otras vías de gobernabilidad que posibilite poner algo de orden y concierto en esta piel de toro, que se levanta por las costuras y por las esquinas catalanas, vascas y gallegas. Eso pasa por acuerdos puntuales en los temas fundamentales que tienen que ver con la economía, la educación, el problema secesionista de las regiones rebeldes e incluso con las personas que formarían ese probable tren Ejecutivo.
Sánchez, Pedro puede cerrarse en banda y aspirar él mismo a formar gobierno, pero ya fracasó en esa posible coalición de las izquierdas hace dos meses. Nada garantiza ahora un horizonte diferente. La opción, discutida en el Comité Federal el pasado sábado en Madrid, es decirle no al PP en la primera discusión. Una estrategia, para ganar tiempo y acorralar a Rajoy contra las cuerdas y sacarle un acuerdo de gobernabilidad más sustancioso. Al final lo más probable es que la abstención del PSOE permita salir del atolladero, pero sin entregar las armas socialistas ni las banderas progresistas.
Pero los caminos de la política se conocen, no son insondables como los del Señor. En la mesa socialista están dos factores que no se pueden dejar fuera de la agenda: Uno, la más baja cuota de diputados obtenida nunca en su historia electoral. Dos, el granero andaluz que se ha desangrado por primera vez, y los votos populares resoplan en la nuca de la presidenta. Y eso incide directamente en el futuro de la Secretaría General del partido de Sánchez, que tiene que nadar en las aguas turbulentas de la España en crisis política y guardar el sillón de mando hacia el futuro, liderar la reconstrucción del PSOE o dejar campo libre a quien elijan sus militantes. Sánchez tiene que aclarar el panorama político español, le toca ese papel ineludible. Al mismo tiempo, poner orden en sus filas. No es tarea fácil, tal vez por eso anda escondido de la prensa, pensando por dónde tirar en este camino tortuoso, plagado de embozados amigos tras cada curva. Lo que auguran los propios barones socialistas y los líderes históricos es que el PSOE ‘debe ir a la oposición’, puesto que le han dado los españoles con sus votos. El mes de julio avanza en pos de un gobierno posible. Sea cual sea, será el más débil de la actual democracia española.