La socialdemocracia parece haber perdido el Norte en España. Hacen agua los acuerdos internos y coquetea con la punta extrema de las izquierdas
El PSOE no es Podemos y los seguidores del autócrata jefe de ese Partido no miran a los socialistas como tales, porque piensan y creen que los verdaderos herederos de Lenin/Stalin y Castro son ellos, y lo son. Ya Felipe González trazó la línea del lado de los socialdemócratas europeos, y gobernó y entró en la OTAN, y esa parte de la historia está escrita. Que España necesita un cambio sin miedos, sí. Que para eso se necesita un gobierno progresista, sí; pero experimentos en el vacío, cuidado, que no estamos solos, que esto de la globalización y de la Unión Europea aprieta como un dogal al cuello. Un nuevo gobierno que pueda gobernar, que para eso es necesario mayoría simple al menos y el joven Pedro Sánchez no la tenía, ni que se hubiera dejado abrazar por los podemitas absorbentes. Vio un resquicio en la aparente ruptura entre Iglesias y Errejón, sólo poses sin nada ideológico que destacar. Un pacto en esta España eterna no es cosa de coser y cantar, porque ni hay hilo, ni aguja, ni voces afinadas. Los pueblos labran un destino difícil de esquivar.
La rugosa petición de Pablo Iglesias el joven para integrar un posible gobierno presidido por Sánchez, donde Podemos controlase los principales resortes del Ejecutivo, fue la piedra que trancó toda la senda hacia un acuerdo. Se engañaron los asesores del secretario general del PSOE y él mismo, creyendo que el lampiño Errejón era eso, y no un lobillo con piel sin necesidad de rasurar. También fue éste un escollo infranqueable. El partido de Pablo Iglesias el viejo tiene que sentarse en calma a revisar ese fondo de armario socialdemócrata, que les dejó repleto su antiguo jefe Felipe González, y que la líder del Sur está remozando.
Haber pactado a cualquier precio, entregando el control de un gobierno correoso, con tres socios que no se miraran a los ojos, habría sido para Sánchez su fin de fiesta. Y habría puesto a su partido al borde de la extinción, como fuerza política de referencia para el gobierno del Estado español. El tercero en discordia, unos Ciudadanos sin ganas de verse metidos en el bolsillo de Podemos, habría sido una boda sin tarta de novios. Por eso, seguramente, nunca pudo ser y no fue. Los sondeos, dicen que puede que suban algo el PP y Cs., mientras los socialistas y los antisistema (esa amalgama de grupos) pueden subir un tanto, si las bases permiten ir en la misma lista. ¿Qué pacto será posible en este país de individuales tan acentuadas? Por ahora ninguno.
Ahora a votar de nuevo en junio, a seis meses de las anteriores estamos en el mismo punto. Con la casi certeza de que el resultado será tan parecido, que volveremos a la casilla de partida y tiro porque me toca. Los españoles, el 26 de junio, con la calor encima, viajando hacia las playas mediterráneas, buscando el frescor contra la canícula, se les va a hacer cuesta arriba arrimarse a las urnas votantes. Así, dicen los entendidos, que la abstención sube con el sofoco veraniego y la hartura de tanto profesional de la política incapaz de formar gobierno. La abstención sí que va a poder formar un gobierno en la sombra. Si el panorama resultante es similar, tendremos nueva ronda de intentos por pactar hacia el vacío de poder de un gobierno en funciones extendido, muy seguramente, hasta Navidad. Tampoco se ha notado tanto, ese estar en funciones, más allá de crear cierta inquietud en lo que los especialistas llaman ‘el mercado’.
Los tiempos políticos nada tienen que ver con los de la realidad. En eso el presidente en funciones, Mariano Rajoy, ha sabido detener el reloj a su favor. Recordando aquello de que lo ‘más urgente es esperar’, se sentó con su Marca y su puro a dejar que los minutos corrieran con la lentitud que le imprimen las negociaciones políticas. Ofreció un pacto difícil de pactar en una España, que no ha aprendido ni aprobado esa asignatura nunca jamás. El cuerpo hispano no da para tanto. Un gobierno a tres bandas: PP-PSOE-CIUDADANOS, hubiera tenido mayoría suficiente, pero habría sido un bocado difícil de tragar por el progresismo de izquierda y de la nueva derecha cool de Rivera. Por eso ni se sentaron a hablarlo. Sánchez dijo NO es NO, y ahí quedó el invento. Así, la película de suspense acaba en que el que ganó la elecciones se le cayó la ceniza del Cohiba, sacudió la alfombra y ordenó ir a las urnas con disciplina y sin alharacas. El Rey/Jefe del Estado, desde su atalaya atisba que los que le dicen que pueden formar gobierno no pueden, y los que pueden no quieren. Así, que se sienta en su sillón a ver una película de estreno. Total, él es el único que no está en funciones, no tira porque le toca, sino porque es el heredero de esta nación aún llamada España. A los ciudadanos les espera dos meses de campaña electoral, una más, que acaba de empezar hoy.