La campaña continúa

8 Dic

Por primera vez en esta joven democracia española, el voto estará disperso

Concluida la operación electoral de la UMA, que ha ocupado a la prensa local, sin respiro; ha comenzado la carrera por La Moncloa. El voto no descansa

Esta nuestra, por la gobernanza académica, ha sido reñida y en ciertos momentos enconada y turbia. El primer candidato perdedor ha declarado en público y en privado no tener nada que ver con ciertos panfletos acusatorios e inclusos difamatorios contra el ahora ganador. Lo repartían jóvenes no identificados como estudiantes, aunque lo parecían. ‘Ni yo, ni nadie de mi entorno ha tenido que ver en ese asunto’, ha dejado dicho Miguel de Aguilera. Anotado queda. No obstante, tras ese fragor de las trincheras académicas, la lucha porque el voto del perdedor se trasvasase al segundo aún en liza, fue batallada hasta el último minuto, a veces, sin cortapisas, a cara descubierta en un todo contra Narváez. Los resultados han hecho justicia. La UMA tiene un nuevo rector electo y ha prometido que trabajará para toda su comunidad. Las urnas quedaron cerradas y en paz. Otras se van a abrir. Málaga ya está en Navidad bajo el pórtico de la calle Larios, recubierta de un arco/túnel de luz, que ha suscitado elogios unánimes. La concejala, Teresa Porras está feliz por un trabajo bien hecho y, en esta ocasión, la prensa le aplaude sin resquemores.
Ahora toca Moncloa. El panorama democrático sigue inmaduro. La palabra de moda es ‘pacto’. Todos, especialmente el PP, miran de reojo a Portugal. Nadie pacta antes de conocer la sumatoria de los votos. Ningún pacto se perfila antes de votar. Con las cifras en la mano se sentarán en las sillas pactantes. En la ruleta electoral se arriesga demasiado. La apuesta es máxima: cuatro años de poder. Sin mayoría gobernante es imposible. En esta ocasión, por primera vez, en esta juvenil democracia española, esa ruleta gira con demasiado vértigo. Aún no hay suficiente madurez para pactar por anticipado. ¿Quién se arriesgaría a predecir esa apuesta? Sin embargo, el pacto está en un horizonte inevitable. Pero, ¿quién con quién? Los dos grandes aún reúnen el 50 por ciento de los votos.
PP/Ciudadanos. Ciudadanos, que han facilitado el gobierno andaluz, enquistado en una no-mayoría para gobernar, ha devenido en un partido catalán-nacional de la noche a la mañana. Más bien parece una bien engrasada operación de marketing político, pensada para frenar a la izquierda radical y empujando, de paso, al PSOE a la cuneta electoral. Pero, ¡si son socios de los andaluces!, se preguntarán. Forma parte de la estrategia, que es gobernar, aunque sea en la sombra, que el camino a la Moncloa es largo y ellos jóvenes, tienen tiempo para esperar. Han proclamado que apoyarán al más votado: PSOE en Sevilla; PP en el Ayuntamiento de Málaga. Les da igual, mientras se coloquen cerca de los sillones de mando. En tal tesitura, si el PP logra mayoría mínima, pueden contar con estos Ciudadanos, dispuestos a empujar a España por el camino correcto, según pregonan. Y al PP no le quedan mayor margen de maniobra, que arroparse con sus Ciudadanos.
PSOE/Podemos. Este pacto parece menos alejado de posiciones ideológicas, aunque a los socialistas les produce urticaria cuando los podemitas les recuerdan aquel lejano pasado de la hoz y el martillo. Estos socialdemócratas de pro, bendecidos por la vieja guardia, que les recuerda que están en la Europa del invento, lo tienen complicado en esta ocasión. Si sacaran mayoría –las encuestas no dicen eso–, tendrían que echar mano a un socio circunstancial para abrir el portón de La Moncloa. Podemos estaría dispuesto, pero con tal cúmulo de exigencias y controles, que España podría convertirse en un conglomerado de ocurrencias inútiles o peligrosas de cara a Bruselas. Ahí, los Ciudadanos, que estarían encantados de repetir el pacto andaluz a nivel nacional. El PSOE se la juega como nunca en esta ruleta de los pactos a posteriori. O se monta en un poder compartido, con riesgos inmensos o espera otros cuatro años en la oscuridad de la oposición y se prepara a cambiar las caras de sus dirigentes. Desde Andalucía se sabe esperar.
Ciudadanos/Otros. Algunos sondeos inflan a los Ciudadanos y plantean: qué pasará si ganan los de Albert Rivera. Sus socios naturales parecen ser el PP, pero les podría convenir el PSOE, todo dependerá de la contabilidad de las urnas. En esa opción los Podemos parecen que saldrían del juego. El voto está indeciso, disperso y ya no juega sólo a blanco o rojo, sino que la ruleta tiene otros colores. Nunca ha habido antes unas elecciones tan abiertas, tan complejas y tan decisivas para el momento español, si recordamos que seguimos inmersos en la crisis financiera y de la economía más larga de la historia.
El fantasma de Portugal se huele cerca. Ganó la derecha sin mayoría y toda la izquierda se unió para formar gobierno mayoritario. Podría pasar aquí. Todos contra el PP y la atomizada izquierda española podrían seguir el ejemplo y ocupar un Ejecutivo y el Congreso, dejando fuera a un PP ganador sin fuelle. Es lo que tiene el pacto poselectoral. Puede descabalgar a los populares y dar pie a un gobierno de tres socios o más en un gobierno difícil e incontrolable. Antes de Navidad lo sabremos. Vaya y vote sin falta.

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