Ni a las puertas de la Navidad se acaban las polémicas en Málaga. Entre el Metro que no quieren los vecinos y la huelga de LIMASA, la ciudad se va de compras
Los lemas comerciales americanos calan rápidamente entre nosotros. Ese Black Friday o el de ayer Ciber Monday, invitan a comprar anticipadamente y aprovechar las gangas que se ofertan. El comercio intenta alejarse del fantasma de los números rojos –de allí ese viernes negro– y lo extienden hasta el lunes para cerrar un mes flojo y abrir las puertas de la Navidad con entusiasmo anticrisis. Y si el paseo comercial se hace bajo el arco estrellado de la calle Larios; el Paraíso, que cantó el poeta, parece incluso una realidad. Ese escaparate de fiesta consumista no oculta los dos grandes temas que inquietan a la ciudad: las obras del Metro, esa magna actuación, que va cortando calles céntricas, y molesta a una barriada de vecinos o la amenaza de huelga de los trabajadores de la limpieza, donde el punto de fondo ahora no es sólo sus salarios, bonos, horas extras o la contratación, sino el cambio radical de la propiedad de la empresa LIMASA, de mixta (privada/pública), a totalmente municipal.
Lo del Metro es un culebrón de larga data. Los proyectos han tenido varias etapas en torno a un trazado urbano, donde Ayuntamiento y Junta, socios en el invento, han discrepado, acordado tramos, vuelto a discrepar y suma y sigue centímetro a centímetro. Ahora se enfrascan con los vecinos de un populoso barrio, que se niegan a que por sus calles recoletas pase el Metro convertido en tranvía-superficie. No les gusta ese tránsito que perjudicará la tranquilidad de los hogares y comercios, sin olvidar los hospitales Civil y el Materno que están allí mismo. Por un lado esos votos ciudadanos y, por otro, la financiación europea y de la Junta, sin cuyos aportes ese trazado peligra. El alcalde ha estado con sus vecinos, pero ahora recula. Cambiar el trazado sería una operación de alto riesgo financiero. Pero la protesta no se ha aparcado. Sobrevuela en el entorno opositor de los 18 ediles sin piedad, donde hasta el semisocio Ciudadanos socava el apoyo al alcalde cada vez que puede.
El ciudadano Juan Cassá plantea que se estudie un nuevo trazado hacia Campanillas y el PTA, parece lógico. Lo que sucede es que eso no está contemplado en ningún presupuesto adicional. En estos temas usualmente, las ideas cuestan dinero. Argumenta Cassá que el alcalde lleva quince años manteniendo una duda metódica acerca del trazado del Metro, mientras la Junta lo ha retrasado todo lo que ha podido. Él lo ve fácil: pasar el dinero del ramal al hospital Civil a uno por superficie hacia la megatecnópolis de Campanillas. Con esos cambios sobre la mesa, el retardo es evidente. Los vecinos van a ganarle el pulso a las administraciones; ya se hizo ese teatro, ‘todos a una’ y los técnicos tendrán que estudiar las posibilidades reales de una nueva línea al PTA o no. El Metro avanza milímetro a milímetro y ya se sabe, ahora en Internet el espacio contiene al tiempo.
El otro caso reiterativo y recurrente es la empresa de limpieza, LIMASA, que es privada y pública a la vez. De tanto escribir sobre este tema las palabras se gastan. La peor empresa de la ciudad, pues no cumple a cabalidad su cometido: mantener medianamente limpia a Málaga, y eso es un clamor público. Se asoma, ya lo anunciamos hace unas semanas atrás, el fantasma de la huelga en diciembre. Ahora, sobre la mesa negociadora todos los tópicos de un nuevo contrato colectivo, pero con un nuevo ingrediente que da sombra hosca a todos: convertir a LIMASA en empresa totalmente pública. El Ayuntamiento tendría que liquidar el contrato con las empresas privadas y eso cuesta dinero. La oposición presiona en bloque. Cassá, de nuevo, recuerda que no firmó un cheque en blanco al alcalde y que, aunque en su vocabulario no está ‘moción de censura’, sí le recuerda (como si él no lo supiera) que el regidor ya no está en mayoría absoluta. Vienen días de tensión, porque los trabajadores han puesto fecha: el 14 de diciembre para iniciar el paro general. Las escobas caen, los contenedores rebosan y las moscas acuden. Los 18 ediles sin piedad van a presionar para que se municipalice la gestión. La jornada no ha hecho más que empezar y sopla el viento navideño.
El comité de empresa dice que casi un 32% de la plantilla que barre las calles no acude al trabajo cada día. Las causas: descanso, vacaciones, baja o permiso retribuido. La empresa, añaden, no repone esas ausencias. Por tanto las calles se quedan sucias. Calculan que debería hacer 289/día trabajadores, pero sólo acuden 197. Esa merma diaria de barrenderos es una de las causas de la falta de limpieza en las calles. No es la única, pues los ciudadanos podrían ensuciar menos si se les incitara a hacerlo.
Dos mega problemas en el despacho del regidor, que no se aburre ni en diciembre. Ya sabe que esta legislatura no iba a ser color de rosas, ni parece oler bien tampoco. Nunca como ahora, Paco de la Torre ha tenido problemas que resolver en la soledad de la minoría gobernante. Le ha salido un gobierno en la sombra de esos 18 ediles sin piedad, que están dispuestos a amargarle las uvas del tiempo nuevo.