Juan Cassá, un concejal-grano en el trasero del alcalde, compara su apoyo con los vecinos que a veces se pelean. Un pacto de hierro a prueba de bombas
Como el tango, ‘Tomo y Obligo’ (‘Sin un amigo, lejos del pago, quiero en su pecho mi pena volcar’), que tantas veces habrá escuchado Juan Cassá en su vida en Argentina, le ha dado una vuelta de tuerca a Paco de la Torre, para obligarlo a cumplir el pacto de investidura, sin cambiar en cada esquina. Esta es una extraña pareja. Cassá un neófito, de la Torre, un doctor en política, que defiende su permanencia de cuatro años en minoría y en dependencia directa de estos Ciudadanos, plagados de obviedades. Nunca lo ha tenido fácil este alcalde, aún con sus mayorías recurrentes, no le han faltado peleas duras con la oposición en minoría, y aun con su propio partido al que siempre mira de reojo. En esta ocasión sin su acostumbrada holgada mayoría, navega por los Plenos con la amenaza de tener a 18 concejales en contra, incluidos los tres Ciudadanos, que lidera Cassá, quien puede torcer el voto en cualquier minuto del debate. No ha hurtado gruesos calificativos contra su ‘vecino’, pero ahora por arte de birlibirloque se declara entregado a su alcalde.
¿Qué lo ha hecho cambiar? Por qué ha pasado del insulto directo al “estamos encantados de la vida, va todo viento en popa”. Cassá no ha hurtado epítetos directos contra su ‘socio’: ‘Desleal’, del respetuoso don Francisco a ‘cosas de Paco’; de colaborador a ‘entorpecer’ los asuntos municipales. Y otras lindezas, tales como: ‘experto (el alcalde) en darles patadas a la lata’; ‘siempre se saca (el alcalde) un as de la manga (sobre el Metro)’. En estos primeros 100 días, el Ciudadano malagueño ha ido del pacto alegre al agrio agravio. Ahora, escenifica una reconciliación, una segunda luna de miel, dentro de ‘la máxima colaboración’ en pro de la gran madre Málaga. ¿A qué se debe ese cambio de estrategia del líder municipal de Ciudadanos? Sólo al juego de la dialéctica, como afirma Cassá, cuya tesis, el insulto; se cambia ahora por lo contrario y se sintetiza en un abrazo de buenos vecinos. Parece demasiado simple. ¿Cómo ha logrado el alcalde, a cambio de qué, que este Cassá se haya decodificado en este otro Cassá? Parece que la promesa firme de Paco de la Torre de cumplir con lo pactado sin fisuras.
Los desencuentros no han sido sólo en las maratónicas sesiones del Pleno municipal, sino a través de los medios de comunicación donde Cassá es adicto al duelo directo, arrojando su guante a la cara del regidor. El fantasma de la ruptura ha sido un juego al que ha apostado este líder de Ciudadanos, casi desde que empezó la legislatura. Le ha dado titulares casi semanales, si su objetivo era darse a conocer ya lo ha conseguido. Ahora, el segundo acto se llama ‘Las cosas del querer’. Aparecen juntos, casi cogidos de la mano, como los buenos vecinos, que se prestan azúcar y olvidan la sal derramada.
Cassá ha sido un doctor NO de la neopolítica española local. Empezó por el NO al Polo Digital, que sí apoyó el PSOE de María Gámez, y a cambio sacó dos millones de euros para los ascensores en viviendas con problemas de accesibilidad. Siguió con el IML, del que hizo punto de honor su desaparición, cuyo futuro a este día aún no está claro. Puede que el alcalde transija y complazca a Cassá o que lo integre en Cultura para redefinir sus funciones. Continuó con los directores de Distritos, que sean funcionarios, pide Cassá; que no lo ve claro, dice el alcalde, y se oponen frontalmente desde el PP, en este punto Cassá no cede. En su petición, el líder de Ciudadanos incluía a gerentes varios, como José del Río, que ha salvado el cargo (gerente de Málaga Deportes/Eventos) gracias al apoyo de Málaga Ahora, cambiando barajita por la Casa Invisible, que se acerca a una solución definitiva, según el alcalde, quien ha sorteado al empecinado Cassá, con el apoyo circunstancial de los otros partidos de la oposición en cada caso puntual. Gobernar desde la Casona ya no es lo que era. La oposición manda un tanto ahora.
Tras estos vaivenes, la escenificación de los ‘buenos vecinos’ se ha producido tras varias reuniones privadas entre Cassá y el alcalde para anunciar que siguen juntos y rebajar la tensión, siempre que el regidor cumpla con exactitud el pacto de investidura. De la Torre tiene sobre su cabeza a un Cassá vigilante. Se pude afirmar que se ha cumplido un 50 por ciento de tal convenio, que a finales de año puede estar en un 75 porcentual aproximadamente, el resto se irá viendo.
El ambiente municipal no es el que era. Las reuniones a varias bandas se suceden para paliar los desencuentros, y posibilitar a de la Torre una gobernabilidad plagada de escollos. Tampoco se libra, y no está exento el alcalde de las malas caras del núcleo duro del PP, que tiene un punto inamovible en los directores de Distritos, donde se pone a prueba la cantera de alevines políticos, y se forjan los futuros cargos públicos. Este municipio, con tantas cosas aún por mejorar, va a ser una carrera con más obstáculo que aquella legendaria París-Dakar.