A tortas

1 Sep

Como plasmó Goya, aquí seguimos a garrotazo limpio

Por aquí somos mucho de liarnos a tortas. Contra los que duermen al raso, y no les gusta el regatón, contra las mujeres y gais o contra los que piensan diferente

En medio del reparto de hostias de la semana pasada, que acaparó titulares de portada de los diarios españoles, se oyen voces malagueñas acerca de ponerle fin a dos décadas de un problema que se pelotean las administraciones: Los Baños del Carmen, rebautizado ahora como ‘El Balneario’, en un pomposo título que apunta a la ensoñación de rescatar ese enclave costero de la capital. Lo ha dicho el presidente de la Diputación de Málaga, Elías Bendodo, quien con habilidad política no se pone enfrente, sino al lado de quienes han clamado por dar una solución eficaz al histórico lugar. Ha puesto como ejemplo el rescatado ‘Caminito del Rey’, que ha sido posible tras sentarse a una mesa de negociación y no levantarse hasta tener la mejor solución. Es la primera vez que Bendodo se posiciona tan directamente en un tema de la ciudad. Su alcalde, Paco de la Torre, no ha tardado en responderle, que ese tema no es asunto suyo. Al mismo tiempo (en política las casualidades no existen), de la Torre, pone encima de la mesa una declaración –no importa estar más de ocho años en el poder–, que arremete contra la expresada por el mismo Bendodo y el jefe del PP andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, quienes abogan por mandatos que no excedan los ocho años, es decir dos períodos consecutivos. Repartir tortas entre amigos es una forma dialéctica de marcar territorios.
Que se repartan tortas entre partidos opuestos siempre es noticia, pero que lo hagan entre militantes del mismo, ya entra casi en la crónica roja. El tema de la continuidad ad eternum, una elección ganada tras otra tiene sus peligros. Hay ejemplos por toda la geografía política nacional, comunitaria y local. En el caso de nuestra ciudad tenemos al alcalde, que lleva quince años en el sillón municipal, legalmente instalado, en esta última legislatura a trancas y barrancas, pero ahí sigue. No incurre en ilegalidad alguna. Según nuestra legislación electoral, nada le impide presentarse y quedarse en el cargo, siempre que gane o le ayuden a gobernar, como es el caso actual. Ahora, invoca la lógica y la herramienta sociológica para preguntar a los vecinos quién quiere que lo sustituya como candidato a alcalde, otra ocurrencia marca de la Torre para tocarle las campanillas a los suyos. Estar sólo ocho años, no garantiza la calidad del gobernante, ha dicho. Desde el PP y otros partidos, se discute mucho en estos meses el asunto de revisar la Ley Electoral. Cosa que se hará en frío tras las generales de diciembre.
La permanencia sine die en el poder de una misma persona no parece conveniente en este país, que se ha caracterizado a través de su historia por el caudillismo. Una dirigente que permanece sin tiempo marcado, sólo porque gana elecciones da pie a numerosas irregularidades; siendo una de ellas, la de mayor escándalo, la propagación de la corrupción. Los ejemplos están en los periódicos y en los tribunales, la perpetuidad parece facilitar los apaños. Otra es la red de clientelismo/amiguismo que se va tejiendo. No es el caso de quien ahora justifica su propia continuidad. Este alcalde es un espartano proclamado en el control del gasto y en su propia honradez pública. Pero, no ha podido evitar que tan longeva gobernabilidad le nuble la visión de la ciudad y haya cometido múltiples errores al escoger a su equipo de gobierno. El ADN caudillista se combate poniendo plazo a gobernar más allá de dos períodos de cuatro años y ayuda mucho a la transparencia, además de obligar a concretar programas eficaces y no diluirlos en ocurrencias que surgen sobre la marcha, olvidando los objetivos principales anunciados. Sería una buena medida para España adoptar ese plazo, como es en las más desarrolladas democracias del mundo.
Mientras el oleaje sigue lamiendo la añeja orilla de los Baños y Bendodo invita a esa mesa a quienes tienen que ver con el tema, incluido a su alcalde (Costas, empresarios involucrados, Junta de Andalucía, administración central, entre otros), el reparto de tortas continúa. El PP está por aprobar en sus estatutos que los cargos electos sólo permanezcan ocho años a partir de 2016. Esto va a marcar el final de Paco de la Torre y otros alcaldes. Cómo será su salida está por verse; quién será el candidato, también. No hay que temer a cambiar lo que haya que cambiar, incluida la revisión sosegada de la Constitución, una ley marco, a la que le ha llegado el tiempo de ser mirada con los ojos actuales, que son tan diferentes a los de1978.
Esta España del garrotazo a quien piensa distinto, del odio a los símbolos nacionales, que no son propiedad privada de ninguna ideología; del insulto entre colegas de partido, y donde es tan difícil levantar el culo y darse de baja; del navajazo en la penumbra de los curules, es prueba directa de la incivilidad democrática de este país, que tanto le cuesta subir la cuesta de la actualización. Que se democraticen ellos, que se actualicen ellos; nosotros estamos bien entre tortas a diestro y siniestro. Cuidado, que los fantasmas no se han ido. Por allá andan los camisas pardas alemanas quemando refugios de extranjeros, por ahora sin ellos dentro.

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