Cassá en su laberinto

30 Jun

Juan Cassá, el sostén del alcalde, encantado de haberse conocido

Se ha topado con un Minotauro experto y difícil de vencer. Vive bien en su galimatías y es experto en maniobras. Dos pasos adelante, uno atrás. Conoce los vericuetos para atajar el reglamento

O Cassá es un muchacho ingenuo o es un acomodaticio al nuevo traje de concejal, que puede catapultarlo a un verdadero sillón de poder. Parece más lo segundo que lo primero. Mira distraído al techo del salón del pleno, cuando su jefe acomoda el pacto sin rubor. Se ha metido en el laberinto municipal sabiendo que al final del mismo no se encuentra Ariadna. En realidad ese vericueto no tiene término. Cassá le alarga los plazos a su jefe hasta la nochevieja. Un pacto que se estira y no se encoge, como los vaqueros del edil del ‘cambio tranquilo’. El gatopardismo se reafirma en el Ayuntamiento de Málaga, donde todo cambio parece un ensayo anterior.
Todo el embrollo inicial se basa en los nombramientos de los que se quedaron colgados. Sin escaños, más allá del 13, el alcalde, siempre generoso, los ha recolocado sin que sean funcionarios. El otro escollo es el nivel de los sueldos de los gerentes, que de bajárselos, podrían huir del Consistorio, ha declarado el primer edil. ¿En qué empresa privada española encontrarían tales niveles? Y sí así fuera, que se vayan. Otros vendrán, que el paro es ancho y ajeno. Pero el alcalde le abraza el temor de perder eficiencia, como si sus gerentes fueran los chicos de Harvard. ¿Qué me dice del peor de todos, el que no ha sido capaz de hacer eficiente a la empresa de la limpieza, o el que le recomienda subir el recibo del agua o la que maneja un Palacio en déficit crónico? Ambas promesas, ahora incumplidas, están en el papel firmado por Cassá/de la Torre. La legislatura municipal empieza bien, como siempre ha sido. Difícil de aparcar costumbres que impuso aquellas mayorías absolutas, que tanto se parece a absolutismo.
Un cambio se ejemplifica con gestos. Y estos indican que el cambio puede esperar, al menos hasta el 31 de diciembre, y Cassá lo acepta. Un socio sumiso siempre es mejor que uno guerrillero. Se escuda en el pacto, que dice que todo se recompondrá el 1 de enero de 2016. Los plazos en política siempre gozan de discrecionalidad, aunque las decisiones provisionales suelen eternizarse. Veremos si el comienzo del próximo año algo ha cambiado realmente. Mientras tanto, un Cassá sin diplomas no está sólo, tiene asesores ilustrados, según se ha publicado en este diario.
Es cierto que los directores de distrito son cargos dados a dedo y su trabajo es de refuerzo político al concejal delegado. Que un funcionario vaya a realizar ese trabajo, pensado para que los alevines se fogueen en el cuerpo a cuerpo vecinal, parece improbable. Esos trabajos no tienen horario de lunes a domingo; los funcionarios sí, y muy claro y marcado. Cambiar esa costumbre, que tan buenos resultados electores han dado a los que gobiernan, parece improbable. Cassá lo irá aprendiendo y lo pactado puede convertirse en papel mojado por inasumible.
Al mismo tiempo, todo gira en torno al dinero como dejó escrito Quevedo. En lo que sí hay consenso es en aumentar el estipendio a los grupos municipales, que ahora son cinco. Cada uno de ellos recibe 5.822 más 273 euros por concejal cada mes. Es una asignación que paga el Ayuntamiento de sus presupuestos, destinada al funcionamiento administrativo de esos grupos políticos municipales. Ahora, en estos tiempos del ‘cambio tranquilo’, piden incrementos que van del 32 al 23 por ciento, del PP a IU, o sea de los que más concejales tienen a los que menos. En esto sí se han puesto de acuerdo en rápida inclinación de cabeza. De 5.822 a 7.322 y de 273 a 500 cada mes. Todos contentos, que la vida municipal está muy cara.
No se comprende bien este doble discurso, pero la política, como el amor, es rara. Tan extraña como las puñaladas dialécticas que el alcalde le hinca al presidente malagueño de su partido. El incremento de este sustancioso presupuesto interno, dicen los portavoces, ayudará a contratar a dos o tres asesores, ya que los acuerdos de investidura los han dejado con un solo trabajador empleado directamente por la casa. Todo dentro de la legalidad, aunque aplicarla siempre cuesta dinero. Tanto en el caso de los gerentes, como en el de los directores de distritos, como en asesor arriba o abajo. Al final o al principio, Lampedusa siempre lleva razón. Cambiar, cambiar tampoco es tan necesario.

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